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La humanidad en emergencia. (Por Erika María Rodríguez)

Semana
14 de agosto de 2006

Inmigración y corresponsabilidad global

Durante esta semana dos barcos que salvaron a más de un centenar de personas de origen africano, que intentaban llegar a Europa, navegaban a la deriva en espera de que el gobierno del puerto más cercano aceptara el desembarco de los náufragos rescatados. Pese a los convenios internacionales que obligan a cualquier país a acoger a personas rescatadas en altamar, pasó una semana antes de que las negociaciones diplomáticas lograran que un puerto finalmente recibiera un barco, el segundo barco tuvo que dirigirse a un puerto Español tras recibir el rechazo de dos países. De poco sirven los acuerdos cuando no hay voluntad política.

Normalmente los europeos solo saben de la pobreza el hambre y en general de la terrible realidad del África Subsahariana a través de la televisión. Las emergencias humanitarias hasta ahora eran un hecho lejano que conmovía profundamente a los televidentes pero que se terminaba con el fin del noticiario.

La inmigración de Africanos subsaharianos hacia España está trayendo a los protagonistas de los dramas humanitarios a la puerta de la casa de los primer mundistas. Pero la llegada de las endebles embarcaciones, conocidas en la península como pateras o cayucos, solo es la punta visible de una problemática a la que Europa lleva muchos años sin darle respuesta.

La inmigración masiva es un fenómeno que preocupa profundamente a los europeos tanto a los que enfrentan los nuevos procesos migratorios como a aquellos que con extranjeros establecidos hace dos o tres generaciones son aun incapaces de abandonar el termino inmigrantes para denominar a los ciudadanos de orígenes foráneos y reconocer que los problemas ya no vienen por cuenta de la procedencia sino por la ineptitud del propio sistema nacional.

Ahora bien en el caso español, la “ola” de pateras que han llevado ya mas de doce mil inmigrantes a las Islas Canarias es la punta del iceberg de la nueva emergencia humanitaria, no la que atacan in-situ la Cruz Roja y los cascos azules, sino la emergencia humanitaria donde el sentido humanitario tiene mas relevancia que el de emergencia. Miles de personas se juegan la vida para ir a un sitio donde esperan mejorar sus condiciones de vida. Aquellos que llegan a la costa casi moribundos o que son recogidos en altamar después de pasar días a la deriva, o los que se dejan literalmente la piel en saltar las vallas fronterizas son “los afortunados”. No es fácil imaginar las condiciones de vida de los que no logran.

El hecho es que la inminencia de la pobreza y la desesperanza en el continente africano esta tocando a la puerta de los españoles y urge a cambiar la forma en la que se enfrenta la problemática del “tercer mundo”, no bastan ya los convoyes de ayuda humanitaria. Hace falta cambiar o ampliar el espectro de la palabra humanidad para que incluya a todos los seres humanos que habitamos este planeta. La humanidad no es un concepto que pueda dejarse a los organismos de socorro o asistencia, es una tarea de todos los gobiernos y ciudadanos, y léase “todos”, porque también es cuestión de los gobiernos de los países pobres. Humanidad tiene que ser el concepto que lleve a que las personas tengan una vida digna y segura tanto en el lugar en el que nacen como en cualquier otra parte del mundo, no por el hecho de ser ciudadanos sino por el de ser humanos. Apelando al concepto de humanidad no puede existir el de “persona ilegal”, pues es la humanidad y no la ciudadanía la que debe inspirar la política global.

Los países que reciben inmigrantes se aplican en el cierre de fronteras y en lograr acuerdos para lograr la rápida repatriación de los que alcanzan la frontera. La inmigración se convierte en un problema de seguridad y se destinan ingentes recursos para mantener las fronteras selladas para ciudadanos no deseados o pobres que es lo mismo.

Ver la inmigración como un problema de seguridad desde luego no resuelve el problema de las personas que migran, solo alarga los recorridos o cambia los destinos, pero no alivia el hambre ni atiende al fortalecimiento de los sistemas de gobierno y de derecho de los países de origen.

¿Pero que pasa con los países que expulsan migrantes?, también allí hay una responsabilidad, si bien hay muchos en los que el Estado ni siquiera esta realmente constituido y las responsabilidades se diluyen en el caos, hay gobiernos que si que tienen la capacidad de velar por que sus ciudadanos encuentren condiciones de vida dignas y evitar que se aventuren en migraciones forzosas e incluso suicidas. Hace falta un consenso internacional que exija a todos los países y en su caso a los dirigentes a asumir por igual la responsabilidad sobre la mejora de la calidad de vida. Las ayudas al desarrollo son un deber de los países más ricos, pero lograr el desarrollo es también una responsabilidad de los gobiernos locales.

Por ultimo hace falta volver la mirada hacia nosotros mismos, porque Colombia es también uno de los mayores productores de migrantes, hace falta preguntarse cual es la responsabilidad del Estado en la salida de muchos compatriotas que se aventuran a la ilegalidad en el exterior. Si bien es una decisión personal, lo cierto es que la magnitud de la población que migra hace pensar que hay condiciones sociales que llevan masivamente a las personas a tomar esta decisión. La esperanza de una vida mejor es la respuesta, pero no solo la respuesta sino también la evidencia.

Es una vida mejor la que le permite a los colombianos emigrantes cubrir necesidades básicas y hacerse consumidores de productos a los que mientras estaban en Colombia no podían acceder, por ejemplo, una vivienda. Esa vivienda en Colombia que el Gobierno incentiva a comprar, porque siendo pobres en Colombia nunca fueron tan rentables como ahora que son potenciales clientes gracias a su trabajo en tierras lejanas.

Probablemente lo que esta logrando Colombia es motivar a que mas personas tomen la decisión de emigrar para que se conviertan en importadores de divisas e inversiones en lugar de incentivar la mejora de las condiciones de vida al interior del país y preservar su capital humano. En este caso los países receptores de inmigrantes también tienen que cuestionar al gobierno que deja que sus ciudadanos se vayan sin hacer esfuerzos verdaderos porque encuentren en su lugar de origen las condiciones de vida dignas y sobretodo expectativas promisorias para el futuro.
 
Por: Erika María Rodríguez
Investigadora Predoctoral
Universidad Autonoma de Madrid