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La nostalgia de la guerra

Siento en el ambiente que los nostálgicos de la guerra en Colombia nos van a ganar la batalla en favor de la paz.

Javier Gómez, Javier Gómez
23 de mayo de 2017

No es una percepción pesimista o fatalista de los acontecimientos, pero creo que los francotiradores contra la paz vienen, sistemáticamente, logrando triunfos que ponen en serio riesgo la implementación del acuerdo del Teatro Colón. A veces pienso que el establecimiento, desde su confort, necesita del enemigo y que lo mejor es arrojar la paloma de la paz al fuego.

Ciertas élites no aceptan que las FARC dejaron de ser un grupo guerrillero. En sus inmodificables recuerdos, perviven las FARC de la guerra no las FARC de la paz, que ya están desmovilizadas y están en proceso de entregar las armas para convertirse en un partido político. Es la percepción simplista de que siempre hay que tener un enemigo. Así le sucede a los gringos, no pueden vivir sin enemigo, y lo siguen encontrando en Rusia.

Repito, tener un enemigo es simplista pero eficaz. Es muy eficaz cuando se legitima una doctrina que busca impedir que los argumentos de la guerra se desvanezcan. Entonces surgen decisiones como las de la Corte Constitucional que ponen en vilo un acuerdo de paz que es político y no jurídico. Un pronunciamiento que avala la doctrina de la mentira y la confusión que a diario exponen los nostálgicos de la guerra incluso contra la misma constitución, que exige que la “paz sea de obligatorio cumplimiento”.

No se nos puede olvidar la historia, que siempre enseña de sus experiencias. Culminada la Primera Guerra Mundial, el acuerdo entre los Estados europeos en torno a la paz fue tan débil y el compromiso de la sociedad tan frágil, que la eficacia del discurso nazi en favor de la confrontación tuvo sus frutos tres lustros después, se renovaron los ímpetus bélicos y el planeta, de nuevo, fue protagonista de la Segunda Guerra Mundial.

La Corte Constitucional abrió una grieta, instaló el proceso en la incertidumbre de si será posible romper el cerco de la guerra en nuestro país de manera definitiva, sin retaliación y no repetición o si los nostálgicos de la guerra lograrán el cometido de preservar sus privilegios a punta de tiros y bayonetas.

En su sensatez el gobierno busca apaciguar las aguas y advierte que políticamente hay salida si se aplican las mayorías en el Congreso en pro de la paz; no es fácil para un presidente con el sol a las espaldas apoyarse sólo en el amparo político, tendrá que echar mano de las exiguas arcas del Estado y esto en pleno debate electoral cuenta, y muchísimo, si busca un respaldo legislativo al Fastrak.

El presidente Santos tiene en sus manos la posibilidad de subsanar la insólita decisión de la Corte. El acto legislativo de 2016 le da facultades, a través de Decretos con Fuerza de Ley, para dotar de las herramientas necesarias la implementación del acuerdo de paz y que garanticen seriedad y cumplimiento de lo pactado.

Presidente Santos, si las encuestas no le favorecen por lo menos crea en sí mismo, en su proyecto. Pase a la historia.

@jairotevi

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