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Y LA VERDAD?

Semana
13 de mayo de 1996

Con la simpleza característica de los colombianos para resolver nuestros conflictos, el debate público se reduce hoy a que si cae el presidente Samper es porque entró plata del narcotráfico a su campaña y si no cae es porque esa plata entró pero él no sabía.A casi nadie le preocupa el hecho de que cualquiera de las dos hipótesis es apenas una aproximación marginal al punto desde el cual debe empezar toda discusión acerca de lo que debe ocurrir, y es establecer con exactitud qué fue lo que pasó, y cuál es la responsabilidad específica de todos los participantes en ese narcoasunto.Es obvio que el conocimiento que Samper haya podido tener de la entrada de dinero del narcotráfico en su campaña es clave para definir lo que debe suceder con él. Pero resulta que la crisis nacional no consiste apenas en sacarlo a él o en dejarlo, sino en diseñar una salida que guarde alguna relación con la verdad total de lo ocurrido. Y esa verdad está aún demasiado oculta. Hasta el momento muchos han dicho su verdad, pero estas verdades no coinciden entre sí. Y sólo una puede ser la auténtica, pues no estamos ante una discusión filosófica, que aguanta varios puntos de vista, sino frente a un episodio concreto de bandidaje político. Miremos ciertos casos.Santiago Medina y Fernando Botero sostienen que entró dinero del cartel de Cali a la campaña. Sin embargo, Medina dice que Botero fue quien lo encargó de viajar a Cali para entrevistarse con los líderes del cartel, reunión de la cual habría salido el famoso memorando de compromisos del candidato a cambio de la financiación.Botero, por su parte, niega toda participación suya en esta operación, lo que quiere decir que hay una contradicción básica sobre el mecanismo fundamental del supuesto acuerdo con los narcos. Medina asegura que el acercamiento al cartel se produjo desde los propios inicios de la campaña, en el célebre pacto de Recoletos. Botero, en cambio, reseña esta aproximación a la segunda vuelta electoral. La desesperación por los resultados de las encuestas _dice Botero_ condujo a la toma de la decisión de recibir dinero de los narcos.De ser cierta la primera versión, habría un pacto expreso desde el comienzo con el cartel de Cali, que implicaría compromisos fríamente calculados por las partes. De ser cierto lo segundo, la relación (aunque también impresentable) conduciría a compromisos, relaciones y responsabilidades diferentes.Una de las versiones puede ser verdad y la otra mentira, o pueden ser ambas falsas. Lo imposible es que ambas sean ciertas.Sobre el caso de Elizabeth Montoya de Sarria también hay demasiado terreno oscuro. Si la monita retrechera era una poderosa contrabandista de whisky y Marlboro, su eventual relación con Samper tiene un significado y unas implicaciones específicas.Si, por el contrario, se trata de un personaje importante del cartel de Cali, como algunos insinúan, el asunto tiene, desde todos los ángulos, otra connotación.Si la verdad es la primera, se le estaría torciendo el pescuezo a una supuesta relación con el narcotráfico. De ser cierto lo segundo, habría una relación con el cartel desde el comienzo de la campaña, puesto que la grabación de su charla con el Presidente es anterior incluso a la primera vuelta. Y si esto fuera así, una vez más habría una contradicción de fondo entre quienes dicen estar diciendo la verdad.Cuando menciona al coronel Germán Osorio, Fernando Botero dice que tenía como misión explicarle a unos narcotraficantes que el Presidente no tenía nada que ver con la captura de Jesús Sarria, que el retiro de Ramiro Bejarano del DAS era prueba de su malestar, y además se buscaría que la monita no hablara con la justicia.Aquí Botero se matricula con la tesis de la vieja relación de Samper con los narcos, que estaría en contravía de la del propio ex ministro, según la cual el comienzo de esa relación ocurrió en vísperas de la segunda vuelta. Pero además introduce un cargo nuevo, que es la presunta oposición gubernamental a la captura de Sarria. Este señalamiento salpicaría también al propio Botero, pues a su calidad de supuesto testigo de los hechos se suma la de ministro de la Defensa en pleno ejercicio de sus funciones, una de las cuales _presumo_ era la de buscar y detener a quienes se dedicaran al narcotráfico.Lo único cierto es que la verdad precisa sólo la conocen quienes diseñaron la operación, los intermediarios y varios de los narcos detenidos, y que los demás estamos demasiado lejos de esa verdad. A propósito: ¿cuándo hablarán los Rodríguez Orejuela?

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