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“La vieja esta”

Al presidente Duque se le mezclaron la ineptitud de olvidar instalar el Congreso, el autismo político de escoger un discurso revanchista, con la grosería de referirse como “la vieja esta” a la senadora Aída Avella.

Daniel Mauricio Rico
21 de julio de 2020

El presidente Ivan Duque acaba de tener la peor noche de su mandato, arrancó con el pie izquierdo y además sale lesionado para el segundo tiempo de su administración. Este puede ser el punto de no retorno para su imagen y gobernabilidad. Arranca el lado B de una administración que no aprovechó su lado A. El presidente ha entrado en condición de barrena y requiere de sustantivos cambios (que no va a hacer) para estabilizarse. Es previsible que a partir de esta fatídica noche, ni los ciudadanos, ni los medios y ni siquiera los de su propio partido, lo vuelvan a ver con los mismos ojos.

En el momento político más importante del año, cuando tenía todos los reflectores apuntándole, en un momento crítico de nuestra historia económica y social, y precisamente cuando más se esperaba un liderazgo solido e integrador. Al presidente Duque, se le mezclaron la ineptitud de olvidar instalar el Congreso, el autismo político de escoger un discurso revanchista, con la grosería de referirse como “la vieja esta” a la senadora Aída Avella.

La ineptitud viene desde antes en varios temas y el autismo es lo más preocupante, pero será la grosería la que le cobrarán más caro en las encuestas y los memes. Lo más inteligente hubiera sido una disculpa directa y oportuna para superar el impase con la senadora. Entre más se demore en disculparse, peor el daño y mayor la indignación de la oposición, de las mujeres, de las viejas y de los viejos, este sutil insulto presidencial nos pega a todos un poco.

Iván Duque no es el primero ni el último político, al que lo poncha una cámara en pleno chascarrillo. Estas cosas en un país de poca profundidad en sus relaciones políticas, terminan teniendo más impacto que las decisiones de fondo en cuestiones económicas o estratégicas. Esta es una de esas veces en que una imagen vale más que cien decretos.

En el 2001, Noemí Sanín estaba disparada en las encuestas, pero se le fue el aire y se desmayó faltándole media página del discurso de lanzamiento de su campaña presidencial. Fueron solo tres minutos desde cuando su escolta la sacó desgonzada del atril hasta que regresó, terminó el discurso y hasta bailó en la tarima. Sin embargo, el daño fue irremediable, en tres meses su intención de voto también se desmayó del 42 al 10 por ciento y vio pasar de largo y por la derecha al candidato más cuestionado, pero que no evocaba signos de debilidad ni de cansancio.

Al expresidente Juan Manuel Santos, ni la ira de Uribe Vélez, ni las alegaciones de traidor o vende patria le hicieron tanto daño en sus dos mandatos, como la frase que pronunció en agosto de 2013, “el tal paro agrario no existe”. Esa soberbia casi le cuesta la reelección y en cada paro, bloqueo y pancarta, le siguieron recordando durante muchos años que el paro sí existía y que las condiciones económicas de los agricultores no merecían el trato despectivo de un presidente, sino su pronta atención y resolución.

A Vargas Lleras, un coscorrón lo mandó a la cola de la intención de voto hace dos años. Al golpear a un escolta en un acto reflejo por un pisón (que no era el primero golpe que le daba a un escolta), se le salió del corazón a un país mayoritario de familias de ingresos medios y bajos, que sintieron el coscorrón en su propia cabeza, la de sus hijos y sus padres. Nadie recuerda las reiteradas disculpas y la humildad que mostró el exvicepresidente frente al incidente, en 10 segundos de un video quedó expuesta una personalidad dominante y casi tiránica, que muchos conocían pero pocos habían visto en vivo.

Duque no tiene ni la mitad del teflón de Uribe, al expresidente le salían bien las jugadas de mandarse a grabar insultando a sus subalternos y amenazándolos con “darles en la cara” y después cuando filtraba los audios a los medios, en vez de bajar se le subía la imagen de mano dura y cero tolerancia contra la corrupción. 

A partir de hoy, la imagen del presidente Iván Duque será otra. Cargará la imagen de quien insulta a una mujer, de quien irrespeta a la oposición y de quien no tiene la gallardía para pedir disculpas.

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