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La reelección de Uribe

¿Qué quedó del primer primer período de Uribe, que entra en su ocaso? Promesas incumplidas, palabras huecas, y nuevas promesas y nuevas palabras

Antonio Caballero
12 de febrero de 2006

Algún lector se asombrará: pero ¿no había sido reelegido Álvaro Uribe presidente ya varias veces? Y su asombro es comprensible, porque llevamos todos ya cerca de cuatro años (casi desde antes de que fuera elegido) hablando de su reelección. Unos a favor, otros en contra. El propio Uribe, coquetonamente, se dejaba querer, se dejaba desquerer, por la prensa, por el Congreso, por la Corte Constitucional, sin soltar por su boquita ni un "no" sincero ni un "sí" verdadero. Y entre tanto hacía campaña. Los tres años largos de gobierno del presidente Álvaro Uribe no han sido otra cosa que una larga campaña electoral, desde los consejos comunitarios de los pueblos hasta los nombramientos de embajadores ante las grandes potencias. Pasando por los nombramientos de funcionarios ante los embajadores.

Otro lector tal vez se asombrará: pero ¿no había sido elegido o reelegido Uribe para luchar contra la politiquería?

Ay, querido lector...

Se atribuye al ingenio de R. H. Moreno Durán, el escritor que acaba de morir, la irrefutable observación de que "ese aforismo según el cual 'el fin justifica los medios' no tiene principios". Lo cito a propósito de Uribe porque él es, de entre todos nuestros desprincipiados dirigentes políticos, el más falto de principios, y aquel para quien con más brutal énfasis el fin justifica cualquier medio. ¿Cuál fin? El fin mediocre de ser, a toda costa, presidente de Colombia. ¿Para qué? Para eso: para ser presidente de Colombia. Sin propósito, sin objeto, sin programa. Porque, como hemos visto en estos años, su programa cambia cuando cambia el viento de la reelección. Pasa de ser "contra la politiquería" a ser de apoyo a los politiqueros, pasa de ser "contra la corrupción", a apoyarse en los corruptos.

Hasta sus más rendidos áulicos comienzan a preocuparse. Así, escribía en estos días Rudolf Hommes, su antiguo asesor ad honorem (cosa que, por cierto, contradice los principios -pero no los fines, ni los medios- de un verdadero neoliberal) que no está bien que el Presidente abandone el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos "por razones electoreras". Y escribía su antiguo ministro Fernando Londoño su temor de que los "hercúleos brazos invictos" del presidente Uribe no den para que su segundo período sea tan "fecundo" como el primero.

¿Qué quedó del primero? El ministerio de Londoño, y su promesa -tal vez ni él mismo la recuerde- de que el gobierno habría eliminado el narcotráfico antes de que acabara el año 2003.

(A propósito de lo de los "hercúleos brazos": ¿no le da a Londoño cierta vergüenza usar esas expresiones de tan grotesca cortesanía servil? ¿No le da vergüenza ajena a Uribe escucharlas? Sobre todo porque no son ciertas. Los brazos del Hércules de la mitología, aunque muy fuertes, no fueron "invictos". Los venció el célebre ladronzuelo Caco, que le robó a Hércules en sus narices los toros de Gerión haciéndose pasar fraudulentamente por un trabajador de la empresa. Pero Hércules, al menos, no premió a Caco nombrándolo ministro de Justicia).

Repito la pregunta: ¿qué quedó del primer período presidencial de Álvaro Uribe, que entra ya en su ocaso?

 Promesas incumplidas. Palabras huecas. Y nuevas promesas y nuevas palabras. Dice Uribe:

"Si el problema con la guerrilla para hacer la paz es que suavice el discurso, no tengo inconveniente en no decirles terroristas sino arcángeles".

Pero no se trata de lo que diga, pues ha dicho todo y ha dicho también lo contrario. Sino de lo que haga. Y no ha hecho nada. Por eso quiere repetir.

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