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LA INEPTITUD

Antonio Caballero
23 de septiembre de 1996

AL cabo de 26 días de protestas, siete muertos, 72 heridos, el envenenamiento de muchas leguas de caños y de ríos por derramamientos de petróleo, y 55.000 millones de pesos en pérdidas, los 120.000 campesinos cocaleros alzados en el Putumayo lograron un acuerdo con las autoridades: a partir de ahora la erradicación de los cultivos de coca será volun- taria y se hará a mano, sin fumigaciones aéreas de herbicidas que destruyen también el plátano, la yuca y los ojos de los niños; y el gobierno hará "millonarias inversiones" (no se sabe de cuántos millones: tal vez no lleguen a los 55.000 millones de las pérdidas) en vías, salud, vivienda, educación y servicios públicos. Es una muestra de la incompetencia criminal de nuestros gobernantes el que para llegar a semejante acuerdo, que consiste simplemente en que el gobierno se compromete a ayudar a los ciudadanos en vez de dedicarse a perseguirlos, hayan sido necesarios levantamientos, enfrentamientos, muertos. Pero bueno: más valen las promesas, aunque después no sean cumplidas, que el plomo a discreción.

Eso, en el Putumayo. Porque en el Caquetá, donde acaba de haber otro muerto y 10 heridos (esto se escribe el viernes) en choques entre los soldados enviados por el gobierno y los 45.000 campesinos que marchan sobre Florencia, por lo visto todavía faltan cadáveres para llegar a un acuerdo como el Del Putumayo. En el Guaviare también sigue la protesta. Y ya los campesinos del Guainía emprendieron su propia marcha. Aunque 'marcha' no da idea de lo que puede ser eso: familias de colonos que abandonan su chacra miserable en el calor de la selva y meten en la canoa el perro, la gallina y los niños palúdicos para echar canalete por el río. 'Marcha' es la que hizo Mussolini sobre Roma, en tren. O la 'Marcha Triunfal' de Darío, con sus claros clarines. Lo que hay desde hace un mes en el sur del país es un éxodo bíblico, sin Moisés y sin tierra prometida (o bueno, sí: prometida sí). En el Guainía, donde ya fue enviado a atajarlo el ejército del Faraón. En el Cauca, en el Huila donde ya empieza. Y luego vendrá el turno de los demás departamentos. Porque es en todo el país donde los campesinos piden, porque lo necesitan, vías, educación, servicios de salud, mercados para sus productos, protección para sus vidas.

No es cosa de Samper, insisto, no es cosa de Samper. El presidente Ernesto Samper es un inepto, de acuerdo, y lo sabíamos desde cuando se enfrentaba por la presidencia con ese otro inepto que es Andrés Pastrana, al cual acaban de ponerle, por inepto, una multa de 830 millones de pesos por haberle causado a Bogotá pérdidas de miles de millones con el embeleco de una fábrica de asfalto, cuando era alcalde. Ojalá, además de ponérsela, se la cobren. Ojalá le pongan y le cobren otras por sus otras ineptitudes frívolas de gobernante capitalino: ese puente mal hecho de la 90 y pico que ha habido que rehacer cinco o seis veces, esa Avenida Caracas destruida. Pero no menos ineptos que Samper, o que lo que hubiera sido su rival derrotado, han sido todos sus antecesores. Ese César Gaviria que, con su improvisada apertura económica, arruinó el campo, dejando como único cultivo rentable el de las matas de coca que al mismo tiempo se comprometió a erradicar a sangre y fuego, provocando la situación actual. Mucha ineptitud y mucho mal gobierno durante los últimos decenios han tenido que ser necesarios para conseguir que, como dicen ahora los ineptos generales para justificarse, la narcoguerrilla sea capaz de movilizar contra el gobierno a millones de campesinos para pedir... ¿Qué? Casi nada, lo elemental, lo muchas veces prometido: salud, educación, agua potable. Hace 15 años el inepto presidente Turbay prometió que él haría "la revolución del agua": ¿y han visto ustedes agua? Hace 20, el inepto presidente López dijo que él iba a "cerrar la brecha" entre la ciudad y el campo: miren el campo ahora. O miren la ciudad. Pero si también las ciudades colombianas son cada día más invivibles, la causa principal es la ruina del campo, que arroja a ellas cada año a cientos de miles de campesinos que ni siquiera han podido sobrevivir sembrando ibido sembrarla por orden del gobierno de Estados Unidos; tan inepto él también que es incapaz de imponer sus prohibiciones en su propio territorio, pero tan fuerte que puede trasladar las consecuencias de su ineptitud a sus colonias. Por la ruina del campo, fomentada por las ineptitudes sucesivas y acumuladas de nuestros gobernantes de los últimos 50 años, Colombia se está deshaciendo en miseria y en sangre (por otras causas también, pero no caben en este artículo). Y a cambio de ella solo hemos sacado en limpio el sueldo en dólares que le paga la OEA al ex presidente Gaviria, o el que le paga el Banco Mundial al ex ministro de Hacienda Guillermo Perry. Hay otros más: pero esos dos son los sueldos más recientes y significativos. Negativismo, me dicen. Me reprochan que no veo nada bueno. Pero ¿ustedes lo ven? Sí, a veces encuentra uno en los periódicos noticias positivas, como una breve del El Espectador del 23 de agosto que, bajo el título entusiasta de 'A recuperar', informa que se va a "iniciar la recuperación de la quebrada Manizales, altamente contaminada". Magnífico. Pero ¿con qué? Con una partida presupuestal donada por el gobierno... español.

Mucha ineptitud a lo largo de decenios ha sido necesaria para que la narcoguerrilla movilice a los campesinos a pedir casi nada, lo elemental

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