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La crisis como posibilidad para fortalecer la Unión Europea

Es el momento para recordar algunos factores fundamentales que ponen la presente Eurocrisis en su debido contexto.

Semana
10 de noviembre de 2011

En los últimos meses parece estar de moda augurar el fin de la Unión Europea y descubrir deficiencias en todos los aspectos de este proyecto. Es cierto que hay mucho para criticar y espacio para mejorar. La Unión Europea se cree más importante de lo que es como se pudo apreciar durante la “primavera árabe” cuando no tuvo un papel relevante; de igual forma, hace falta un análisis más realista del orden internacional con sus poderes emergentes (Brasil, China, India, Turquía etc.). Algunos países miembros y por lo tanto, la Unión, no han abordado su pasado colonial lo cual es indispensable si realmente aspira ser un modelo de paz en el mundo. Y obviamente, a nivel interno no es claro hacia dónde va el camino del proyecto europeo.

Sin embargo, creo que es el momento para recordar algunos factores fundamentales que ponen la presente Eurocrisis en su debido contexto y resaltar lo realmente importante de lo que se ha logrado.

Primero, la Unión Europea como culminación de la idea de integración de Europa es en sí un proyecto. Esto quiere decir que no hay planes prefabricados o ejemplos de otras partes del mundo cómo integrar un continente tan diverso como Europa; es necesario recordar que en la Unión se hablan más de 20 idiomas, se encuentran diferentes modelos de estado con tradiciones y prioridades muy diversas.

Con el Tratado de Maastricht del año 1992 en el cual los entonces estados miembros definieron las tres columnas de la cooperación supranacional que son economía, justicia y política internacional y de seguridad, la integración europea llegó a un hito que es único en el mundo. Se trata de la voluntad de avanzar en una cooperación multidimensional permanente y no sólo motivado por intereses temporales. Además incluye la transferencia también permanente de derechos soberanos a unas instituciones supranacionales sobre las cuales el estado miembro no tiene total control. Mirando la teoría de estado y su desarrollo en la historia es un paso impresionante que obviamente provoca cuestionamientos con respecto al vínculo del pueblo con estas instituciones y los mecanismos democráticos para legitimarlas. Estas preguntas reiteradamente han sido el tema de los tratados europeos de los últimos años.

Segundo, recordemos que el proyecto europeo apenas tiene 60 años. Esto es importante recordar porque si miramos los 60 años antes del inicio de este proyecto, los países que hoy cooperan se masacraban repetidamente con millones de muertos. Recordemos que las dos guerras “mundiales” vieron confrontaciones entre Alemania, Austria e Italia por un lado y Francia y Gran Bretaña por el otro con muchos países como Bélgica, Holanda y los países nórdicos ocupados. Recordemos las diferentes guerras por el control territorial en los Balcanes en el inicio del siglo XX donde se enfrentaron los mismos poderes mencionados.
Mientras que la integración europea empezó prácticamente como un intento para limitar a Alemania y se desarrolló hacia una cooperación en diferentes temas y niveles. Una guerra en estos territorios hoy en día es poco probable.

Tercero, miremos los éxitos de los últimos 20 años, época que estuvo marcada por la transformación de los países centroeuropeos que en 1989 dieron el paso de liberarse del comunismo real. Fue un proceso muy doloroso y complejo como sucede en todas las transformaciones de los sistemas políticos, económicos y sociales. Recuerdo cuando siendo niño hicimos con la escuela una excursión a una región muy bonita de Austria, llena de ríos y verde; de repente vimos las torres militares, las rejas eléctricas y las personas armadas que cuidaban el río fronterizo con la entonces Checo-Slovakia, que representaba para muchos la entrada a la libertad, pero para muchos otros también el cementerio. Hoy se pueden cruzar las fronteras al Este sin problema, sin siquiera mostrar el pasaporte. En 2004 países como Eslovaquia, Hungría, República Checa, Polonia, Eslovenia y los países bálticos entraron a la Unión Europea aunque su nivel económico no llegó al 60% de los demás países miembros. En 2007, se unieron Bulgaria y Rumania, dos países de Europa del Este con desafíos significativos. Quiere decir que en los últimos 20 años, el número de
países miembros de la Unión se aumentó de 12 a 27 incluyendo a países que pocos años atrás se vieron enfrentados en la Guerra Fría.

Cuarto, recordemos los demás logros que hoy se consideran como auto-evidentes los cuales en su momento, significaron grandes desafíos, como son: la introducción de la moneda común, el Euro, con la cual hoy pagan unos 330 millones de europeos diariamente dejando atrás las monedas nacionales que en muchos casos tenían un valor simbólico de independencia y autonomía nacional; el libre viaje desde Portugal hasta Suecia sin tener que mostrar ni siquiera el pasaporte en las fronteras; los intercambios estudiantiles bajo el sistema Erasmus que permite a millones de estudiantes estudiar en otros países europeos, fortaleciendo así una identidad europea la cual no significa olvidar o perder la propia identidad nacional.

Obviamente la crisis alrededor del euro provocó una reflexión no siempre bien dirigida sobre el futuro de la Unión. Esta crisis es más una crisis fiscal de algunos países miembros que han vivido por encima de sus posibilidades, lo que, en el marco de la Unión y el grado de integración económica, transciende las fronteras nacionales y se convierte en una crisis de la zona euro. De hecho, las medidas discutidas para enfrentar la crisis constituyen pasos significativos hacia la profundización de la integración lo cual contradice a los que vaticinan el fracaso de la Unión.

En este contexto es importante anotar que hay también, una crisis de visión la cual siempre está acompañada por incertidumbres. Los logros de los últimos años han sido tan masivos que mucha gente se siente desbordada y brotan de nuevo temores frente a la pérdida de lo propio, la idea que es un constructo supranacional que decida sobre temas importantes de su vida, y la velocidad de la integración de muchos países diversos sobre los cuales se han cultivado estereotipos por décadas. Además, la paz se ha hecho tan natural que ya no se la asocia fácilmente con un proyecto político de integración. A esto se suma que las instituciones no se han desarrollado al mismo ritmo que se integraron nuevos países.

Hay otro factor social que se nota en diferentes áreas, pero también con respecto al proyecto europeo: la falta de seguridad en lo que concierne a la identidad propia. Hay un vacío enorme de fuentes de identidad en Europa que desencadenan en una falta de visión sobre cualquier proyecto que va más allá de lo personal. El secularismo, el consumismo y el materialismo no son fuentes que llenan a la gente de satisfacción o sentido de pertenencia. Por lo tanto, se incrementan fenómenos como la xenofobia o la islamofobia en países que por su bienestar material no deberían sentirse amenazados en cuanto a su prosperidad. Lo ajeno se vuelve sospechoso e incluso peligroso. Esto no es un ambiente para construir una Europa de diferentes. La retirada hacia lo conocido y lo supuestamente seguro es la consecuencia; el anti-europeísmo también.

Los logros anteriormente descritos fueron los resultados de una visión política, económica y social – el sueño de un continente en paz y prosperidad. Este sueño se ha cumplido en gran parte. Es el tiempo de utilizar la crisis para avanzar en la idea europea y crear nuevos sueños. Por esto, la crisis no es tanto una razón para lamentar o prever el derrumbe de la Unión sino para seguir construyendo un proyecto que tiene mucho que aportar en las nuevas dinámicas mundiales. .

* Politólogo de la Universidad de Viena/Austria e internacionalista de la Universidad de Syracuse/EE.UU. Actualmente escribe su tesis doctoral sobre justicia transicional y construcción de paz en Colombia.

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