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La historia de nuestro tiempo

Pese a que cree que encabeza una guerra del bien contra el mal, la realidad lleva a Bush a un operativo policial de los Estados del Norte.

Semana
5 de noviembre de 2001

Fue peor la hecatombe de Hiroshima (agosto 6 de 1945). Fue más grave la crisis de los misiles (octubre 2 de 1962). Fue más la incertidumbre cuanto tumbaron a Gorvachev (agosto 19, 1991). Y no lo digo por aguafiestas, sino para darles un poco de perspectiva a los sucesos del 11 de septiembre.

Claro que el hecho fue extraordinario, y que lo fue por la suma de seis circunstancias extraordinarias. Una, el altísimo número de víctimas. Dos, los lugares y símbolos afectados. Tres, lo inesperado del ataque. Cuatro, el que viniera del extranjero, no del Unibomber. Cinco, la cobertura obsesiva de los medios. Seis, la reacción enérgica y errática de Bush.

Pero errático fue Carter con los rehenes. Obsesiva la prensa con la Lewinski. Extranjeros los 127 países donde Estados Unidos ha tenido intervenciones militares. Inesperadas suelen ser las crisis. Blancos del terrorismo en el mundo que importa han sido Londres, Munich, París, Moscú, Tokio, Madrid, Atlanta u Oklahoma. Y en varias partes del mundo que no importa —Etiopía, Cambodia, Colombia, Ruanda...— el número de muertos por terrorismo había sido mayor.

Dijo Spengler que hay un “cambio de Era” cuando la pesadilla de moda se vuelve realidad; pues hoy no estamos ante el holocausto nuclear. Y Toynbee habla de un “período” histórico por cada uno de las 21 “civilizaciones imperiales”. Pues hoy no estamos ante la emergencia de un nuevo Imperio sino —precisamente— de lo contrario: de la única “guerra” factible cuando ningún Estado amenaza al “hegemón”.

Y así, pese a creer que encabeza una “guerra de la humanidad contra el mal”, la realidad está llevando a Bush hacia una cosa más delimitada: un gran operativo policial de los Estados del Norte contra los terroristas o prototerroristas musulmanes.

Más específicamente, se trata de alcanzar cinco objetivos. Primero, la captura o muerte de Ben Laden y su círculo cercano. Segundo, la caída del régimen talibán, mejor por ayuda a la “Alianza del Norte” que por acción visible de los boinas verdes. Tercero, presión y plata para que los gobiernos ayuden a contener el radicalismo islámico en los 22 países donde tiene presencia. Cuarto, cuidado y propaganda para evitar que se extienda la Jihad. Quinto, aumento sustancial de los controles administrativos y policivos en los países del norte.

La “guerra” va muy en serio. Pero, además de su restricciones tácticas (guerra “asimétrica” la llama el Pentágono) y del peligro de un efecto boomerang, hay cuando menos tres limitaciones estratégicas. Primera: es imposible eliminar del todo el riesgo terrorista, así que es irracional excederse en el intento. Segunda, en política exterior puede haber intereses acuciantes pero no absolutos; menos cuando se habla de un Estado con intereses tan diversificados y extendidos. Tercero, para su bien, Estados Unidos es la nación más pluralista del orbe —y tanto es así que el péndulo de la sensatez ya ha comenzado el regreso—.

Ni es verdad que la historia hubiera recomenzado el 11 de septiembre. Para ser rigurosos: nadie puede saber si los eventos que hoy parecen decisivos lo serán en verdad —o si lo serán acaso en la mente de cada historiador— (y al revés: hay quien opina que el mundo sería otro si Cleopatra hubiera sido narigona).

Pero, al margen de honduras filosóficas, algún historiador podría conjeturar que el 11 de septiembre no fue el comienzo del siglo XXI sino el coletazo del siglo XX: la guerra de Bush padre contra Irak nutrió el radicalismo, la CIA ayudó al triunfo de los talibán, a Sharon lo eligieron los emigrados de la ex Urss, sin conflicto palestino no habría terrorismo, sin Elián, sin Monica o sin las papeletas “mariposa” el presidente hubiera sido Gore...

Pudo ser... Tanto como puede ser que el 11 de sepembre desemboque en un crack económico mundial, en la escalada al terrorismo químico o biológico, en la cruzada de los cristianos contra el Islam... o, al revés, en la derrota del terrorismo, en la guerra contra la pobreza, en un orden internacional menos mezzquino y más balanceado.

La historia, después de todo, es la historia que escoge y teje cada generación.