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Las cuatro Américas

La América Andina, no apta para la maquila e inepta para el comercio de complementación, acabó como patito feo del continente

Semana
21 de agosto de 2000

Eso de ‘globalización’ es un tErmino piadoso para describir el dominio apabullante de Estados Unidos sobre la economía, la política y la cultura del planeta. El dato es simple: 42 por ciento del aumento en el producto ‘mundial total’ de la última década se dio en ese país (donde habita menos del 1 por ciento de la especie). O también: el crecimiento del ingreso americano bajo

Clinton equivalió al total de los activos de Japón. Tío Sam es el único interlocutor serio en la política mundial, como saben Vladimir, Yaser, Ehud y el propio Andrés. El

computador, Internet y CNN —o sean el motor y la conciencia de la ‘cultura global’— son inventos gringos y propiedad de gringos. Así que hay una América de primeras.

Para bien y para mal, por acción o reacción, esa primera América está partiendo al resto en tres Américas cada vez más distintas y distantes: la del Centro, la del Sur y la Andina, con México, Brasil y, sí señor, Colombia, como países-eje respectivos.

Porfirio Díaz lamentaba ver su México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. No sé yo, porque Dios poco informa, si México sigue siendo igual de ateo (aunque la ex de Fox sostiene que su ex es “tierno, terco y buen católico”). Pero sí sé que los manitos cada día están más cerquita de los gringos: el 70 por ciento de las exportaciones y un 40 por ciento del empleo formal dependen de ellos. México, igual que Guatemala, El Salvador y sus vecinos se pegaron a la locomotora del Norte, se están llenando de maquilas, y son por eso los únicos países que continúan creciendo.

Los gringos se hacen el gringo. Pero México aspira a que la actual ‘zona de libre comercio’ se convierta en ‘mercado común’ y, por qué no, en ‘unión económica’ con ribetes de unidad política comparable a la UE. Es el sentido secreto de la victoria del PAN: las cinco prioridades de Fox en realidad son cinco precondiciones para ser socio de USA. Una, trabajar más unidos contra la droga. Dos, acabar la inenarrable corrupción del PRI. Tres, reducir los atracos y secuestros. Cuatro, negociar con la guerrilla. Y cinco, suavizar las leyes de migración hacia Estados Unidos.

Ni Brasil ni Argentina tienen condiciones para la maquila, y por eso optaron por una vía alterna: agrandarse uno a otro los mercados y decidirse a producir cosas distintas. Es la expansión tan veloz de Mercosur (40 por ciento de las exportaciones gauchas, 25 por ciento de las brasileñas), la reconversión agrícola e industrial, el apalancamiento del real sobrevaluado, el tropezón de 1998 y el ingreso gradual de Chile que acaba de pactarse. Paraguay, Uruguay y, algo, Bolivia, también empiezan a respirar de este polo.

Queda la América Andina, lejos de Dios, lejos de Estados Unidos y lejos de Brasil. No apta para la maquila e inepta para el comercio de complementación, acabó como patito feo del continente. Su negra crisis se resume en dos palabras: petróleo en Ecuador y Venezuela, coca en Bolivia, Perú y Colombia.

La caída del petróleo desbarató la sociedad rentista, el Estado rentista y los partidos rentistas que se llamaban Ecuador y Venezuela. Noboa es el tapón hechizo del uno frente al caos, Chávez es el salto del otro hacia el vacío. El alza de estos meses trajo un respiro urgente para ambos (8.600 millones de dólares para Caracas, unos 380 millones para Quito). Pero todo mundo sabe, hasta la Opep, que el cañazo no puede sostenerse.

En cambio Banzer (el ex dictador) y Fujimori (el dictador) sí pueden sostenerse porque ambos hacen las tareas de la DEA. Por eso Mrs. Albright finalmente se plegó a la reelección ‘popular’ del uno y ahora del otro. Por eso salió la coca de Perú y de Bolivia. Por eso se trasteó para Colombia. Por eso somos el país-eje de la América Andina. Y también por eso andamos embrollados en lo del ‘Plan Colombia’.

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