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LA TIERRA Y LA GUERRA

Antonio Caballero
15 de diciembre de 1997

Nadie sabe a ciencia cierta si las discutidas Convivir son o no son ajustadas a la Constitución, como parece ser la duda que se alberga en el alma leguleya de todos los colombianos. La propia Corte Constitucional, encargada de resolver esas angustias, no está muy segura: acaba de decidir, por cinco votos contra cuatro, que sí, pero a condición de que no se conviertan en "escuadrones de la muerte, ni en agentes generadores de atropellos o violaciones de los derechos humanos": que es exactamente en lo que se han convertido ya, como era previsible desde su aparición. Los cuatro magistrados minoritarios señalan sin embargo en su salvamento de voto (¡esas palabras que tenemos que aprender los leguleyos, los colombianos!) que por medio de las Convivir se incita "a que la violencia se responda con la violencia, generando una cascada de actos violentos (...), lo cual es contrario al objetivo constitucional de la paz". Y yo no sé si la paz sea, o no, un "objetivo constitucional", pero sí creo que es un objetivo deseable. En fin: no sé si en esta ocasión la Corte ha merecido su título de 'Constitucional', pero sí estoy seguro de que merece el calificativo de insensata.El mismo día de su fallo, en cambio, se produjo una manifestación de sensatez desde el ángulo menos esperado: el gremio de los ganaderos, Fedegan, que hizo una propuesta pública de "tierras a cambio de paz".¿Los ganaderos? Increíble. En la historia de Colombia los ganaderos han sido, desde hace cinco siglos, los principales promotores de la guerra y sus más directos beneficiarios. Desde los expolios de la conquista hasta las expulsiones de campesinos organizadas por los embajadores estrella del presidente Samper, la guerra en Colombia ha sido siempre fundamentalmente la guerra por la posesión de la tierra. Así fue en la larga y lenta etapa de la conquista y la colonia, en la agitada etapa de la independencia, en las reiterativas guerras civiles del siglo XIX, en la llamada 'violencia' de los años 50 de este siglo, con los pájaros y los chulavitas, en la guerra 'revolucionaria' o 'antisubversiva' de las guerrillas y las contraguerrillas, y, últimamente, en la de los narcos, los paramilitares y las Convivir. Y resulta que ahora son los ganaderos quienes proponen una "cruzada por la paz". Es sin duda el hecho más esperanzador de los últimos 500 años. "La paz es un buen negocio para todos", dice Jorge Visbal, presidente de Fedegan. Por fin hasta los ganaderos se han dado cuenta de eso; o, por fin, hasta para los ganaderos resulta peor negocio la guerra. De la propuesta de Fedegan y de las declaraciones posteriores de su presidente Jorge Visbal extraigo unas pocas frases:"Si no se consigue la paz en el campo no habrá paz en Colombia". Es, por supuesto, una obviedad: la guerra en el campo alimenta todas las violencias, hasta las más 'comunes' (el atraco o el raponeo en las ciudades, única forma de supervivencia de los campesinos desplazados). Pero que esa obviedad sea reconocida por los ganaderos constituye, me parece, un hito histórico. La propuesta (de tierra por paz) "no es un acto de generosidad sino de justicia". Por fin hasta los ganaderos, tan imbuidos de su derecho divino a la propiedad sin límites ni trabas de la tierra, entienden la función social, o, para decirlo más crudamente, la función instrumental de la justicia: algo que permite no tener que recurrir sin cesar a la fuerza. Tal vez ese reconocimiento venga solamente de que en el ejercicio de la fuerza ya no estaban ganando en todos los tableros, como solían (un ejemplo referido al ya mencionado embajador estrella de Samper: por ejercer demasiado la fuerza en sus fincas del Cesar perdió su cargo de embajador en Bruselas). Pero, venga de donde venga, es bienvenido."El país no resiste más pobreza". Probablemente esta sea la frase más reveladora de las declaraciones del presidente de los ganaderos. Pues no dice, como han dicho tantos, que el país "no resiste más violencia". Sino que se ha percatado finalmente, y con él su gremio, tan tradicionalmente reaccionario, de que la raíz de la violencia está en el exceso de pobreza. De que, mientras se mantenga la pobreza, será imposible acabar con la violencia.¿Y por qué se dan cuenta por fin de tales cosas los ganaderos? Visbal responde:"Porque queremos seguir viviendo en Colombia". En efecto: con todos sus defectos, los ganaderos (y en general los dueños de la tierra) tienen una característica que los hace más conscientes, o menos inconscientes, que sus compañeros de casta económica: que lo que tienen, que es la tierra, está en Colombia. Un ganadero de los Llanos o de las sabanas de Bolívar, del Tolima o del Cauca, encuentra difícilmente puesto en la OEA o en el Banco Mundial. Y además no sabría qué hacer allá _salvo, quizás, comprarse un par de sombreros_. ¿Pero en dónde se los iba a poner, si no pudiera "seguir viviendo en Colombia"?Por todo eso, más preñada de futuro me parece la propuesta de los ganaderos de Fedegan, que ofrecen tierra por paz, que las de todos los políticos profesionales, que prometen paz por votos.

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