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La mesa de Santos

Rodrigo Rivera ha dado tantos botes en su carrera que esta semana salieron a asustarlo los fantasmas de sus viejas declaraciones contra uribe

Daniel Coronell
20 de marzo de 2010

Todo indica que la traición es medalla en la campaña de Juan Manuel Santos. El más probable líder de la primera vuelta presidencial ha integrado un equipo en el que cada miembro tiene su palmarés de deslealtades. Casi todos los directivos de la campaña han dado saltos mortales en política. Hoy están con Santos, ayer con otro y mañana con quien toque.

Increíblemente, Juan Manuel Santos -que arranca con la apuesta más alta su mano por la primera vuelta-, tendrá su mayor enemigo en la desconfianza. Primero, la suya con su propio equipo resultado del cálculo y carente de toda espontaneidad, y segundo, la de los más recalcitrantes uribistas hacia el propio Santos.

Un sector importante del uribismo recuerda la larga lista de volteadas del candidato de la U, de las cuales sólo mencionaremos tres.

Durante la administración Pastrana pasó de directivo y promotor de la constituyente del Partido Liberal, en la oposición, a Ministro de Hacienda del gobierno conservador.

Ya sin ministerio retornó al liberalismo y se caracterizó por su firme oposición a la primera reelección presidencial -mientras buscaba la candidatura liberal a la Alcadía de Bogotá- pero cuando perdió la nominación se pasó al uribismo sin despeinarse.

Después, como Ministro de Defensa del gobierno Uribe, estuvo siempre listo para reclamar como suyos los triunfos de las operaciones, pero dejó inmensamente solos a los militares a la hora de poner la cara por el caso de los 'falsos positivos'.

Lo curioso es que Santos, tan voluble en cuestión de lealtades, esté armando un equipo que casi logra igualar sus hazañas en esa materia.

Para empezar, su compañero de fórmula Angelino Garzón. De dirigente sindical, miembro del Comité Central del Partido Comunista y constituyente por la AD M-19, paso a aspirar a la Gobernación del Valle por el Movimiento Convergencia Popular Cívica. El mismo movimiento que usó el jefe paramilitar 'Ernesto Báez' para elegir a sus candidatos al Congreso Carlos Clavijo, Carlos Higuera y Rocío Arias.

Angelino llegó al gobierno del Valle de la mano del senador Juan Carlos Martínez, hoy detenido por sus presuntos nexos con paramilitares y narcotraficantes. De la Gobernación salió con ganas de buscar la Alcaldía de Bogotá, con el respaldo del Polo Democrático al cual no ha pertenecido. Sin embargo, el ímpetu le duró hasta cuando fue nombrado por el presidente Uribe como embajador ante las Naciones Unidas en Suiza.

Ahora, el viejo zorro izquierdista es la fórmula para reemplazar en caso de ausencia temporal, o definitiva, al heredero de la seguridad democrática.

El recién designado gerente político de la campaña de Santos, Rodrigo Rivera, ha dado tantos botes en su carrera que esta semana salieron a asustarlo los fantasmas de sus viejas declaraciones contra Uribe, contra la reelección y contra el propio Juan Manuel Santos, a quien le reclamó hace un tiempo que saliera a asumir su responsabilidad por los 'falsos positivos'.

Hace apenas tres semanas, Rivera definía a su ahora jefe y candidato como un "amigo tibio del referendo", para marcar el contraste con el ardor de su penúltima pasión por la perpetuación de Uribe.

El jefe de debate, Carlos Rodado Noriega, fue conservador por más de 60 años, hasta la semana pasada cuando decidió cambiarse a la U.

Algo similar sucede con los líderes de la bancada del partido de Santos. Tengo afecto por Juan Lozano -y pienso que hará un buen papel en el Senado- pero no puedo olvidar que pasó de secretario privado de Luis Carlos Galán a compañero de causa del primo de Pablo Escobar. Tampoco que era el mejor amigo de Germán Vargas Lleras, hasta cuando decidió botarlo para irse al más rentable Partido de la U.

Tal vez no sea necesario extenderse en la historia del ex serpista Armando Benedetti ni de Roy Barreras, recién llegado de Cambio Radical. n

Así las cosas, no sería raro que las juntas directivas de la campaña de Santos terminaran con todos caminando hacia atrás y vigilando las manos del vecino.

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