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La comisión del Pájaro Loco

Antes, la televisión era manejada por los gobiernos con criterio politiquero. Ahora que la maneja la Comisión, se ha añadido la corruptela.

Semana
30 de octubre de 2000

Está sobre el tapete la decisión de qué hacer con la Comisión Nacional de Televisión: ¿Transformarla, como dice el ex canciller Rodrigo Pardo, o desaparecerla (ahora que eso se puso tan de moda, tras la visita del mago Copperfield), como proponen los senadores Germán Vargas y Juan Fernando Cristo?

Para mí no existe sino el segundo camino. Ni un solo día, desde que fue creada con el loable fin de que un organismo independiente del gobierno tomara las decisiones relacionadas con el medio, la Comisión ha servido para su propósito. Por el contrario, hasta se ha prestado para todo tipo de especulaciones, desde que sus miembros son campeones del tráfico de influencias, hasta que algunos de los anteriores comisionados ‘mordieron’ de los millonarios contratos que adjudicaron.

Pero distinto de tan maliciosos rumores, en su contra hay cosas mucho más concretas.

En los dos informes que la Contraloría ha escrito sobre el funcionamiento de la Comisión no ha faltado detalle sobre despilfarros y malos manejos administrativos. A eso se suman los sueldos de los comisionados, que ganan como si fueran miembros del Banco de la República. Pero algo va entre fijar las tasas de interés y resolver a qué horario debe ir el Pájaro Loco, que es a lo que prácticamente están reducidas sus funciones.

¡Veinte mil millones cuesta sostener un año la dichosa Comisión! Y, ¿de dónde sale el dinero para sostenerla? De las programadoras que se han venido quebrando cual castillo de naipes.

De sus miembros, sólo tres de cinco tienen legitimidad, pues se sabe claramente que representan al gobierno. Los otros dos son nominados por asociaciones de papel detrás de las cuales no tenemos ni idea quiénes están ni qué intereses representan.

Pero quizá la mayor mentira de la Comisión es la de que, como es un ente independiente, el manejo de la televisión está a salvo de los gobiernos de turno.

Antes de que existiera la Comisión, la televisión era manejada de frente por los gobiernos, con un criterio politiquero. Ahora que la maneja la Comisión, a la politiquería —que la siguen poniendo los gobiernos— se le ha añadido la corrupción, que la pone la Comisión. Por ejemplo, en el gobierno Samper se puso de moda pagar favores con espacios de Señal Colombia, con el resultado de que los programas del canal 11 vale cinco centavos hacerlos pero millones pagárselos a sus adjudicatarios. Ignoro con qué criterio estén concediendo los actuales programas de Señal Colombia, pero una tentación tan grande convierte en pecadores no sólo a la peor de las comisiones de televisión sino al mejor de los gobiernos.

El argumento de que disolver la Comisión trae el peligro de que el gobierno pueda acudir a la censura para mangonear a su antojo la televisión, es chimbo. En primer lugar, con tres miembros propios, el gobierno puede manejar la televisión a su antojo en el momento en el que se le dé la gana. Pero si algo ha existido en Colombia es el respeto a la libertad de expresión, lo cual resulta loable en un país en el que casi todo lo que sucede es arbitrario.

Con Comisión o sin ella, por ejemplo, el gobierno Samper habría podido sacar del aire el famoso comercial en el que la cara de Serpa se iba disolviendo hasta convertirse en la cara de Samper. Y no lo hizo. Habría sido un escándalo sin precedentes. Pero la razón de no hacerlo no fue que estuviera de por medio la tal Comisión de Televisión, sino que por fortuna, el respeto a la libertad de expresión es quizás uno de los pocos que aún existen en nuestro país.

Como conclusión, los cinco miembros de la Comisión de Televisión son testaferros del gobierno de turno, con la ventaja de dar la impresión de que la maneja un organismo independiente.

Volver al esquema antiguo implicaría, por lo menos, que el país supiera de verdad quién es el que toma las decisiones para poderle exigir la responsabilidad política que ello implique, en lugar de que pase lo de hoy, cuando los miembros de la Comisión, a la hora de señalar responsabilidades, se pasen hábilmente la pelota tras el escudo que les representa ser un cuerpo colegiado.

¿Que si va a pasar en el Congreso la reforma que proponen los senadores Cristo y Vargas? Eso depende. Los empleados de la Comisión renunciaron recientemente al ser acusados por los comisionados de haber filtrado la información que dio base para los graves informes de la Contraloría.

Se dice que tras la captura de esas vacantes —a las que corresponden cargos de ocho y 10 millones de pesos— ya comienza a palparse el consabido lobbying de los miembros de la Comisión en el Congreso, que buscan ganar adeptos para su supervivencia. Pero eso sí, todo manejado de manera muy independiente, como debe ser una Comisión de Televisión.



Entretanto… ¿No es mucha gracia de Samper haberle ganado a ‘Tirofijo’ la encuesta de “a quién le gustaría que David Copperfield desapareciera”?

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