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Miguel Angel Herrera.

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La vacuna como requisito social

Entre más nos acerquemos al acceso de toda la población a la vacuna (sin restricciones de edad o condición de salud), más inmersos estaremos como sociedad en el debate sobre cómo enfrentar el fenómeno sociopolítico que representan los que no se quieren vacunar, por una razón o por otra.

5 de agosto de 2021

La vacuna nos está llevando a una nueva dimensión del problema: la pandemia de los no vacunados, cuyo origen proviene de los países que han podido garantizar el acceso de todos sus grupos poblacionales al biológico. En esos países empieza a darse un debate candente entre el Estado y los ciudadanos -vacunados y no vacunados- por cuenta del pulso entre el interés general que promueve la administración pública y los derechos individuales sobre los que se amparan quienes no quieren vacunarse.

Ese debate pronto llegará a Colombia. Entre más nos acerquemos al acceso de toda la población a la vacuna (sin restricciones de edad o condición de salud), más inmersos estaremos como sociedad en el debate sobre cómo enfrentar el fenómeno sociopolítico que representan los que no se quieren vacunar, por una razón o por otra. Para infortunio de la mayoría y el beneficio de unos pocos, tendremos que dar esa discusión en plena víspera electoral, lo cual alimentará la polarización y consecuentemente la imposibilidad de consensos.

El Gobierno Nacional tiene la ventaja de contar con el ejemplo de varios países que ya han avanzado, no solamente en esta discusión, sino también en la implementación de medidas concretas. Ya tenemos una idea de qué ha funcionado y qué no. El primer paso lo dio Israel con el “pasaporte verde” para acreditar la inmunidad y permitir el acceso de los vacunados a estadios, teatros y parques, entre otros lugares. La medida fue tan exitosa que en junio pasado el gobierno israelí decidió suspenderla porque el número de nuevos contagios era tan bajo, que el pasaporte sobraba. Sin embargo, lo interesante es que la medida quedó legitimada -dentro y fuera de ese país- en caso de que Israel requiera impulsar la vacunación tras un nuevo aumento en los contagios por las nuevas variantes. En Francia implementaron el “pase sanitario”, que es un certificado de vacunación para entrar a lugares públicos de ocio. A las pocas semanas de implementada la medida, los medios dieron cuenta de que casi un millón de franceses adelantaron sus citas para vacunarse. Adicionalmente, desde el próximo 9 de agosto se exigirá el pase por parte de restaurantes, discotecas y servicios de transporte de largo trayecto. Y en Italia, un pase similar empezará a ser obligatorio desde mañana para entrar a cafés, cines y museos. Además, en general, en toda la Unión Europea se aprobó un pasaporte covid que es necesario para movilizarse entre los diferentes Estados miembros.

Estas experiencias nos van dejando lecciones importantes. Me llaman la atención dos: la no afectación de derechos fundamentales y la progresividad de las medidas. Observemos primero que en Israel, Francia e Italia no se ha restringido el derecho a la salud, a la educación o al trabajo. Las medidas castigadoras para la población no vacunada están enfocadas inicialmente en actividades no fundamentales como la recreación o la cultura. En segundo lugar, las medidas han ido escalando en su impacto llegando a condicionar la movilidad o el transporte de los ciudadanos, lo cual sí es más lesivo en materia de derechos fundamentales, pero aún no representa una intervención de gran escala en la vida de los no vacunados.

En nuestro país el gobierno tiene dos grandes retos si quiere aplicar medidas similares. Por un lado, garantizar primero el acceso de toda la población a la vacuna, y por otro, hacer mucha pedagogía sobre las consecuencias de la no vacunación. Sin la primera condición es prematuro y políticamente riesgoso que el gobierno se aventure a insinuar medidas, como el registro QR que mencionó el ministerio a comienzos de julio. Adicionalmente la pedagogía sobre la vacuna con enfoque comunitario es una tarea sin avances importantes. El gobierno ha contribuido de forma significativa a la educación sobre el papel del biológico en la salud individual, particularmente en la concientización del mayor riesgo de morir o de ocupar una UCI sino se está inmunizado. Pero muy pocos ciudadanos están conscientes de su responsabilidad comunitaria en el sentido de que los no vacunados, no solamente se ponen en riesgo a sí mismos, sino que también pueden poner en riesgo incluso a los ya vacunados.

El gobierno tiene que entrar en la etapa de alertar con toda la contundencia necesaria que cuantas más personas no vacunadas tengamos, más oportunidades tendrá el virus de multiplicarse en el país. Y que si esto sucede, el virus podría mutar y podría desencadenar la aparición de nuevas variantes en nuestra población. De este modo, los no vacunados podrían convertirse en un caldo de cultivo para variantes que pueden llegar a ser más peligrosas para la población en general.

A este enfoque de promoción de la vacunación, con sentido comunitario, es al que han llegado los países -como Estados Unidos- cuando han logrado primero garantizar el acceso a la vacuna y cuando han decidido reducir el impacto en salud pública de los no vacunados. Después de agotar los esfuerzos pedagógicos, el gobierno estará más legitimado para imponer registros y medidas restrictivas, a las que deberán sumarse las entidades privadas. Bueno es el ejemplo del gobierno de Biden de comenzar con restricciones a los empleados públicos no vacunados, para estimular la aplicación de medidas posteriores en el sector privado. El fundamento de la actuación decidida del Gobierno está en la Constitución en el sentido de hacer prevalecer el interés general sobre el particular. Y el fundamento del sector privado está en el código sustantivo del trabajo, en cuanto a que el empleado es responsable de observar con suma diligencia y cuidado las instrucciones y órdenes preventivas de accidentes o de enfermedades. Pero, en el caso covid, las empresas también están llamadas a educar primero sobre el sentido comunitario de la vacuna, antes de restringir o penalizar. Aprovechemos el poco tiempo que nos queda para educar con sentido comunitario, mientras está disponible la vacuna para todos.