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La cosa neoliberal

Semana
14 de junio de 1993


IDEOLOGICAMENTE HABLANDO, NO TIEne demasiadas perspectivas de emoción la campaña electoral que se avecina. Salvo por Enrique Parejo, que es el único de los precandidatos que realmente le coquetea a la filosofía socialdemócrata, todos los demás, desde la A de Andrés hasta la S de Samper, pasando desde luego por la N de Navarro, tendrán que moverse en el campo de la única opción política que va quedando por estos días en el mundo: el neoliberalismo.
No entiendo, por eso, a qué se debe ese neoliberalismo vergonzante del presidente Gaviria, que practica desde el gobierno con tanta valentía pero que niega con tanto temor en los congresos ideológicos de su partido.
A la palabreja neoliberal le ha pasado en la historia reciente lo que a Maquiavelo en la clásica. El transcurso del tiempo les ha creado una mala fama que convirtió sus nombres en un insulto. Decirle a alguien maquiavélico derivándose de quien fuera ese genio literario y político, debería ser más bien una alabanza. De la misma manera, decirle a alguien neoliberal debería situarlo automáticamente en el meollo político y económico que actualmente le sirve de eje a casi todos los sistemas del planeta, en lugar de que sea sinónimo de un tipo insensible, mano negra y capitalista salvaje.
Quiéralo o no, Gaviria es neoliberal, y quiéranlo o no, sus sucesores tendrán ques gobernar sobre las reformas neoliberal que realizó este Gobierno.
En el sentido clásico, neoliberalismo, al estilo Von Hayek, retrata a Gaviria tanto en el aspecto económico como en el social y el político. El actual Gobierno ha enfatizado en las fuerzas del mercado, ha promovido la inversión privada, le ha facilitado la vida a la extranjera y ha promovido una política de libre comercio. También ha hecho énfasis en el sector más pobre de la población -punto que es quizás donde la mayoría de la gente cree equivocadamente que no enfatizan los neoliberales, y punto además donde Gaviria no se siente neoliberal, porque cree haber enfatizado más en él que un neoliberal clásico-. Ha planteado la posibilidad de que haya servicios públicos prestados por el sector privado, pero con responsabilidad estatal. Y por último, políticamente ha planteado un Estado de menor intervención en la producción, y en general de menor presencia donde el Estado no debe estar, pero ha manifestado la intención de fortalecerlo donde el Estado necesita estar. Los detractores del neoliberalismo creen que en este punto los neoliberales favorecen un Estado más pequeño. Pero no es así. Tal y como Gaviria lo viene haciendo, se trata de redimensionar el Estado, no de achicarlo.
Gavirismo neoliberal vemos por todos lados. En la apertura económica y financiera, en la reforma laboral, en la reforma a la seguridad social, en la reforma cambiaria... No hay posibilidad, pues, de que el sucesor de César Gaviria no herede este gran legado neoliberal, y que no sea ahí donde tenga que concentrar su futuro esfuerzo de gobierno, para pulir lo que haya que pulir, pero jamás para dar vuelta atrás.
Sería inimaginable que el sucesor de Gaviria llegara al Gobierno con la intención de cerrar la apertura económica de trancarle la puerta a los mercados y de renacionalizar lo que ya se desnacionalizó. El neoliberalismo, olvidándonos del sentido maquiavélico de la palabreja, es una tendencia histórico-universal que por lo menos en muchos años más no parece tener competencia ideológica. Sin ir muy lejos, lo practican entusiasmadamente nuestro vecinos Perú y Ecuador, para no hablar de países como México y Argentina. Y ni pensar que no sea así en el próximo futuro de Venezuela, si como parece, ese neoliberal rabioso que es Alvarez Paz llega a suceder a Carlos Andrés Pérez en el gobierno.
Aquí en Colombia el problema parecería estar resuelto, cualquiera que sea la opción que termine heredando el programa gavirista. Mientras Andrés Pastrana hizo sus primeros pinitos neoliberales en la alcaldía de Bogotá, Lemos no ha hecho en su columna de El Tiempo sino escribir neoliberalismo en los últimos años. Navarro es un neoliberal venido del monte y aterrizado en la moderna realidad, y Samper es un neoliberal "de matices", que es una forma de ser neoliberal pero sin dejarse encasillar de su mala fama. No le faltarán, desde luego, al próximo presidente todo tipo de presiones, que desde ya se están haciendo sentir, para dar marcha atrás al aperturismo inaugurado por Gaviria.
Lo que deberá defender con valentía su futuro sucesor será la necesidad de seguir adelante, pero ajustando, carburando, cambiándole frecuentemente el aceite y hasta puliéndole las latas al vehículo neoliberal que hoy transita por las calles del país. Si a eso se le llama "tener matices", pues bienvenidos los matices.
Lo que no podemos hacer ahora es ponernos en el inútil trabajo de negar que, salvo Hernando Agudelo Villa, todos los demás colombianos somos neoliberales, en una época en que hasta Dios es neoliberal. -