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La disyuntiva

En Bogotá no compiten Mejía y Mockus, sino dos modos contrarios de entender el bien público.

Semana
20 de noviembre de 2000

Hay dos maneras de entender el bien público. Como una suma de bienes individuales. O como una forma de organización donde todos ceden para que todos puedan ganar más.

El encanto y la fuerza de María Emma Mejía consisten en creer y en defender la primera idea. El encanto y la fuerza de Antanas Mockus consisten en creer y en defender la segunda idea. Y de este hecho tan sencillo se desprenden, una tras otra, sus diferencias de fondo y de estilo.

Comencemos por el fondo. ‘Prosperidad ante todo’ es el nombre del programa oficial de María Emma. El de Antanas se llama ‘Bogotá culta y productiva con justicia social’. El primer título promete y el segundo esboza una hipótesis; el uno anuncia resultados y el otro sugiere prioridades; el primero suena a campaña y el segundo a gobierno. Y este contraste se reitera al comparar las 20 páginas de cada documento, o las respuestas de uno y otro candidato a cada una de las preguntas formuladas durante los debates.

Mejía dice que se diferencia de Mockus en su habilidad para “solucionar conflictos urbanos” y su “énfasis en lo social”; Mockus dice que se diferencia de Mejía en su “firmeza” y en que “tanto los poderosos como los débiles tendrán que respetar las normas”. Antanas pisará callos “fuertemente y de todo mundo”; María Emma no pisará callo alguno (su afirmación textual: “El callo más importante será con la generación de empleo”). Mockus cobraría alumbrado y peajes; Mejía pediría más subsidios a la Nación. El derribaría cerramientos, cerraría El Campín y talaría más árboles; ella no. El vendería la ETB; ella la arrendaría. Ella le devolvería la plata a los ediles; él no. Ella buscaría una “coalición de gobierno”; él “no sobornaría a los concejales”. Ella nombraría “sin desconfianza”; él buscaría colaboradores “transparentes”. Ella duplicaría el pie de fuerza policial; él no sabe de dónde saldrían los recursos. El intervendría el Country, Los Lagartos y quizás el Cantón Norte; ella, con esa plata, “pagaría el funcionamiento del Hospital La Victoria”. Ella crearía el Fondo de Inversiones para el Empleo y él “apoyaría el programa de formación de jóvenes hacia el trabajo”. Ella extendería el grado cero a los niños más pobres, renovaría los grados 10 y 11 y abriría más sedes universitarias; él mejoraría la evaluación del sistema educativo y seguiría formando cultura ciudadana…

Las diferencias de estilo son sólo un corolario de aquellas concepciones encontradas. En María Emma brillan el don de gentes, la disposición de oír a todos y no hablar mal de nadie, el manejo de las cámaras, la respuesta pronta, la actitud conciliadora y el paso fácil de uno a otro padrinazgo político. En Antanas brillan la capacidad analítica, la independencia intelectual y personal, las respuestas abstractas, el manejo de símbolos, la actitud pedagógica y la dificultad para transar.

Pero, más que virtudes o defectos personales, los que se encuentran son dos proyectos de ciudad: ciudad-reparto o ciudad-ciudadana, la urbe como botín o como ágora, como trama de intereses privados o como espacio de construcción colectiva. Detrás de María Emma viene en puntillas el viejo país: los mismos clientelistas, los mismos monopolistas, los mismos sindicalistas y el mismo promeserismo ocultos tras su rostro amable, su personalidad cautivadora y su ‘independencia’ de última hora. Detrás de Antanas habría de cerrar filas todo el nuevo país, comenzando por los candidatos que están de su mismo lado: Gómez Serrano, Clopatofsky y Jaramillo, al lado de los concejales que necesitamos en vez de los Dimas y los Telésforos; gentes como Bruno Díaz, Juan Carlos Flórez, Efraín García, Carlos Fonseca, Fernando Rojas, Diego Molano y Jorge Eduardo Castro.

La recuperación política de Bogotá comenzó con Jaime Castro y el desmonte de las corruptelas del Concejo, siguió con Mockus y la cultura ciudadana, se acentuó con Peñalosa y su defensa erguida del espacio público. El próximo domingo se decide si seguimos o nos devolvemos, si en medio de este país desbaratado se mantiene o se pierde el poco espacio que hemos logrado sustraer de la piñata. Así que esta no es una elección cualquiera.

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