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MARTA RUIZ

La invención del enemigo

Convertir las bandas criminales del narcotráfico en “el enemigo” es el camino que el estamento castrense está buscando para mantener el poder, los recursos y la influencia que ostenta.

Marta Ruiz
29 de marzo de 2013

No hay mal que por bien no venga. El proyecto de ley estatutaria del fuero militar que presentó el ministro Juan Carlos Pinzón al Congreso tiene varias cargas de profundidad en materia de derechos humanos; pero puede traer consigo, entre líneas, una ganancia inesperada: que se abra el debate sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el posconflicto.

El peor escenario es el que se deriva del proyecto: que los militares se inventen un nuevo enemigo para prolongar la guerra. Convertir las bandas criminales del narcotráfico en “el enemigo” es el camino que el estamento castrense está buscando para mantener el poder, los recursos y la influencia que ostenta.

Estas bandas son el mayor factor de violencia del país. Son grupos delincuenciales bien armados, con estructuras de escaso mando y baja lealtad, pero con mucho dinero y poder corruptor. No obstante, una cosa es que esos señores tengan ametralladoras y una extensa red de sicarios, y otra que sean una fuerza de combate.

‘Don Mario’, que se supone tenía 5.000 hombres con fusiles en Urabá, fue capturado detrás de unas endebles palmeras en Necoclí. ‘Cuchillo’, si no estoy mal, se ahogó mientras huía borracho por los morichales del Llano. Los Comba y los Rastrojos negociaron a su amaño con los gringos;, y el temido ‘Loco’ Barrera también andaba refugiado, al parecer bastante solo, en Venezuela. Tampoco tengo noticias de que los de la Oficina de Envigado hayan ofrecido resistencia, más allá de darles un puñado de dólares a sus carceleros para seguir en juerga tras las rejas, al igual que ‘Fritanga’. Y si están en la cárcel, muertos, o bajo el control (o descontrol) de la DEA ha sido por la fórmula de inteligencia policial y acción de la justicia. Aunque no siempre las propias.

Por supuesto muchas de estas operaciones han contado, como debe ser, con el apoyo de los militares. Pero de ahí a convertir la lucha contra el delito común en una misión de las Fuerzas Armadas hay mucho trecho.

Los militares colombianos se han formado en la doctrina del “buscar y destruir” el enemigo, propia de la guerra contrainsurgente. Pero si las guerrillas dejan las armas, necesariamente habrá un cambio de doctrina. En sana lógica, su tarea será ocupar el territorio en función de la población y de la soberanía. Convertirse en una fuerza de construcción y de mantenimiento de la paz, como lo hacen los Ejércitos de las posguerras. Mientras la Policía deberá asumir íntegramente la seguridad ciudadana, y en especial la lucha contra el narcotráfico y sus redes violentas.

El proyecto de ley de Pinzón le incuba una crisis de identidad a la institución militar. Al enmarcar la lucha contra las bandas criminales en el Derecho Internacional Humanitario abre un nuevo frente de guerra. Algo sencillamente descabellado que el Congreso no puede dejar pasar. No puede permitir la invención de un nuevo enemigo.

Algo que ya pasó, hace medio siglo, cuando unos campesinos armados con escopetas de fisto y carabinas fueron bombardeados como si fueran un poderoso ejército insurgente. El episodio se llamó Operación Marquetalia y logró que una autodefensa insignificante se convirtiera en una máquina de guerra que ha desangrado por cinco décadas este país.

Y ahora quieren repetirnos la dosis.

Twitter: @martaruiz66

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