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DIANA SARAY GIRALDO Columna Semana

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La prensa no es el enemigo

No se puede seguir permitiendo que porque se cometa un error o porque no les guste la línea editorial de un medio se normalice que sus periodistas sean agredidos.

Diana Giraldo
15 de mayo de 2021

El lunes 3 de mayo, cuando la noche caía y el país se encontraba inmerso en el barullo de las protestas, un video fue replicado sin cesar en las redes sociales: en él se ve a un hombre caminando por un andén del municipio de Floridablanca, en Santander, cuando dos policías en moto aparecen sobre la vía, se acercan y parece que le dispararan por la espalda. El hombre cae desplomado. De inmediato la imagen se hizo viral. “Este es un asesinato a sangre fría. Responda @mindefensa!... Lo reportan desde Bucaramanga. Asesinato en indefensión de Juan Sebastián Moreno, estudiante de la UNAB”, trinó de inmediato el senador Roy Barreras. Y a él siguieron miles de ciudadanos.

La información era supremamente grave. Desde Vanguardia, el diario local que dirijo, iniciamos la búsqueda del estudiante. Con el correr de las horas, las informaciones en redes empeoraban. El Comité Universitario de Derechos Humanos del Área Metropolitana reportaba que eran tres los muertos: el joven asesinado por la espalda, un trabajador médico y un manifestante.

Pero tras horas de búsqueda, ninguna entidad judicial ni médica confirmaba estas muertes. La agresión en las redes crecía, acusando al medio de ocultar los asesinatos. Tras una labor incluso de días, se confirmó que no existieron los tres homicidios denunciados. No obstante, sí ocurrió un hecho repudiable, que debe ser investigado con severidad, que fue la agresión mediante un golpe de la policía a un joven no identificado que quedó en el video.

El periodista Santiago Ángel, de la FM, le pidió al senador Barreras responsabilidad insistiéndole en la falsedad de la información. Pero el senador siguió: “Usted es periodista… ¿Dispara o no este policía contra un ciudadano en indefensión? ¡Lo estamos viendo! No importa si se equivocan en el nombre. El policía dispara al transeúnte y escapa... Hay alguna declaración del presidente sobre los asesinatos de jóvenes como este?”.

Pero lejos de que la ciudadanía se sintiera aliviada de conocer que no existieron los asesinatos, la ira aumentó contra los medios que desmintieron la información. Incluso, en la lista que la ONG Temblores publica sobre los muertos del paro aparece registrado el joven que no murió.

Porque la locura a la que nos han llevado las redes es convertir en verdad lo que allí se publica y en graduar a la prensa como el enemigo. Desde que iniciaron las marchas, la Flip ha registrado 144 periodistas víctimas de agresiones. Y estas agresiones han venido por igual de miembros de la fuerza pública y de los manifestantes.

El punto de agresión a los medios hoy es tan grande que muchos han decidido no enviar más a los periodistas a la calle, porque no hay cómo garantizar su seguridad. Antes el distintivo “prensa” los protegía. Hoy deben ocultarlo para no ser agredidos.

Por supuesto que hay medios buenos, regulares y malos, en los que trabajan periodistas buenos, regulares y malos. Pero no es justo que se destruya la labor de toda la prensa en su conjunto por errores puntuales. El último de estos capítulos fue el de la agresión contra RCN por el descache de haber dicho que en Cali manifestantes celebraban la caída de la reforma tributaria. Pero ese error no justifica lo que ha venido después: vandalizar su sede, romperles los vidrios del carro a sus periodistas o llegar incluso a enviar mensajes amenazantes e insultantes a la hija de la periodista caleña Karla Archila, por el simple hecho de ser la hija de una presentadora del canal.

Lo más triste es que de esta andanada de odios y descalificaciones han hecho parte los mismos periodistas. El episodio más angustiante fue el ocurrido el fin de semana pasado, cuando el fotógrafo de El Espectador Mauricio Alvarado publicó en sus redes unas fotos donde se registró como, en las marchas en Bogotá, se manchó de rojo el logo de SEMANA, en el edificio donde opera la revista, al tiempo que se utilizaron máscaras con el rostro de su directora, que la mostraban formando parte de lo que parecía un derrame de sangre. Las fotos, que fueron publicadas bajo la leyenda: “Sangrienta semana en Colombia” eran, en mi opinión, una clara agresión contra el medio. Pero igual de agresiva, o aún peor, fue la respuesta que esta revista tuvo contra El Espectador, al que llamó el medio “al que Santrich agradece”, borrando de un solo plumazo 134 años de trayectoria de este medio.

¿Qué va a quedar de todo esto? Ciudadanos, medios y periodistas deben sacar a la prensa del conflicto. Sería mentira negar que hay medios con tendencias ideológicas más claras que otros. Pero lo que no se puede seguir permitiendo es que porque se cometa un error o porque no les guste la línea editorial de un medio se normalice que sus periodistas sean agredidos, o sus sedes, vandalizadas.

El periodismo, aunque incómodo, es necesario para que una sociedad pueda entender lo que sucede. Son los medios los que han denunciado los grandes casos de corrupción del país, o los que han permitido que se suplan necesidades de miles de personas.

Una sociedad sin prensa libre está condenada a informarse por redes sociales. Y el peligro es tal que esto lleva, por ejemplo, a que un senador insista en la existencia de muertos que no existen y hasta se sumen en las estadísticas.

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