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COLUMNISTA INVITADO

La guerra continuada por otros medios - batalla de chacales

Esta campaña se caracteriza por la confrontación desnuda de dos tipos de egos que se nos muestran o que se consideran en sí mismos como los segundos libertadores de la patria.

Semana.Com
27 de mayo de 2014

El teórico de la guerra Claus Von Clausewitz definió a la guerra como “la política continuada por otros medios” y el filósofo francés Michael Foucault invirtió este aforismo para indicar que “la política es la guerra continuada por otros medios”. Para éste último,  lo anterior implica que en un sistema político, las luchas políticas, los enfrentamientos relativos al poder, con el poder, para el poder, las modificaciones de las relaciones de fuerza deberían ser interpretados sólo como la continuación de la guerra y solo la decisión definitiva  puede venir de la guerra, es decir, de una prueba de fuerzas en la cual, finalmente, sólo las armas deberán ser los jueces. 

Pareciera ser que hoy nos encontramos ante esas situaciones en que las luchas intestinas protagonizadas por las diferentes tendencias políticas serían así descifradas como episodios, fragmentaciones, cambios de lugar de la guerra misma. Varios medios de comunicación han acuñado este periodo electoral como de “guerra sucia” y algunas campañas electorales han acudido a todos los medios posibles, legales e ilegales, para lograr la victoria electoral y hay quienes se atreven a señalar ésta como la contienda electoral más baja de nuestra historia republicana.

Si seguimos la máxima de Foucaultiano nuestro país estará signado por mucho tiempo, más allá de la terminación definitiva del conflicto con las FARC y el ELN, a un estado permanente de guerra, y ésta contienda electoral demuestra una vez más que se está muy lejos de resolver por las vías o causes democráticos las relaciones de poder y de inclusión para hacer realidad una verdadera democracia y la prevalencia del  Estado Social de Derecho. 

En primer lugar hay que anotar, que esta campaña se caracteriza por la confrontación desnuda de dos tipos de egos que se nos muestran o que se consideran en sí mismos como los segundos libertadores de la patria. El primero de ellos la “víctima” hecha victimario. Para éste la guerra es un acto de fuerza que se soluciona de manera sangrienta y no hay límite para la aplicación de dicha fuerza, la única forma de solucionar el conflicto es a través de la guerra y la aniquilación del enemigo. Esta víctima hecho victimario representa una clase social emergente, capitalista territorial, corrupta, narcotraficante y religiosa. De otra parte, quien se presenta como el adalid de la paz, no como convencimiento personal o por una necesidad de la sociedad colombiana, sino por la convicción de pasar a la historia como el hombre que libero al pueblo colombiano del conflicto armado interno. Una clase política depredadora, corrupta, pusilánime, que cohonesto y permitió la andanada paramilitar de esa clase emergente que hoy le disputa el poder. No hay que olvidar que precisamente fueron esas elites emergentes quienes cegaron la vida de insignes colombianos y miles de compatriotas.

En segundo lugar habré de advertir, que este concepto de la guerra y la destrucción del enemigo solo pueden ser cumplidos mediante la lucha, con enfrentamientos que involucren todas las fuerzas pues sólo así se llegará a los mayores éxitos y estos enfrentamientos se funden en grandes “batallas”. La necesidad de liquidar al enemigo requiere de utilizar todos los medios que la guerra le puede proporcionar, legales e ilegales, pero ¿Quién se encuentra en condiciones ideales para liberar esa guerra de aniquilamiento, de destrucción total? ¿Si la paz es un obstáculo para la aniquilación del enemigo pues esta implica concesiones al mismo, que medios se deben utilizar para ganar la guerra? 

Esta clase emergente tiene el pleno convencimiento que solamente por las vías de la violencia podría lograr derrotar al enemigo, a su victimario, y que era necesario crear un gran proyecto nacional por las vías legales e ilegales, que permitiera la toma del poder estatal nacional y la construcción de lo que él denominó como el “Estado Comunitario”, una vez en el poder del Estado era necesario bilateralizar el conflicto y así lo hizo saber en su primer discurso como Presidente de la República, para ello era un imperativo la desmovilización del aparato paramilitar, pero Uribe se convirtió en el coordinador de las delincuencias (paramilitarismo, corrupción, narcotráfico, etc), ocho años no fueron suficientes para derrotar al enemigo. Durante esos ocho años de Gobierno Alvaro Uribe logró la cohesión de las fuerzas armadas, pues su proyecto perpetuaba todos los privilegios que representan la guerra, bajo el liderazgo de los violadores de los derechos humanos, los narcotraficantes y los corruptos. Derrotar al enemigo implica enfrentar a todos aquellos que no estén de acuerdo con su proyecto político y eso explica por ejemplo la denodada persecución contra los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la oposición, periodistas, sindicalistas, entre otros tantos.

Bilateralizada la guerra y bajo la lógica de la aniquilación son las fuerzas armadas las llamadas a finiquitar la guerra, pues son ellos los depositarios de las armas y de los medios tecnológicos para hacerlo. Los últimos episodios de la grotesca campaña electoral lo que nos está demostrando es el alineamiento de las fuerzas armadas alrededor de los protagonistas del poder civil, no es fortuito que en todo el periodo de alguna manera miembros de las fuerzas armadas se relacionan con los diferentes episodios, Policía Nacional, Fuerzas Militares e incluso la Dirección Nacional de Inteligencia, organismo que fue creado precisamente para evitar los abusos del pasado. Llama la atención que los medios no se hayan percatado el detalle narrado por Revert sobre los planes de Sepúlveda de comprar un equipo de telecomunicaciones para “tumbar las comunicaciones en la Habana” el cual iba a ser llevado hasta Cuba por un supuesto agente de la DNE con todas las implicaciones internas e internacionales que estas acciones conllevan.

La utilización de medios ilegales para la interceptación de comunicaciones y la violación del derecho a la intimidad de los colombianos no es una novedad en realidad lo único que cambian son los personajes, violadores y víctimas, instituciones y tecnologías para hacerlo. Pero si se hace una matriz de éstas tendrá como denominador a nuestras fuerzas armadas y sus aparatos de inteligencia. Pacho Santos podrá recordar el momento en que José Miguel Narváez lo visito a su despacho para contarle, sin ningún reparo, que estaba interceptando las comunicaciones de sus más cercanos colaboradores, y lo hacía probablemente a través de los medios que le proporcionaba las fuerzas militares en su condición de consultor en temas de inteligencia y contrainteligencia, luego fue el DAS, después la Policía Nacional, posteriormente la Plataforma Esperanza, nuevamente la Policía, luego las Fuerzas Militares a través de Andrómeda y finalmente la utilización de mercenarios mal llamados “hacker”.

Lo anterior lo que nos demuestra es la cohesión lograda por Alvaro Uribe Vélez en las Fuerzas Militares a pesar de las dos o tres purgas que se han hecho en los últimos años. Para los analistas políticos se torna difícil y complejo entender las lógicas que se mueven en aparatos como las fuerzas militares por el carácter cerrado, secreto y piramidal que las caracteriza, pero la experiencia me ha llevado al convencimiento que solamente las diferencias internas en ese tipo de cuerpos son los que permiten que ciertas lógicas salgan a la luz pública. Si esto es así me pregunto ¿Qué está pasando en nuestras fuerzas armadas? varias fuentes de información nos pueden dar pistas para analizar lo que ocurre, de una parte los diferentes escándalos que recientemente involucran a las fuerzas armadas, las declaraciones de sus propios protagonistas, los cambios de mando operados y las opiniones de los representantes de las organizaciones de los militares retirados que fungen como trasmisores de las opiniones políticas de los militares en ejercicio. 

Esa cohesión lograda en las FFAA me permite concluir lo siguiente. i) La dirección de las fuerzas militares hoy se encuentran orientadas por las estructuras de inteligencia y contrainteligencia; ii) dentro de nuestras fuerzas armadas aún persiste la idea que la guerra y la derrota militar del enemigo sólo es posible a través de métodos y medios legales e ilegales y entre estos las violaciones de los derechos humanos; iii) la vías de la paz es un obstáculo para preservar los privilegios derivados de la guerra; iv) la corrupción y el narcotráfico son dos fuentes ilimitadas de obtener recursos económicos,; y, v) y, los amigos de la paz, entre ellos, el propio Presidente Juan Manuel Santos se constituyen en un enemigo del proyecto político que ésta clase emergente encarna. 

En anteriores artículos expresaba que en nuestras fuerzas armadas se mueven tres tendencias, los violadores de derechos humanos, los corruptos y una oficialidad y sub oficialidad que cree en los valores éticos y morales de unas fuerzas en el marco de un Estado Social y Derecho, que denominaría como los decentes.

Lo que nos demuestra esta contienda electoral, en su máximo nivel, es la expresión de la fragmentación de nuestras fuerzas armadas, no sólo derivado de la posición de las fuerzas en relación con la paz como medio para terminar de forma definitiva el conflicto armado sino del mantenimiento de los privilegios que la misma guerra proporciona.

Los chacales son miembros del reino animal que se caracterizan por su ferocidad y por su depredación, todo parece indicar que lo que está ocurriendo dentro de nuestras fuerzas y su operativización dentro del poder civil no es más que su propia guerra de chacales. Con este panorama no es nada descabellado pronosticar que si el Presidente Santos es relegido se encuentre en su próximo periodo ante lo que coloquialmente llamamos los colombianos como “ruido de sables”. 

Consultor de Derechos Humanos Independiente.

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