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La casa, en el aire

Aún sin terminar de construirse, hoy es cada vez más claro que 'La casa en el aire' es un error de cabo a rabo. La obra costó 6.800 millones de pesos y, más allá del trancón que generará, fue mal concebida porque atenta contra lo más bello que tiene nuestra ciudad: el verde de su paisaje y la poesía de sus cantos.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
25 de diciembre de 2019

Hace un año hablé aquí sobre el embeleco populista del alcalde vallenato de uniformar a su equipo de trabajo con camisetas y guayaberas naranja buscando adular al presidente Duque. De inmediato me llovieron rayos y centellas, particularmente de funcionarios de la alcaldía, que rápidamente desestimé porque, como escribió Upton Sinclair, “Qué difícil es conseguir que un hombre comprenda algo cuando su sueldo depende de que no lo comprenda”.

  Una semana después volvieron a arreciarme críticas por una nueva columna en la que afirmé que La casa en el aire, el monumento a Escalona, es una muy buena idea y el maestro la merece, pero que era un error el lugar donde se construiría, justo entre dos de los semáforos de mayor tráfico en la ciudad. Conociendo a la gente de mi tierra, que pita en las puertas de las casas por la pereza de apearse del carro y tocar el timbre, no es difícil imaginar decenas de autos parqueados sobre esta avenida, la de más movimiento en Valledupar, queriendo fotografiar la obra.

En esa ocasión escuché decir un par de veces que soy un destructor que critico solo por hacer daño. Alguien cercano me aconsejó darle tiempo al tiempo, “el diseño es bonito y ecológico”, me dijo, y afirmó luego que conocía muy bien la maqueta. A lo largo de este año no volví a mencionar en mis columnas ni la comparsa anaranjada de la que no quedó ni la coreografía, ni el famoso monumento junto al cerro de Cicolac.

Aún sin terminar de construirse, hoy es cada vez más claro que La casa en el aire es un error de cabo a rabo. La obra costó 6.800 millones de pesos y, más allá del trancón que generará, fue mal concebida porque atenta contra lo más bello que tiene nuestra ciudad: el verde de su paisaje y la poesía de sus cantos.

Valledupar es famosa, y nos vanagloriamos de ello, por su arborización. Este edificio de 25 metros de altura no solo ensucia el paisaje, sino que lo hace con el material más prosaico: el cemento (y cemento es igual a costosos contratos). No se entiende cómo al diseñador de la obra le quedó grande entender, valga el pleonasmo, que la casa en el aire no es una casa de materiales como la que habitamos, sino la metáfora que usó el maestro para decir que el amor por su hija no era terrenal.

El monumento dice justo lo contrario: que a cualquier pretendiente de la bella Ada Luz le bastará subir el equivalente a ocho pisos para conseguir lo que su padre imaginaba entre las nubes.

Ahora bien, si el nombre es solo un pretexto para construir un museo donde se exhiban objetos que fueron de Escalona, repito: está en el lugar equivocado. A lo Davivienda. Los museos no solo obedecen a un asunto funcional, sino también de estética. Y buen gusto no puede haber en un edificio que rompe con la armonía del paisaje.

De alguna manera esta obra corresponde a la realidad de la música vallenata, que en buena parte ha dejado de ser poesía para contentarse con lo más vulgar del ser humano: el dinero. El verde de nuestras montañas pasó a importar menos que el verde de los billetes y, por supuesto, ahí no cabe la imaginación.

 

@sanchezbaute

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