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LA NOCHE DE LAS NARICES RARAS

Semana
4 de agosto de 1986

Aquella noche, en Palacio, Belisario había logrado una vez más reunir lo incontrastable con lo incompatible. El invitado de honor era el Papa, que finalmente llegó a cumplir la cita que le había arreglado el Presidente con la clase dirigente del país.
Estaban todos los que son, y también algunos de los que no éramos. Mientras al fondo del salón el Papa hablaba de la función social del capital y censuraba la violencia como manifestación política, Jaime Pardo Leal y Braulio Herrera lo escuchaban con una mezcla de cosas que se me hicieron sospechosamente parecidas al fervor y a la curiosidad. Al lado estaba María Ximena Dussán, combinando con extraordinaria habilidad una chompa de cuero con una mantilla de encaje. Unos pasos más atrás Fabio Echeverri Correa, y muy cerca, Juan Martín Caicedo. A la izquierda Ernesto Samper. Y a la derecha Carlos Efrén Agudelo, hoy amnistiado pero ayer famoso por su extremismo como dirigente del ADO: vino a Palacio a ver al Papa en compañía de su mamá. (A esta última no la dejaron entrar y tuvo que quedarse esperando en la puerta).
Este heterogéneo grupo de invitados a Palacio tiene un mérito principal. Que resume, sin necesidad de explicaciones adicionales, el temperamento de Belisario Betancur, presente en todas las políticas de sus cuatro años de gobierno. Así, igualito, prendió el proceso de paz. Organizó lunadas en la isla de Malpelo. Respetó celosamente la libertad de prensa. Nombró a Simón González intendente de San Andrés. Y garantizó a los medios de comunicación algo que se ha convertido en una especie de exquisitez del poder: el acceso a las fuentes. No hay duda. En esta enumeración existen cosas que echaremos mucho de menos en el próximo gobierno.
Pero, si bien el mandato de Belisario termina automáticamente el 7 de agosto, no podemos decir lo mismo de sus más cercanos colaboradores. Entre ellos hay muchos que saldrán del gobierno solamente con pasado. Pero hay otros que definitivamente saldrán con futuro.
Encabezando la primera lista están los ex ministros Edgar Gutiérrez y Bernardo Ramírez, y el actual ministro de Justicia, Enrique Parejo . Son los "malos" del paseo. El primero carga la cruz de una pésima gestión como ministro de Hacienda. El segundo se asoció demasiado con el régimen, y por eso a su regreso de Londres no le espera una gran demanda ni en el sector público ni en el privado. El tercero, después de una cadena de pocos aciertos y muchos resbalones, logró la hazaña de traicionar al gobierno y traicionar a su propio movimiento político. Esto lo dejó muy mal parado ante la opinión pública.
En el extremo opuesto está Roberto Junguito. Después de su brillante gestión como ministro de Hacienda, regresa de la Embajada en París con un solo problema: el de haber sido ya todo lo que podía ser en el sector público. Su prestigio no tiene ya salida hacia mejores destinos.
Hay dos ministros cuya gestión, en contra de las apuestas iniciales, fue bastante mejor de lo que se esperaba. Por un lado Vega Uribe, que tuvo el acierto de ser un ministro de Defensa más político que militar. Y el ministro de Trabajo, que a pesar de sus propias amenazas iniciales, logró hacerse enemigos en ambos flancos: el de los trabajadores y el de los empresarios. Eso sólo significa que su gestión fue lo suficientemente equilibrada. (Dicen que en ello tuvo mucho que ver su joven viceministro, uno de los pocos colombianos que de verdad se ha leido a Marx y que hace rato tomó la determinación de devolverse).
En esta lista también debe incluirse a la ministra de Comunicaciones. Si Belisario Betancur tiene futuro, Nohemí Sanín tendrá futuro. Y no hay duda de que el primero lo tiene. Pero, aun sin Belisario, ella logró, en medio de una gestión controvertida, establecer su propia identidad. El rumor de que era candidata a la presidencia del Banco de Bogotá da una idea de que a su retiro, tiene las puertas abiertas en el sector privado, especialmente en el financiero.
Y por último están los presidenciables: un liberal vs. tres conservadores.
El primero es Jaime Castro, cuyo único rival conocido es Ernesto Samper. En caso de estar interesado en el puesto, lo primero que deberá hacer al dejar el Ministerio será mejorar sus aparentemente marchitas relaciones con su partido.
Los tres conservadores son Rodrigo Lloreda, quien parecería tener la mejor opción para la próxima candidatura, si Pastrana y Belisario resuelven no aspirar. Rodrigo Marín, el próximo candidato alvarista, cuando nos toque el turno a los alvaristas. Y Augusto Ramírez, cuyas posibilidades presidenciales dependen de que subsista el belisarismo sin Belisario de Presidente.
Por lo demás, no todo lo que deje el actual gobierno va a ser nostalgia. Si hubiera que alegrarse de aquello de lo que vamos a descansar habría que mencionar en primer lugar al procurador Jiménez Gómez. Y ya en segundo al alambicado estilo presidencial por la televisión, que nos ha tenido permanentemente a cucharadas de arequipe; a Lemos Simmonds y al Ayatollah haciendo oposición en El Tiempo; a las encuestas de popularidad de Belisario; Amagá, el ritmo paisa, las familias numerosas. Carmiña Gallo cantando el Himno Nacional, y la incómoda sensación de que el Presidente de la República puede ser el que en este nomento está timbrando en mi puerta.