Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

La incontenible invasión de los venezolanos

Por la forma como afecta a los presupuestos nacionales y regionales de salud, educación y seguridad, ningún problema es más grave ni tendrá mayores repercusiones que la migración masiva y desesperada de nuestros vecinos.

Germán Manga, Germán Manga
6 de junio de 2018

Esta semana vence el plazo dispuesto para el Registro administrativo de migrantes venezolanos en Colombia que, según la Cancillería, será el insumo principal para la formulación de una “política integral de acción humanitaria”.

Los datos oficiales señalan que en 2017 se registraron 63.000 venezolanos, 230,000 en el primer trimestre de 2018 y según lo comunicara el Presidente Juan Manuel Santos en la ONU, ya son más de un millón los que viven entre nosotros.

Esto plantea una crisis mayor en dimensión y gravedad, que la que, con economías más robustas y gobiernos más serios, enfrenta la Unión Europea por las migraciones desde Africa Susbahariana o desde Siria. Una crisis que retrata una vez más, el insólito y frívolo manejo de las prioridades y del tiempo de nuestras autoridades, en contemplativa etapa de diagnóstico, mientras avanza en el país en forma incontrolable, la mayor catástrofe humanitaria de todos los tiempos.

Bajo el régimen chavista -que planteó erradicar las oligarquías para impulsar las aspiraciones de los más débiles-, el índice de pobreza en Venezuela ya supera 80%. En lo que va corrido del año la inflación se acerca al 2.000% y la economía acumula 17 trimestres de contracción porque además de quebrar los negocios –comercio, agricultura, industria, servicios- el gobierno de Cuba y la cleptocracia “bolivariana” que controlan el país, acabaron con la producción petrolera que era la principal fuente de ingresos.

Hace pocos días la fundación InSight Crime, especializada en estudiar el crimen organizado, entregó los resultados de una investigación de tres años en Venezuela y denunció que hay por lo menos 123 altos funcionarios de todas las ramas del poder público involucrados en narcotráfico, contrabando, saqueo de recursos públicos y otras actividades delictivas. Señala el informe que bajo el chavismo “las arcas del Estado han sido saqueadas a escala industrial por la élite Bolivariana”: entre US$70 mil y US$300 mil millones de dólares, desde 1999 hasta hoy.

Las responsabilidades y secuelas de ese desplome de nuestro vecino, un Estado mafioso y corrupto, que ya no tiene con qué pagar sus obligaciones y que perdió el control de su economía, caen sobre nosotros. Por eso todos los días entran decenas de miles de venezolanos a Colombia y seguirán llegando pues los impulsa el hambre, la enfermedad, la angustia y la desesperación por haberlo perdido todo. En su país no hay trabajo, ni comida, ni medicinas, ni materias primas para producir. Según Caritas este año morirán 280.000 niños de inanición en Venezuela.

El discurso de que son nuestros hermanos y que cuando eran ricos acogieron a colombianos humildes es válido, pero incorporar a millones de personas en una economía tan débil como la nuestra, con 9,4 % de desempleo y varias regiones con elevados índices de pobreza requiere mucho más que un censo y la formulación de una “política integral”.

Para remediar la falta de información acerca del tamaño de la diáspora el economista venezolano Ricardo Haussman y Muhammed Yildirim de la Universidad de Koç, en Estambul, crearon un “indicador de la emigración” con base en datos de Twitter (28 % de los venezolanos son usuarios de esa plataforma). Estimaron la tasa anualizada de emigración en 9,7%, lo cual significa que estarían saliendo de Venezuela 2,9 millones de personas al año, 24 % hacia Colombia, 15 % a Chile y Argentina y los demás hacia otros países.

Es un problema que seguirá empeorando y que no tiene solución a corto plazo. Para Maduro y su régimen el movimiento es un gran negocio –menos bocas que alimentar y más gente enviando remesas, fuente principal de subsistencia para los que siguen en casa-. Son migrantes, no refugiados, lo cual limita la ayuda internacional. Y aún si cayera el régimen, la reconstrucción económica y social de Venezuela tardaría varios años. Empeorará porque son dantescas las consecuencias de la caída y formidables las amenazas para nuestro país. Tan solo en salud Venezuela retrocedió entre 25 y 30 años. El hambre, la desnutrición, la inseguridad y la falta de servicios públicos básicos dispararon las enfermedades, reto que ahora traslada a nuestro sistema de salud epidemias de sarampión, gripe A H1N1 paludismo, difteria, dengue, embarazos de alto riesgo, enfermos cardiovasculares, cerebrovasculares HIV, cáncer, enfermedades inmunológicas o trasplantes.

Ni la polarización política que deja la contienda electoral, ni el desplome del proceso de paz con las Farc, ningún problema es más grave ni tendrá mayores repercusiones para nuestro país que esta migración masiva de hombres, mujeres y niños, solo comparable con la de millones ciudadanos sirios hacia Turquía, Líbano y Jordania y la de africanos a Kenya, Chad, Uganda o Sudáfrica.

El flujo de venezolanos hacia Colombia compromete seriamente la estabilidad económica del país, los presupuestos nacionales y regionales de salud, educación y la seguridad en nuestro territorio por lo cual debería ser una misión para presidente y varios ministros. Es urgente atender en forma proactiva las necesidades de los que llegan, –cuando los pobres de aquí siguen tan mal atendidos- y encontrar formas de hacer ese movimiento poblacional económicamente provechoso y socialmente sostenible. Produce angustia y dolor que una crisis de esa magnitud dependa de la capacidad de gestión del mismo gobierno que en ocho años no ha podido reconstruir Gramalote -3.000 damnificados- ni resolver los desafíos de la reinserción de 8.000 de las Farc. Que la estén atendiendo al ritmo que van y en niveles intermedios de la administración, pese a que crece tan gravemente la problemática, y al mismo tiempo la tensión y la xenofobia en pueblos y ciudades, solo significa que se lavaron las manos a lo Poncio Pilatos y le trasladaron la responsabilidad al próximo gobierno. “El que venga atrás que arrié” dice la cultura popular.