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¿Hacer política o vivir del cuento?

La historia nos ha demostrado que las cosas tienen un límite y que cuanto más confiados están nuestros dirigentes en su futuro, más duro se acaban estrellando.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
19 de octubre de 2013

Los políticos en Colombia tienen exceso de confianza en sí mismos. Algunos se ven como los mesías de la patria y otros se dan el lujo de equivocarse sistemáticamente creyendo que nadie les pasará cuenta de cobro porque piensan que el poder alcanza para todo, incluso para embarrarla impunemente. La mayoría de ellos viven del cuento y de sus propias fantasías. Todos estiran demasiado la realidad y siempre encuentran aduladores de turno preparados para decir que las cosas marchan bien y no hay nada de qué preocuparse.

Sin embargo, la historia nos ha demostrado que las cosas tienen un límite y que cuanto más confiados están nuestros dirigentes en su futuro, más duro se acaban estrellando. Le pasó a Horacio Serpa entre la primera y la segunda vuelta enfrentado a Andrés Pastrana en 1998. Le ocurrió a Álvaro Uribe con el frustrado referendo del 2003, en momentos en que su popularidad crecía significativamente. Se creyeron el cuento y la realidad les dio una buena sorpresa. Y expuestos a esas sorpresas que da la vida, andan muchos por estos días.

Viven del cuento, por ejemplo, ciertos uribistas que confiados en que el nombre del expresidente es suficiente para elegir medio congreso, se han acomodado plácidamente en la lista del centro democrático y no están buscando un solo voto por su cuenta. Más de uno cree que el incipiente movimiento que han erigido alrededor de su líder todo lo resiste: el cambio de reglas de juego a última hora o los ‘comités políticos’ que buscan sacar aspirantes al Congreso que les estorban o elegir a dedo el candidato único a la Presidencia.

La gente es cada día menos boba y tanto despelote le puede pasar factura al Uribe Centro Democrático si no empieza a parecerse a un partido político de verdad.

Pero no son los únicos que viven del cuento. Juan Manuel Santos y sus muchachos de la Fundación Buen Gobierno también abusan de su suerte. La idea de que no existe un gallo que le compita a la maquinaria estatal del presidente-candidato los tiene convencidos de que van a ganar por ‘w’. En menos de un mes, Santos tendrá que hacer público lo que su ‘corazoncito’ y su ‘cabecita’ le impulsen a decidir, y la burbuja en que lo tienen metido le impide ver que los días que vienen serán los menos oportunos para hacer el anuncio, en medio de un ambiente de paros y protestas.

¿Qué me dicen de la dichosa tercería? Ellos viven del cuento de las encuestas. Creen que porque hay un alto número de indecisos van a fungir como imán automático de todos esos votos, atrayéndolos sin esforzarse mucho. ¿Qué tienen para ofrecer aparte de dos candidatos como Navarro y Peñalosa, que en nada se parecen?... Sólo el cuento dizque de ‘una nueva alternativa’.

Y finalmente, están atrapados en su propia ficción los guerrilleros de las FARC que juran que los movimientos sociales les favorecen y que los campesinos de Boyacá y Nariño, las madres comunitarias y los estudiantes de todo el país les están haciendo el juego. Con esa ingenua lectura de los acontecimientos, los negociadores de la guerrilla están creciditos en La Habana y, un año después de iniciados los diálogos, se dan el lujo de decir que tienen varias cuartillas escritas, con más salvedades que acuerdos frente a apenas uno de cinco puntos.

Los actores de la política nacional se están sobreestimando demasiado y se olvidaron de que las elecciones se ganan haciendo política con P mayúscula, trazando estrategias, tomando la delantera y buscando votos. Ninguno hace la tarea de verdad. Cada cual se la pasa alimentando su propio cuento de hadas y nada más.

Twitter: @JoseMAcevedo