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La tortura

Meterle un palo de escoba por el culo a un preso no viola su derecho a la intimidad; publicar la foto que muestra cómo se lo meten sí

Antonio Caballero
16 de mayo de 2004

Conocí una vez a un francés anticomunista que decía que, en caso de una guerra entre los Estados Unidos y la Unión Soviética (que todavía existía), él no lo dudaría: combatiría del lado de la Unión Soviética. Le pregunté que por qué, si sus convicciones y sus sentimientos estaban del otro lado. Me dijo:

-Porque los gringos tratan mejor a los prisioneros de guerra.

Eso era cierto entonces. Ya no. Lo muestran las fotos de estos días sobre las torturas a los prisioneros de guerra de Irak, tomadas por los propios soldados norteamericanos que participaban en ellas; y lo confirman las informaciones que han venido saliendo sobre lo que sucede en la base norteamericana de Guantánamo, en Cuba, donde están detenidos los talibanes de la guerra de Afganistán, bajo el nombre de "combatientes ilegales" para que no los cobijen las convenciones de Ginebra sobre las leyes de la guerra. Existen unos cuantos millares de fotos más, que hasta ahora sólo han sido vistas por los senadores norteamericanos en sesión secreta, y que según algunos de ellos son aún peores que las que hasta ahora ha publicado la prensa. Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa de los Estados Unidos de George Bush, no tiene empacho en decir que esas fotos no pueden ser divulgadas porque el hacerlo "violaría las convenciones de Ginebra" sobre el derecho a la intimidad de los prisioneros. Asombroso: meterle un palo de escoba por el culo a un preso no viola su derecho a la intimidad; publicar la foto que muestra cómo se lo meten sí.

La hipocresía de los gerifaltes norteamericanos no me sorprende. A través de los libros de historia conozco ejemplos de ella por lo menos desde Thomas Jefferson, que fue, por otra parte, un hombre admirable. Lo que sí me preocupa, y debiera preocuparnos a todos los colombianos, es que estas torturas públicas de la guerra de Irak puedan tener entre nosotros lo que últimamente se llama (con típica hipocresía norteamericana) "efectos colaterales". En la práctica: que los consejeros militares del ejército norteamericano que hoy están en Colombia no hayan venido precisamente a enseñar el respeto a los derechos humanos, como dicen, sino a enseñar lo que practican ellos en Afganistán, en el Irak y en la base de Guantánamo: técnicas de tortura.

En tiempos de Pastrana nos decían que esos consejeros militares eran más o menos mil (aunque yo creo que había, desde Bogotá hasta Larandia, por lo menos el doble). Y que los asesores civiles de empresas privadas de defensa (los mismos que en Irak ejercen en las cárceles su oficio) eran aquí unos seiscientos (y yo creo que eran más). Ahora que bajo Uribe lo que en tiempos de Pastrana se llamaba Plan Colombia ha pasado a llamarse Plan Patriota, el número de extranjeros que participan en él se ha duplicado. O eso nos dicen, yo creo que es más. Por lo visto no hay aquí suficientes patriotas, y toca importarlos.

¿Y a qué vienen? Es bajo la ley "patriota" (Patriot Act) que hizo aprobar en los Estados Unidos el secretario de Justicia John Ashcroft con motivo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 como se creó la cárcel del limbo jurídico de la base de Guantánamo, donde se tortura -y así lo explica el propio Rumsfeld sin sonrojo- al margen de las convenciones de Ginebra. ¿Vienen esos nuevos 'patriotas' importados de los Estados Unidos a enseñarles a nuestros soldados de Colombia cómo se hacen las cosas en la prisión iraquí de Abu Ghraib, o en la de Guantánamo, para que las hagan también ellos de la misma manera al amparo de nuestro nuevo, y 'blando', estatuto antiterrorista?

Que lo piensen mejor los generales. Que lo piense mejor el presidente Uribe. La tortura es, ante la historia, la vergüenza absoluta.

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