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La reversa de Uribe

Desde la liquidación de la vieja Telecom, el Presidente venía diciendo en todas partes que no sería privatizada. Los recientes hechos hablan por sí solos.

Daniel Coronell
11 de septiembre de 2005

El cambio de posición del presidente Álvaro Uribe sobre la existencia del conflicto armado no es tan sorprendente como se viene presentando. Por el contrario, el primer mandatario viene acostumbrando al país a sus reversas. Cada vez que lo necesita, desanda el camino, envuelve en una buena causa su nueva posición, da el bote y sigue campante.

Así sucedió, por ejemplo, en el desarrollo del caso Granda y las consecuencias que tuvo sobre las relaciones con Venezuela. De las firmes declaraciones iniciales de Ricardo Galán, actuando como vocero de la Casa de Nariño, se pasó a un comunicado apocado ofreciéndole disculpas a Hugo Chávez.

Bastó que Caracas hiciera sentir las consecuencias para Cúcuta, en materia de abastecimiento de gasolina, y anunciara la posibilidad de otras represalias, para que el tono cambiara sustancialmente. Un viernes por la noche, como para que pocos se dieran cuenta, el gobierno de Colombia manifestó en un comunicado "su mayor disposición para revisar los hechos a fin de que si han resultado inconvenientes al examen de la República Bolivariana de Venezuela, no se repitan".

Antes de eso, Uribe había planteado que la solución se debía discutir en el marco de una cumbre de jefes de Estado, que actuarían como testigos de lo acordado entre él y Hugo Chávez. Pero el Presidente venezolano determinó que la reunión sería solamente entre los dos y sólo cuando Colombia se disculpara por la captura irregular de Granda en su territorio. Así se hizo, el encuentro fue aplazado por la laberintitis del mandatario colombiano, pero terminó realizándose sólo entre los dos, en Venezuela y después de la comunicación que les he contado.

Hace unos días, Colombia presenció otro reversazo de su Presidente. Emocionado por los aires de la Sierra de la Macarena y los números de alguna encuesta, decidió ofrecer la compra de la cosecha de coca por parte del gobierno nacional. El plan, ese sábado, fue presentado como una forma de erradicar los cultivos, sin arrojar al hambre a los campesinos de esas zonas. "Eso es como en la feria, preste el marrano tome la platica", dijo el mandatario en festiva metáfora durante su consejo comunitario.

Pero al día siguiente, cuando surgieron las preguntas sobre la improvisada propuesta, arrancó la reversa. Varias voces autorizadas calificaron el plan como un mensaje perverso a la sociedad. El país terminaría premiando a los cultivadores ilícitos, mientras los campesinos dedicados a las siembras legales no pueden contar con el Estado como comprador. Como si fuera poco, los propios funcionarios del gobierno Uribe manifestaron -suave pero claramente- que no existía el presupuesto para ejecutar la polémica propuesta.

Ante los hechos, el gobierno aclaró que el Presidente no quiso decir realmente lo que dijo. Según la nueva versión, se trataba apenas de reiterar un programa de la Policía Nacional para pagar recompensas a los campesinos que denunciaran la existencia de cultivos ilícitos. Semejante maniobra de trapecio, en lo semántico y en lo político, pasó sin mayores consecuencias. A esta altura ya nadie se acuerda de lo que el jefe de Estado dijo, ni de lo que buscaba.

Otro tanto ha venido sucediendo con el caso Telecom. Desde la liquidación de la vieja entidad, el Presidente venía diciendo en todas partes que no sería privatizada. "La postura ha sido clarísima: la empresa es y continuará siendo ciento por ciento pública". La Ministra de Comunicaciones declaró que incluso había recibido órdenes del mandatario de modificar los estatutos para que en caso de que uno de los dueños actuales decidiera salir de su participación, sus acciones fueran traspasados obligatoriamente a otra entidad de carácter público. Los recientes hechos hablan por sí solos.

Ahora el Presidente anuncia que "en aras de las superiores conveniencias de la patria, depongo mis personales convicciones y en nombre de la institución presidencial acepto que hay conflicto". Hay gente angustiada porque lo interpretan como un ablandamiento. Tranquilos, que si le conviene, volverá a dar reversa.