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La masacre continúa

Este 9 de abril debería ser un día para recordar y hacer todo lo posible para evitar que el país viva, nuevamente, un baño de sangre como el que dejó el conflicto armado. Sin embargo, el país Colombia se niega a dejar atrás la violencia.

Ariel Ávila
9 de abril de 2020

Es 9 de abril, Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas y un año más del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Este debería ser un día para recordar y hacer todo lo posible para evitar que el país viva, nuevamente, un baño de sangre como el que dejó el conflicto armado. Sin embargo, el país Colombia se niega a dejar atrás la violencia. Aún en medio de la pandemia de la covid-19 o coronavirus siguen asesinando líderes sociales.

Apenas comenzando esta crisis fueron asesinados varios líderes sociales, el primero, Alexis Vergara, asesinado en el norte del departamento del Cauca. El 19 de marzo fueron asesinados otros tres líderes, en Putumayo, Antioquia y Norte de Santander. Tal vez, el más dramático fue el asesinato de Marcos Rivadeneira, un líder social a quien conocí y quien durante años lideró procesos agrarios en el Bajo Putumayo.

Marcos, era líder del complejo corredor entre Puerto Vega y Teteyé, allí fue secuestrado y luego asesinado. Campesinos de la zona lo encontraron y lo velaron, por unas horas, encima de una mesa, cubierto por una manta. Luego, fue trasladado a Puerto Asís. El último de los hechos trágicos ocurrió el sábado 4 de abril en la madrugada, en Piamonte, Cauca. Fueron asesinados Hámilton Gasca y dos de sus hijos, mientras que su esposa y otro de sus hijos lograron escapar. De hecho,  la mujer es quien era la principal líder social y no Hámilton. Iban por toda la familia.

El asesinato de Marcos, Hámilton y sus hijos tiene una relación clara: una guerra a muerte entre el Frente Carolina Ramírez, que es una disidencia de las Farc y un grupo conocido como La Mafia, compuesto por la estructura de La Constru, narcos de la zona y algunos disidentes del extinto frente 48. La historia es la siguiente. En Putumayo el desarme de las Farc fue efectivo, literalmente se concentró el frente 48, y las zonas bajo su control quedaron sin la presencia de la vieja guerrilla. Entre finales de 2016, todo 2017 y parte de 2018, nadie llegó allá, ni siquiera la fuerza pública. Los campesinos se quejaban de que nadie les compraba la pasta base de coca, pues ningún narco se atrevía a entrar a zonas como Piñuña Negro o Piñuña Blanco o las zonas coqueras del Bajo Putumayo.

Los narcos no entraban porque no tenían seguridad y veían esa zona como tierra de nadie, temían ser secuestrados o asesinados. Los campesinos esperaron la llegada del Estado y sus programas, pero la lentitud fue única y nunca llegaron. Así que desde mediados de 2018 se comenzó a gestar una guerra impresionante. Por un lado, la disidencia de Gentil Duarte envió una misión al Putumayo y más tarde nació el Frente Carolina Ramírez. Por otro lado, narcos, viejos paras y exmilicianos del frente 48, no querían jefes, y nadie que ejerciera control, entonces se organizaron y se rearmaron. La guerra estalló rápidamente. 

Nadie es capaz de ganarle al otro, sin embargo, el Frente Carolina Ramírez ha ganado espacio poco a poco. La respuesta de La Mafia es asesinar a diestra y siniestra a todo líder que ellos crean es cercano al otro grupo y a aquellos líderes que promueven la sustitución de economías ilegales.

Lo complejo del panorama es que la población denuncia que la fuerza pública parece ausente, no hay grandes operativos, es como si estuvieran esperando a ver quién gana la guerra. Ese corredor Puerto Vega-Teteyé, donde fue asesinado Marcos, es una de las zonas más militarizadas, aun así, lo secuestraron y asesinaron. Pareciera que en Putumayo arrancó una nueva ola de violencia que dejara muchos muertos y un movimiento social totalmente destruido. Muchos líderes se concentran en la cabecera urbana de Puerto Asís y nadie entra a zona rural, allá la población esta abandonada.

   

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