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La política del secuestro

Ingrid, a pesar de ser candidata, no alcanza el peso específico para que su valor de canje sea perceptible. Por eso es de temer que su secuestro no será el último

Antonio Caballero
1 de abril de 2002

Por lo visto habIa quien creIa, ingenuamente, que las Farc iban a liberar a su rehén Ingrid Betancourt para que pudiera asistir al entierro de su padre ¿Por qué? ¿Cuántas docenas de padres o de hijos de secuestrados por las Farc han muerto durante su cautiverio? ¿Es que ya nadie se acuerda del caso tan publicitado hace apenas tres meses del niño Andrés Felipe Pérez, que agonizaba de cáncer mientras su padre seguía secuestrado en la selva? Las Farc no son una ONG humanitaria, ni pretenden serlo. Son una guerrilla política que supedita todo lo demás a consideraciones políticas, que en su caso son exclusivamente de índole militar. Y con el secuestro de la candidata presidencial Ingrid Betancourt están haciendo política. Es más: se trata del primer secuestro realmente político que han ejecutado en toda su historia.

Hasta ahora, en efecto, la mayoría de los secuestros realizados por las Farc habían sido de índole económica, aunque tuvieran el objetivo político de financiar su aparato militar. Algunos tenían, sin duda, intención política: los de los soldados y policías capturados en combate (entre ellos, el padre del niño Andrés Felipe), y unos cuantos de políticos profesionales (parlamentarios, gobernadores o alcaldes), que aspiraban a canjear por sus propios militantes detenidos. Pero la intención política no basta para que un secuestro sea político: es necesario que sea también política la recepción del secuestro por parte del gobierno, del Estado y de la sociedad en su conjunto. Y hasta ahora, para su mala fortuna, los secuestrados ‘políticos’ de las Farc habían sido considerados desechables por el gobierno, por el Estado y por la sociedad. Con cínico realismo estos han decidido que hay alcaldes, gobernadores y parlamentarios de sobra, y que los policías y los soldados (incluso los oficiales superiores) tampoco tienen ningún valor. Las madres se han quejado, los hijos han llorado, la prensa ha hecho alharaca. Y no ha pasado nada.

Con lo cual las Farc han acabado por darse cuenta de que para obtener efectos políticos (el canje, por ejemplo) tenían que elevar el rango político de sus secuestrados. Hace ya tres años lo anunció el ‘Mono Jojoy’: “Si no se puede el canje, tocará que algunos de la clase política acompañen a los soldados (capturados) para intercambiarlos por nuestros hombres”.

Esos “algunos” de que habla ‘Jojoy’ necesitan tener un nivel considerable para que su valor de canje sea perceptible. Y no hay que olvidar que el gobierno y el Estado colombianos no han pestañeado siquiera al considerar perfectamente desechables incluso a los miembros de la Corte Suprema cuando fueron tomados como rehenes por el M-19, en tiempos del presidente Betancur. Los únicos secuestros ‘políticos’ que han tenido en Colombia resultados políticos han sido, por eso, los que verdaderamente han ido al corazón del Establecimiento. El de Alvaro Gómez Hurtado por el M-19 en tiempos de Barco, o los de Andrés Pastrana, Diana Turbay y Pacho Santos por el narcotraficante Pablo Escobar, en tiempos de Gaviria. Con el uno logró el M-19 que el gobierno de Barco accediera a hablar en serio, y con los otros consiguió Pablo Escobar la reforma de la justicia.

Ingrid Betancourt, aunque candidata a la Presidencia de la República, no alcanza sin embargo el peso específico que en su momento tuvieron los cuatro delfines mencionados. Ni siquiera sumada a media docena de parlamentarios y otros tantos gobernadores, sin contar alcaldes. Por eso es de temer que su secuestro, el primero de cierto calado político que han hecho hasta ahora las Farc, no va a ser el último. La amenaza del ‘Mono Jojoy’ así lo anuncia. Y les aseguro a ustedes que a las Farc les da lo mismo si los parientes de los secuestrados se mueren de dolor.

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