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La crisis múltiple y cómo afrontarla

En la pospandemia no se podrá evitar la deliberación pública alrededor del pacto social incumplido del estado social de derecho de la Constitución de 1991.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
30 de junio de 2020

Aun antes de la pandemia, el malestar social se venía manifestando, y masivamente, como lo constató la sorpresiva afluencia de marchantes el 21N. Si bien el Gobierno criticó la multiplicidad de demandas reunidas por el comité de paro, la realidad es que tenían por común denominador la desigualdad y la falta de representación. Son las dos caras de la plutocratización del poder que monopoliza la representación en interés propio y genera la aceleración de la concentración de la riqueza y los ingresos. El fenómeno es mundial y no exclusivamente colombiano, aunque el país registra los índices más agudos de concentración de la tierra, la propiedad accionaria, los activos productivos y del acceso efectivo a los bienes públicos, en su mayor parte, privatizados.

En su libro, Capital e Ideología, Thomas Piketty, con un acervo estadístico formidable, muestra cómo la participación del decil (10 %) superior en la escala de ingresos recibía en 1980 entre el 25 y el 35 % del ingreso total, frente a entre el 35 y 55 % en 2018, y subiendo. Lo más sensible es que esa concentración creciente de la renta mundial se ha producido en detrimento del 50 % más pobre. Otras estadísticas muestran el vaciamiento del medio que, en América Latina, según la Ocde, comprende el 40 % de la población caracterizada como clase media vulnerable o en vías de empobrecimiento aun antes del coronavirus.

Este panorama se debe a cómo se han venido instrumentalizando las herramientas inventadas por la sociedad para distribuir el producto social, en favor de quienes, mediante el poder económico, mueven las cuerdas del poder político para legislar, reglamentar y juzgar a su favor. Dichas herramientas son la tributación progresiva, la educación gratuita, el sistema laboral, el sufragio y la salud pública universal, dentro de un régimen de propiedad privada expansivo en su protección, pero no en su acceso para quienes carecen de ella.

En la pospandemia no se podrá evitar la deliberación pública alrededor del pacto social incumplido del estado social de derecho de la Constitución de 1991. El país tendrá que recorrer el camino del mejoramiento de los ingresos de la población vulnerable por conducto de aumentos sustanciales y sucesivos en el salario mínimo legal, especialmente en esta coyuntura cuando debe estimularse la demanda para evitar la deflación que ya se asoma. Aunque ello cubre a apenas el 10 % de la fuerza laboral y a los pensionados de salario mínimo, tiene su efecto indirecto sobre la escala general, pero no es suficiente. Debe completarse con la renta básica garantizada para quienes no lleguen al umbral del salario mínimo.

Para abordar el problema de la productividad laboral debe reversarse la reprimarización de la economía y la concentración de la tierra de los últimos años. Estos dos factores han sido un ejercicio de suma cero. Sin los eslabones comunicantes del avance tecnológico de la industrialización y la reforma rural integral, las exportaciones de materias primas no aportan a la productividad, pero tampoco a la fiscalidad ni al empleo. La productividad nacional se ha reducido del 78 % de la de los países de Europa en los años cincuenta, a menos del 40 % en la actualidad, y su escaso aporte al fisco y al empleo no se compadecen con el daño ambiental y las exigencias del cambio climático.

Finalmente, debemos recuperar el papel protagónico del Estado en la provisión de los bienes públicos de salud y educación pública, gratuita y de calidad, en esta nueva etapa, de la educación superior que es el principal nivelador, al lado del sistema tributario progresivo que garantizará los recursos públicos para reconstruir el pacto social. Y que no se diga que Colombia no cuenta con la base material para sostener el Estado que requiere y no el remedio que se ha visto a gatas para enfrentar la pandemia.

La fórmula mágica del desarrollo económico que se debe impulsar en medio de la recesión pandémica es democracia de calidad, estado social fuerte, fiscalidad progresiva, mercado competitivo, transición ecológica y trabajo bien remunerado.