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La sonrisa de Valencia Cossio

Nadie entiende que al ministro se le vea preocupado por las penas bajas para los extraditados y aquí lance salvavidas a sus copartidarios presos

María Jimena Duzán
9 de agosto de 2008

Vaya uno a saber de qué está hecho el nuevo ministro del Interior y de justicia, Fabio Valencia Cossio, para salir tan tranquilo y sonriente ante las cámaras y hablar como lo hace de sus reformas a la justicia y a la política, luego de que a un hermano suyo –ni más ni menos que el Director de Fiscalías de Antioquia– se le abriera una investigación preliminar por presuntos vínculos con el tal ‘Don Mario’, un temible y sangriento jefe del narcotráfico cuyo poder para infiltrar al Estado, según la propia Fiscalía, parece haber superado al de ‘Don Berna’ cuando impuso su “don-bernabilidad” en Medellín, como jefe de la tenebrosa Oficina de Envigado.

Desde luego que no voy a caer en la pendejada de decir que si este país no se hubiera acostumbrado a una ética elástica, lo lógico habría sido la renuncia del ministro. Esa pelea ya la ganaron los que consideran que en un país como Colombia, donde el narcotráfico está tan imbricado en todo, es imposible encontrar colombianos que nunca hayan tenido una relación con un narco, o que no sean primos hermanos de un capo, o que no tengan un hermano bajo sospechas, como le pasa infortunadamente al ministro del interior y de justicia, Fabio Valencia Cossio. De hecho, ya el uribismo en pleno salió a respaldarlo, luego de que el Polo Democrático se atrevió a afirmar que un ministro en esa situación no tenía la autoridad moral para adelantar una reforma a la justicia como la que él ha planteado.

En gracia de discusión aceptemos a regañadientes que en esta Colombia de hoy, en la que las fronteras de la ética han sido corridas, resulta un improperio pedirle la renuncia al ministro Valencia Cossio. Sin embargo, lo mínimo que debería suceder en este episodio es que su hermano renunciara al cargo de director de Fiscalías mientras lo están investigando. Sería, digo yo, un acto de decencia que nos engrandecería. Pero claro, también sé que es mucho pedir y que probablemente esa pretensión sea considerada por muchos como un acto desproporcionado y malintencionado. Seguramente lo que el señor Guillermo León Valencia Cossio, director de Fiscalías de Antioquia, debería hacer es amarrarse al puesto como si nada hubiera pasado, que es lo que hasta el momento ha hecho. (…Y si el Procurador no estuviera en plan de reelección, ya habría tomado cartas en el asunto).

Pero resulta que los hechos no dejan de existir porque se los ignore, decía Aldous Huxley. Y aunque se quiera evitar el debate ético, es evidente que al Ministro del Interior y de Justicia se le va a embolatar aun más su polémica propuesta de reforma a la justicia, la cual ha estado signada desde un comienzo por sus increíbles ausencias, por sus tremendas contradicciones y por las grandes suspicacias que ha levantado. Sotto voce, varios son los magistrados que coinciden en decir que la reforma no sólo es insustancial –no se mete ni siquiera con la tutela–, sino que está concebida para lanzarles un salvavidas a los para-politicos presos en la Picota, pertenecientes, en su gran mayoría, a la coalición uribista. Si se aprueba la reforma que introduce la doble instancia para los congresistas –abiertamente inoportuna, como lo ha dicho la misma Corte Suprema–, la falta de claridad sobre hasta dónde llegaría la vigencia de estas nuevas normas podría acabar de un tajo con el proceso de la para-política.

Luego vienen las contradicciones: el mismo día en que Valencia Cossio presentó la reforma con esta frase grandilocuente, según la cual, lo que se buscaba era “despolitizar la justicia y desjudicializar la política”, el gobierno movía sus fichas políticas para elegir a Julia Emma Garzón como nueva magistrada de la sala disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura. De un lado, el ministro habla de despolitizar la justicia, pero la politiza como nunca para hacerse al control de esa sala del Consejo Superior de la Judicatura, que es lo único que el ministro no quiere tocar en su dichosa reforma. Ya tiene a tres de los siete magistrados que integran esa sala que, dicho sea de paso, es a la que van a llegar las tutelas interpuestas por los para-políticos. ¿La politización de la justicia es bienvenida sólo cuando el que la politiza es el gobierno?

Pero tampoco nadie entiende que al ministro se le vea tan preocupado por las penas bajas que les imponen en Estados Unidos a los jefes paramilitares extraditados y en cambio aquí ande lanzándoles salvavidas a sus copartidarios presos en La Picota, quienes, bueno es recordarlo, siguen mandando en sus regiones, manteniendo sus cuotas de poder, tan campantes.

Defender una reforma a la justicia como esta requiere de muchas tripas. Pero hacerla con un hermano investigado por presuntos nexos con la banda de ‘Don Mario’ requiere de mucho cinismo. Eso explicaría por qué se le ve tan sonriente y tan tranquilo. 
 

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