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LA MALDICION DEL CONGRESO

Semana
30 de septiembre de 1996

Está alborotado el cotarro porque se dice que el Congreso quiere que los noticieros de televisión cambien de dueño. Los pocos parlamentarios que han hablado sobre el tema sostienen que los informativos están en manos de un puñado de conspiradores que ejercen la calumnia como mecanismo de información sobre los políticos y que ha llegado el momento de acabar con esa situación. En esa afirmación están revueltas dos situaciones distintas: la conspiración, o mejor, la oposición al gobierno del presidente Samper, por un lado, y la labor informativa de los noticieros frente al Congreso, por el otro. Y una cosa no tiene que ver con la otra. A pesar de que muchos congresistas y miembros del gobierno lo dicen con frecuencia, no es cierto que los noticieros de televisión le estén haciendo oposición unánime a Samper. Podría decirse, incluso, que la cosa está repartida por mitades. La impresión que queda después de ver varias emisiones de cada noticiero es que en la presentación de las noticias sobre el gobierno hay un alto grado de autonomía de sus directores frente a los propietarios de los informativos (me refiero a los casos en los que el negocio no es atendido, como las buenas tiendas, por su propietario). Los noticieros de la noche, que son los que tengo oportunidad de ver con mayor frecuencia, no dejan la sensación de ser, en conjunto, demasiado antigobiernistas. El Noticiero de la Siete suele tener un aire más samperista que conspirador. 24 Horas le cae duro al Presidente con cierta frecuencia, pero a la larga queda una síntesis de dos líneas distintas, que pueden coincidir con lo que en el conservatismo son la línea dura de Enrique Gómez y la más blanda de Gabriel Melo. En la franja de las nueve y media, QAP es sin lugar a dudas más recio con Samper que CM&, y los fines de semana se puede escoger entre el antisamperismo a ultranza de TV Hoy, y un enfoque más antisistema que antigobiernista, en el caso de su enfrentado, AM-PM. En lo que sí hay palo unánime es en las informaciones sobre el Congreso. La tendencia general es la de retratar casos de corrupción parlamentaria, o a destacar situaciones en las que algunos senadores o representantes están envueltos en episodios judiciales. Estoy de acuerdo con los congresistas cuando dicen que el resultado informativo es injusto, en cuanto se generaliza el comportamiento irregular sobre la base de unos congresistas específicos. No recuerdo dónde leí en días pasados que los casos concretos de corrupción, identificados con nombre y apellido, no alcanzan a ser el 5 por ciento de los miembros del Congreso. Sin embargo, ya es un lugar común decir que el Congreso, como institución, es un nido de corrupción. Es injusto, pero explicable. Por un lado, noticia es que un parlamentario se comporte como un bandido. Que no lo haga es lo que se asume como normal, y en periodismo lo normal no es atractivo. "El parlamentario fulano de tal llega a tiempo a las sesiones, responde el llamado a lista, presenta un proyecto de ley y no se roba nada", es un titular desechable y, para ser exactos, no es una actitud elogiable sino apenas obvia. Por otro lado, el caso colombiano no es extraordinario. Hace unos días publicaron un estudio en Estados Unidos en el que se mostraba cómo la institución cuya imagen registra un mayor grado de deterioro frente a la opinión pública es el Congreso, y con él los políticos en general. Lo que sí es reprobable, desde el punto de vista informativo, es esa tendencia a considerar a cuatro o cinco parlamentarios como adalides de la moral, más por consideraciones de clase social que por otra razón. En el Congreso hay muchísimos parlamentarios decentes, que no se han robado un peso en su vida y que saltan matones por ejercer su oficio pero, a la hora de la noticia, los periodistas destacamos a los del estrato seis: Eduardo Pizano, Ingrid Betancur, Enrique Gómez, Claudia Blum... No creo que suceda nada extraordinario con los noticieros. Quitarles la concesión a los informativos para callarle la voz a QAP y TV Hoy, únicos medios de oposición real en la televisión, sería un acto inadmisible e impresentable ante el país y el mundo. Pero tal vez la oportunidad sirva para lograr algún grado de diálogo entre los periodistas y el Congreso. para tratar de hacer un poco más llevadera su maldición.

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