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La Comisión, la oposición y la desvergüenza

El de La U, el Liberal, Cambio Radical, el Verde y el Conservador nos han revelado lo que ya todo el mundo sabía: sin plata, no hay curul; no hay paraíso sin mermelada.

Salud Hernández-Mora
2 de julio de 2022

No será un documento para el debate, menos aún para someterlo al escrutinio público. Lo que fue quedó para siempre. Lo convirtieron en la verdad absoluta, la que enseñará Fecode en los colegios.

Si no fuese así, ¿con qué fin gestaron en Cuba que la Comisión de la Verdad diera a luz a un Comité de Seguimiento y Monitoreo de sus recomendaciones, con siete personas escogidas por ellos?

Debo confesar que no había leído la letra chica y desconocía que en La Habana se había sacado de la manga otra entidad para lograr sus fines. Ni sabía que los propios comisionados son los que eligen a sus integrantes, nada de selección democrática, a pesar de que supervisarán un sinnúmero de acciones de los dos próximos Gobiernos.

Y no son cuestiones baladíes. La Comisión del padre Francisco de Roux pretende, por ejemplo, imponer la obligatoriedad de negociar con bandas criminales, reformar las FF. MM. y la Policía, eliminar el Esmad o gabelas para líderes de las protestas. Y entre otros útiles inútiles, sugiere crear el pomposo Ministerio de Paz y Reconciliación, que continuará la insaciable gastadera de fondos públicos y será una nueva arma para acomodar la narrativa histórica a sus intereses políticos.

Por tanto, lo que solo debería ser un documento para el estudio y debate social, la llamada Comisión de la Verdad lo eleva a categoría de cuasiobligatorio cumplimiento al ceder al citado Comité de Seguimiento la responsabilidad de presionar a los Gobiernos y denunciar incumplimientos. Es decir, siete NN tendrán un poder equiparable a cargos de elección popular sin haber sido votados por nadie.

Hay que admitir que Santos y las Farc lo tenían todo muy bien planeado. Solo les faltó convencer a la mayoría de la ciudadanía, que rechazó su acuerdo. Pero, cuando tienes de tu lado Gobierno, cámaras legislativas, grueso teflón mediático y una comunidad internacional acostumbrada a mirar para otro lado cuando le conviene, puedes pisotear la voluntad popular, burlar la democracia.

Como, además, el Comité de Seguimiento tendrá similar sesgo ideológico al equipo del padre De Roux, durante el mandato de Petro se limitarán a unir sus voces al coro de la Casa de Nariño. Y no requerirá un esfuerzo descomunal, al paso que vamos congresistas y senadores formarán un orfeón de conversos para alabar al nuevo presidente. Solo escucharemos algún que otro solista que aborrezca las lentejas y se atreva a entonar melodías críticas.

Todo apunta a que la aplanadora santista se quedará corta al lado de la petrista. Lo del Partido Conservador fue la tapa, un descaro aún mayor que el de César Gaviria, preso de un incurable apetito de puestos.

Provoca náuseas ver a los conservadores correr hacia Petro después de pasar meses pregonando que su triunfo será desastroso para Colombia y cuando el Pacto Histórico acoge en su seno al Partido Comunista, la Unión Patriótica y el ala radical del Polo Democrático, entre otros integrantes de la extrema izquierda.

Al final del día, todos esos partidos travestis habrán sepultado su escuálido prestigio y su futuro. El de La U, el Liberal, Cambio Radical, el Verde y el Conservador nos han revelado lo que ya todo el mundo sabía: sin plata, no hay curul; no hay paraíso sin mermelada.

Quedó nítido que una parte del Congreso y Senado solo logra su asiento comprando conciencias. Pagan a líderes comunales, barriales e indígenas para que les consigan votos; cuentan con alcaldes y gobernadores corruptos; costean el transporte y comida el día de elecciones; pagan gastos con la plata previamente robada o con la que se robarán después, y un largo etcétera de irregularidades que nunca se acaban.

Al lamentable espectáculo de traicionar a los votantes por mermelada, habría que sumar a Rodolfo Hernández. Dejar botados a sus electores, así no lo haga por puestos ni plata, también supone traicionar la democracia. Prometió un Gobierno distinto, sin partidos tradicionales, y no le importó abrazar al que se alió con ellos.

Lo que se percibe es una confusión generalizada sobre lo que supone ser oposición. No se trata del No es No, que decía el expresidente español Rodríguez Zapatero, al que contratará Petro. Consiste en proponer alternativas y criticar embarradas de un Gobierno con posiciones opuestas en multitud de materias. Y firmar pactos de Estado sobre lo esencial, siempre y cuando recojan ideas de todos lados.

En la orilla opositora deberían estar el Centro Democrático, cuya postura tampoco queda clara, los conservadores y los partidos cristianos.

Si no, ¿para qué votar por ideales?

Nota: La llamada Comisión de la Verdad no hizo nada extraordinario. Con el platal que recibieron, lo lógico era elaborar un documento que será una pieza más del puzle de la historia reciente. Y no deberían pregonar que son los primeros en dar voz a las víctimas. Justicia y Paz se la dio. La Fundación País Libre, también, entre otras muchas ONG.

Pero nadie contó con los ingentes recursos económicos y humanos de la Comisión para viajar por Colombia y el mundo entrevistando víctimas. Con un tercio de su presupuesto, una entidad neutral habría realizado ese trabajo sin tinte político y con mayor credibilidad.

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