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La nueva oposición

Otro de sus lemas “más lápices, menos balas” resume la necesidad de que el Estado colombiano vaya ajustando su presupuesto al posconflicto.

María Jimena Duzán
12 de noviembre de 2011

¿"…Y por qué protestan los jóvenes universitarios si el presidente Santos retiró el proyecto de reforma a la Ley 30?". …Esa pregunta, que se ha vuelto reiterativa por estos días, refleja, en gran parte, la percepción que existe entre ciertos sectores de la sociedad colombiana de que los colombianos no tenemos mucho por qué protestar y que, por el contrario, lo que deberíamos estar haciendo en este momento es una marcha, pero a favor del gobierno Santos por haber dado de baja a Alfonso Cano, el jefe de las Farc.

Para esa parte de la sociedad esta protesta estudiantil no tiene sentido y los casi 200.000 estudiantes que salieron a las calles el jueves de la semana pasada son una parranda de muchachitos alevosos y desorientados que no tienen propuestas y que solo quieren alterar el orden público e impedir el flujo vehicular en las grandes ciudades. Las únicas protestas que a ellos les gustan, vuelvo y repito, son las que se hacen a favor del gobierno, como la multitudinaria marcha contra las Farc, que fue utilizada por la administración Uribe para montar un plebiscito en torno a su nombre y recoger firmas que impulsaran su segunda reelección.

En realidad lo que ha demostrado esta protesta estudiantil es que este país es mucho más complejo y que se equivocan quienes intentan simplificarlo tan fácilmente, como pretendió hacerlo el uribismo en los últimos 10 años a través de esa entelequia que se llamó el Estado de opinión.

Desde que los politiqueros secuestraron la política en beneficio de sus clanes y del suyo propio y los partidos dejaron de representar el interés nacional, importantes sectores de la sociedad colombiana quedaron excluidos y sin voz. Y son ellos los que hoy se están expresando. Por eso no me extraña que esta protesta estudiantil se esté haciendo por fuera de los partidos y casi que en contra de los políticos tradicionales. Tampoco me extraña que no crean en los políticos, como no le creyeron a Santos cuando dijo que iba a retirar la reforma a la Ley 30 si ellos abandonaban el paro. Ellos ya saben que la palabra de un político colombiano es poco confiable y que cambian de opinión con la facilidad con que se cambian de camiseta.

Lo reconfortante es que a pesar de que no crean en los partidos ni en los políticos, sí creen en la política. Y su principal aporte es el de haberla liberado nuevamente al sacarla de los conciliábulos, de los pactos de sacoleva y de los partidos que ya no representan sino intereses particulares, para llevarla a las calles. Solo por eso, muchos colombianos les estaremos inmensamente agradecidos. En medio de abrazatones y besatones, estos estudiantes le han devuelto a la política en Colombia la acción y el discurso de la que carecía.

Pero además, su discurso, lejos de ser subversivo, como ya quisieran muchos, está dirigido a construir y no a destruir, como hábilmente ha dicho una y mil veces el locuaz dirigente estudiantil Jairo Rivera. Después de ocho años de uribismo en el que lo que primó fue la destrucción del oponente antes que el respeto por el disenso y la discusión, estas protestas pacíficas y multitudinarias son más que bienvenidas, sobre todo porque no incitan a la polarización, sino a la discusión entre diferentes. "Pensar diferente no es terrorismo", dice una de sus consignas.

Otro de sus lemas, "Más lápices y menos balas", resume en pocas palabras la necesidad de que el Estado colombiano vaya ajustando su presupuesto al posconflicto en la medida en que la lucha contra las Farc se vaya ganando, que es precisamente lo que está sucediendo. De esa manera se podría proceder a reducir el presupuesto militar y se invertiría más en la educación y en la salud. ¿Es mucho pedir que los estudiantes tengan la misma posibilidad que tiene hoy un soldado de aspirar a un futuro promisorio?

Pero tal vez la hazaña más importante de este movimiento estudiantil es que ha sabido canalizar un descontento que estaba represado y que al encontrar su voz ha puesto sobre la agenda una serie de temas que van más allá de la discusión de la reforma a la Ley 30 y que tienen que ver con palabras como equidad, inclusión y con serios cuestionamientos en torno a la calidad de sociedad que estamos construyendo.

Para protestar en este país sobran razones y lo extraño no es que salgan a protestar los estudiantes sin un motivo aparente, sino que no lo hayan hecho antes.

Al gobierno del presidente Santos y a su aplastante Unidad Nacional les acaba de salir una oposición que no tenían contabilizada.

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