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La temible Fiscalía

No hay que ser abogado para identificar el doble rasero con que se imputa la justicia en Colombia. El prestigio de la Fiscalía, si es que lo tiene, está erosionado; es una entidad mediocre manipulada por una pandilla de penalistas, políticos y poderosos intocables.

Javier Gómez
11 de junio de 2020

Alguna vez un amigo muy inquieto con los temas de justicia, me dijo: “ojo, cuídese de caer es manos de la Fiscalía, ese es un antro muy peligroso, te empapelan, te encierran y después recobrar la libertad es toda una odisea porque hay que desvirtuar los montajes, las tales pruebas que no existen y, lo peor, a los supuestos testigos, casi siempre falsos; es más, te invierten la carga de la prueba y eres tú el que debes demostrar tú inocencia y eso te llevará años”. Y la verdad, ese amigo creo que no se equivocó.

Y ni hablar de su órgano de investigación: el Cuerpo Técnico de Investigación -CTI- una brigada temible. Funciona como policía política en muchos casos y como mecanismo de chantaje y presión (pregúntenle, por ejemplo, a Néstor Humberto y otros fiscales del pasado) y está compuesta por gente dogmática de la maldad, violentos e incautos que responden como robots sin convicciones y que solo hacen caso a su jefe de turno y este, a su vez, al establecimiento.

No hay compasión cuando se trata de investigar e imputar al puro pueblo; las cárceles están atiborradas de personas apenas con investigaciones o sindicaciones; personas que nunca serán condenadas porque las pruebas que regularmente aporta la Fiscalía son fraudulentas y fabricadas. Lo digo mejor y de otra manera, esa institución no es seria, como no lo es la justicia en general, es un remedo; claro, funciona si eres poderoso.

No hay que ser abogado para identificar el doble rasero con que se imputa la justicia en Colombia. El prestigio de la fiscalía, si es que lo tiene, está erosionado; es una entidad mediocre manipulada por una pandilla de penalistas, políticos y poderosos intocables a quienes responde el fiscal con indulgencia a sus amigos, contertulios y socios del pasado. La Fiscalía para ellos (el establecimiento) no es un lastre, es una ventaja.

Esa es la narrativa en torno a una institución que el constituyente, cuando la creó, lo hizo para hacer más efectiva y expedita la justicia, pero como era de esperar cayó en manos del establecimiento que la pervirtió e hizo de ella su instrumento: ahí reina la sensación de que hay una justicia para quienes están en lo alto, y otra para todos los demás. Hoy la Fiscalía es el foco rojo de la injusticia, que paradoja.

Pues bien, esa Fiscalía que les acabo de describir es la que gobierna el amigo y exconsejero del presidente Duque, Francisco Barbosa. ¡Qué inseguridad! Temible para cualquier ciudadano, pero más temible aún para la oposición política si cae en las garras de un funcionario, no la institución, que a leguas representa un proyecto político que lo puso ahí, el Centro Democrático. O sino, cómo explica Barbosa abrir una investigación a Petro por supuestos nexos con la ñeñepolítica; cómo justifica la captura a los investigadores que destaparon el escándalo de la financiación de la campaña de su jefe Duque con dineros del narcotraficante José Hernández; porque miró para otro lado y dejó escapar del país a la principal responsable de esa financiación, Caya Daza, amiga personal del Ñeñe y asesora de confianza del senador Uribe (esperamos que por lo menos llame a indagatoria a su contertulia Priscila Cabrales, otra atenida de la administración pública. Se ha paseado por todos los gobiernos habidos y por haber).

Duque lo ternó y lo hizo elegir fiscal, pero Uribe, el portavoz de los temores, resentimientos y prejuicios contra la izquierda, ejerce una atracción hipnótica sobre Barbosa, un frívolo e inexperto funcionario al cual le entregaron una institución podrida y peligrosa, demasiado funcional a unos intereses que se quieren perpetuar en el poder, los intereses de la extrema derecha.

@jairotevi

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