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La política de las armas III

Una política de las armas moderna, inclusiva y transparente es el principio sólido para que florezca la confianza que construye nación.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
10 de junio de 2019

En la columna II de este mismo título mencionamos cómo las actitudes de algunos mandos de alto nivel -hoy retirados-, fueron dando pistas sobre conductas respetuosas de las normas constitucionales y en favor de la dignidad de las Fuerzas Armadas.

Igualmente se hizo mención de los documentos que agrupados bajo el nombre “Damasco” , pretenden ser guía  institucional de las FFAA para los tiempos post acuerdo, y herramienta que desarrolle estrategias para los nuevos retos en materia fronteriza e interna.

“Damasco” afirman una visión moderna sobre las distintas fuerzas. Sin embargo, todo ha de entenderse como un proceso que exige la participación ciudadana en sus múltiples expresiones para lograr sus objetivos.

Los conceptos que guían la conducta de las armas de la nación no son un tema sólo de los uniformados.

El congreso no puede ser útil sólo para aprobar el presupuesto y definir los ascensos de acuerdo con la coyuntura y las correlaciones de fuerza del poder político.

¿Por qué no discutir la política de las armas con el movimiento social? ¿Con el movimiento campesino e indígena?, ¿con las diferentes creencias religiosas que existen en el país?

Insisto. El diálogo de los civiles y los militares en Colombia debe superar la relativa comunidad de intereses entre empresarios, gobierno nacional y fuerzas armadas. Y debe ir más allá de los acuerdos históricos con el comando sur de los Estados Unidos o la política militar del aliado principal en materia de comercio y posicionamiento geoestratégico.

La política de las armas debe integrar al país. ¿Por que el movimiento indígena no puede ser parte de una discusión sobre la política de las armas?

Así como en estos tiempos del post acuerdo unidades militares realizan actividades civiles como campeonatos ecuestres, oficios religiosos en las capillas a personal no militar, se usan los helicópteros para adelantar acciones civiles como apagar incendios, transportar enfermos etc. Asi mismo, es necesario abrir el pensamiento de la política que tiene Colombia para sus armas a todos los ciudadanos.

Es deber participar en ello y será útil para que los procesos de depuración dentro de las fuerzas, la cualificación de sus políticas y mejoramiento de prácticas se implementen con prontitud.

Es necesario poner más ojos dentro de la vida de las FFAA para lograr confianza o para evitar al  igual que lo hizo la comunidad del Catatumbo desafueros criminales como los cometidos en el caso de Dimar Torres, el ciudadano asesinado recientemente por una unidad militar.

La visión con que han funcionado las FFAA por décadas consolidó una división al interior de la sociedad que aún se mantiene.

Si eres nacido o vives en determinada vereda de Fortul, Tame, Arauquita o Saravena por ejemplo, soldados, mandos medios y de alta jerarquía te observan como enemigo o mínimo como sospechoso. Igual ocurre con el Catatumbo, con zonas del Chocó entre otras.

Esa conducta se ha trasladado también a otros sectores de la sociedad. Ese relato derivado de la tesis del enemigo interno nos ha hecho mucho daño. Si tu padre fue militante de un partido de izquierda o si tú lo eres, se levantan sospechas sobre ti y lo que haces. Si eres líder social o comunitario opositor al gobierno, eres visto como enemigo de la sociedad y del estado.

A esas valoraciones sólo les pondremos fin en un esfuerzo colectivo. Sólo conseguiremos superarlas si de verdad abrimos un diálogo que será complejo, por que debe hacerse con transparencia, llamando las cosas por su nombre.

No se trata sólo de los falsos positivos o las políticas de conteo de bajas. Involucra las herramientas y criterios con que se entrena la tropa, los conceptos que guían las tareas de inteligencia, la comercialización de armas y municiones que quebranta la definición constitucional del monopolio de las armas en manos del estado.

Debe dialogarse sobre el uso que se hace de los bienes militares y la transparencia en el manejo de los recursos económicos. Es todo esto y lo que falte.

¿Porqué? Porque una política de las armas moderna, inclusiva y transparente es el principio sólido para que florezca la confianza que construye nación.

A pesar de que este gobierno y la actual dirección del ministerio de defensa han mostrado ser repulsivos a este tipo de consideraciones, hay que insistir y reiterar que estamos en el momento y el tiempo justo para abordar el tema.

De lo contrario, la inercia de nuestro pasado atrapará de nuevo la mentalidad de los hombres que manejan las armas del país y perderemos de nuevo la batalla por construir democracia.

Y perderla, será doloroso porque esa es la única batalla en que todos podemos salir como ganadores.

Adenda: Cerrado el camino de conversaciones con el ELN observamos las consecuencias en sangre y vida de jóvenes por los ataques armados y el uso de minas antipersonal en diferentes regiones.

Adenda 2: El video con cadena del soldado Jesús Albeiro Acosta en condición de secuestrado de ex miembros de FARC nos devuelve a las páginas de horror. Insistiendo en la confrontación armada como el único camino ¿qué ganamos como sociedad?   

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com