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La hora de la verdad

El primer gran reto de Uribe será llenarnos de paciencia mientras se van resolviendo los interrogantes que serán sus primeros dolores de cabeza

Semana
26 de mayo de 2002

El país no eligió a Alvaro Uribe por sus programas de gobierno. En Colombia no se vota por programas sino por personas. Lo eligieron porque los colombianos creyeron que Uribe es la persona “que va a hacer la guerra”, aunque esta sea una visión angosta e injusta sobre alguien que dedicó su campaña a demostrar que el país le cabe en la cabeza.

El primer gran reto de Uribe será llenarnos de paciencia —y por cierto que por mucho más allá de seis meses— mientras se van resolviendo los siguientes interrogantes, que sin duda serán sus primeros dolores de cabeza:

En el tema económico: No hemos entendido ni jota cuál es la propuesta de Uribe para solucionar el déficit estructural del presupuesto. Hasta ahora, sus propuestas de austeridad —incluidas la reducción del Congreso, la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura, de las contralorías y de embajadas y consulados— no permiten vislumbrar un ahorro superior a un punto de la deuda pública: nada.

Y en cuanto a la deuda externa, su propuesta de que “no hay que hablar de renegociarla sino de cambiarla, volviéndola a largo plazo y con intereses bajos” no resuelve el problema: pagarla.

Si no podemos pagar lo que debemos, ¿de dónde saldrán los 4.000 millones de dólares que costará duplicar las Fuerzas Armadas para hacer la guerra?

Y el desempleo... en ningún país del mundo han demostrado ser eficaces los planes de choque contra este fenómeno. El alma y el nervio del empleo es el crecimiento económico. ¿Cómo hará Uribe para modificar las expectativas del escaso 2 por ciento que, según se calcula, creceremos este año?

Uribe ofrece aumentar el gasto militar, crear subsidios y exenciones tributarias. ¿Cómo compaginará sus promesas con el mantenimiento del programa de ajuste? ¿Cómo enfrentará la eventualidad de una quiebra de la banca hipotecaria?

La guerra: Aunque Uribe dejó de pronunciar hace meses esta palabra, todos sabemos a lo que llega dispuesto: a ejercer autoridad. Y ese fue el mensaje que convocó la votación que le dio la victoria. Pero así como no tenemos muy claro de dónde sacará el nuevo Presidente la plata para duplicar el Ejército, tampoco nos ha quedado claro cómo implementará su propuesta de organizar (“armar” es una versión calumniosa) a un millón de colombianos, para que apoyen eficazmente a las autoridades. Pero ya no podrá patinar en temas como el de traer a los cascos azules de la ONU, que después convirtió en cascos azules nacionales y que después no volvió a mencionar en toda la campaña.

La reforma política: ¿Cuánto va a durar al fin este Congreso? ¿Logrará Uribe que los actuales congresistas voten su propia revocatoria? Debemos prepararnos para pagar el costo de un Congreso en interinidad, enfrentado a la aprobación de profundas reformas del Estado.

El reordenamiento territorial: En él tiene puestas Uribe todas sus esperanzas de cambiar económica y políticamente a Colombia. Necesitará invertir todo su empeño —y sabemos que no ahorra en eso— para reorganizar al país por regiones, porque 11 años después de expedida la Constitución del 91 no hemos sido capaces de tramitar la ley de reordenamiento territorial. Teniendo en cuenta los callos que tendrá que pisar, he aquí otro gran reto frente a un Congreso en interinidad.

El narcotráfico: Increíble: este tema no fue abordado por ningún candidato. Pero cifras aterradoras que comenzarán a conocerse en los próximos meses indican que Colombia ya llega a 200.000 hectáreas de cultivos ilícitos y que solamente en el Putumayo se resembró en un 80 por ciento lo erradicado.

La justicia: Otro tema que pasó en blanco en esta campaña. Uribe tiene como bandera suprimir el Consejo Superior de la Judicatura por inútil. ¿Pero cómo combatiremos problemas sustanciales de nuestra justicia como la congestión, la lentitud en los fallos, el exceso de trámites? ¿Apoyará el proyecto del actual gobierno de dejar a la Fiscalía sin funciones judiciales? Y si lo hace, ¿cómo garantizará que un juez pueda dictarle una orden de detención a un comandante guerrillero o ‘para’ sin que lo maten?

Las relaciones internacionales: La bandera de reducir la representación diplomática de Colombia en el exterior tendrá que examinarse cuidadosamente a la luz de las necesidades políticas de Uribe —que ya pintan ser muchas y delicadas— en el campo internacional.

A Uribe lo hemos elegido porque predicó el valor de la autoridad. Los colombianos hemos apreciado en él que está lleno de propósitos, pero la manera y la rapidez con las que enfrente estos primeros dolores de cabeza que le esperan como nuevo Presidente determinarán cuál va a ser la estatura histórica de su presidencia.

Para bien o para mal, el país ha votado por una incógnita. ¡Doctor Uribe, no nos falle!

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