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La victoria de Hitler

El hecho de que hayan sido perseguidos, y sigan siéndolo, no los desembaraza a ellos de la culpa de ser a su vez perseguidores, ni les da derecho eterno a la defensa propia

Antonio Caballero
5 de agosto de 2006

No soy yo el único que dice (y menos aún el único que piensa) que los israelíes se están pasando, tanto en su guerra del Líbano como en su más esencial aniquilamiento del pueblo palestino. Lo dice todo el mundo, con excepción del gobierno de los Estados Unidos (y del primer ministro inglés Tony Blair). La ONU habla abiertamente de "crímenes de guerra". Incluso los regímenes árabes llamados "moderados", es decir, los aliados de los Estados Unidos, y hasta los que han firmado tratados de paz con Israel, como Egipto y Jordania, dicen que Israel exagera. La Unión Europea y sus Estados miembros (salvo el primer ministro inglés Tony Blair) han acusado al gobierno israelí de reaccionar de modo "desproporcionado" a la agresión del Hamás palestino, que capturó a un soldado, y del Hezbolá libanés, que capturó a dos, invadiendo con tropas y tanques y bombardeando con buques y aviones tanto a Gaza, en Palestina, como a medio Líbano, causando centenares de muertos civiles. Por primera vez desde 1948 esa vaga y contradictoria nebulosa que llaman la "comunidad internacional" está de acuerdo: esta vez Israel no tiene razón. Es un país rodeado de enemigos, sí: pero no es para tanto. Todos los países han estado siempre rodeados de enemigos (y si no, que se lo pregunten a los palestinos).

Creo que fue la filósofa judía alemana Hanna Arendt la primera que expuso la paradoja de que el vencedor de la Segunda Guerra Mundial había sido el nazismo. No lo decía en términos prácticos, claro está: el poder nazi, y la Alemania que lo alimentaba y respaldaba, fueron minuciosamente machacados por los Aliados. Lo decía en términos morales (y por consiguiente políticos): ese machacamiento minucioso se hizo utilizando métodos calcados de los que usaban los nazis. Métodos de la guerra total que, durante un par de siglos, habían sido rechazados y condenados por las naciones civilizadas en sus guerras (aunque no en las guerras coloniales contra pueblos considerados inferiores): las masacres de civiles no combatientes, la destrucción indiscriminada de ciudades. Los asesinatos "selectivos" de dirigentes políticos o militares enemigos, los asedios por hambre, las represalias colectivas. Es posible (es probable; o no: es seguro) que la ilusión lírica y romántica de la "guerre en dentelles", la "guerra de encajes" noble y caballerosa que inspiró a los escritores románticos de después de la Paz de Westfalia no existiera jamás. Pero no respetaban ciertas normas, algunas de las cuales venían de la muy brutal Edad Media. La Revolución Francesa, con todos sus horrores, tuvo sin embargo un efecto civilizador dulcificante: se prohibió el uso de la tortura, se suprimió la prisión sin juicio, se abolió la ejecución de prisioneros de guerra. Etcétera.

Luego vino el nazismo. Y, como señaló (entre otros) Hanna Arendt, Hitler ganó la guerra.

Hasta a los propios Estados Unidos se les reprocha que utilicen en sus guerras, y en sus paces represivas, métodos hitlerianos. Para el bombardeo de Dresde, o el de Tokio, o el de Hiroshima, o el de Hanoi. Para la instalación de cárceles secretas y uso de la tortura y el restablecimiento de las condenas sin juicio. Procedimientos semejantes se le criticaban a la Unión Soviética, y se le critican a la Rusia de hoy, o a la China, o a Corea, o a países de tan poca presencia mediática como Guinea, o como Paraguay.

Pero a Israel no.

Y es que no se puede decir que Israel, como tantos otros Estados, utiliza los métodos nazis de guerra y de gobierno. Porque, cuando tal evidencia se dice, Israel responde recurriendo al chantaje del antisemitismo. ¿Nazis nosotros, que fuimos las víctimas de los nazis? ¿Destructor este país al que todos quieren destruir? ¿Asesinos nosotros, que somos los asesinados?

Sí: nazis, destructores, asesinos. Y el hecho de que hayan sido perseguidos, y sigan siéndolo, no los desembaraza a ellos de la culpa de ser a su vez perseguidores, ni les da un derecho eterno a la defensa propia. Repito lo que dije aquí hace una semana: todo el mundo tiene derecho a defenderse.

Y esto no es antisemitismo.

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