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Las encrucijadas de Mockus

Lo que van dejando claro estos primeros 100 días de la gestión de Antanas es que el futuro que le espera a su administración no será nada fácil.

Semana
7 de mayo de 2001

A juzgar por las últimas encuestas y la postura asumida por algunos medios de comunicación y columnistas, al alcalde Mockus se le está acabando la luna de miel con sus electores. Que su gobierno va a un ritmo muy lento que contrasta con su antecesor; que decisiones como el día sin mujeres han fracasado y han distraído a la administración de tareas más importantes; que la aplicación de la ley de ajuste fiscal fue improvisada; que la reforma tributaria es inconveniente para la ciudad, son, entre otros, los argumentos con los cuales se cuestiona la labor del mandatario.

Más allá del debate sobre la justicia que está detrás de estas críticas, lo que van dejando claro estos primeros 100 días de la gestión de Antanas es que el futuro que le espera a su administración no será nada fácil. El "estilo Mockus", lleno de simbolismos y experimentos pedagógicos, parece estar agotándose. Lo que en su momento fue percibido por la ciudadanía como una forma novedosa de ejercer el gobierno, hoy parece no despertar el mismo interés ni generar el mismo impacto que antes.



La situación no deja de ser paradójica. En efecto, contrario a la percepción generalizada, el Mockus modelo 2001 es un buen gestor. Las cifras hablan por sí mismas: durante estos primeros 100 días de gobierno se han ejecutado más de 900 mil millones de pesos, lo cual es un monto verdaderamente importante si se tiene en cuenta que representa casi un 50% más de lo que se ejecutó el año pasado en el mismo período. Sin embargo, el Alcalde no ha sabido transmitir estos logros. Por eso, el pedagogo —con sus fórmulas que ya no despiertan entusiasmo— parece estar opacando al gerente.

La Bogotá de hoy es distinta a la que existía cuando Mockus inició su primer período. De ahí que gobernarla bajo los mismo esquemas puede ser un error muy costoso políticamente. La labor de Peñalosa implicó un hito que obviamente tuvo sus consecuencias sobre la opinión pública bogotana y los estándares con los que mide a sus gobernantes. En política es tan importante saber administrar como saber comunicar. De ahí que gran parte de su éxito futuro dependerá de que Mockus pueda proyectar ante la ciudadanía una imagen de gobernante que concilie la faceta pedagógica que le es propia con la gerencial que el imaginario de la ciudad reclama.

Pero las encrucijadas de Mockus van más allá. La situación política y en particular las relaciones con el Concejo no serán un lecho de rosas. Desde su primera administración, Mockus le envió un mensaje claro y contundente a la clase política de la ciudad, acostumbrada a las componendas y las transacciones non sanctas: cero contratos y cero puestos. Esta actitud valerosa y necesaria obviamente no fue de buen recibo. No es sino ver, por ejemplo, los diversos intentos fallidos para que el Cabildo le aprobara la venta de la ETB.



Ahora es poco probable que la situación sea radicalmente distinta. Por eso el Alcalde deberá desplegar toda su capacidad para, sin renunciar a sus principios, lograr una relación armónica y constructiva con el Cabildo. El reto es grande: Mockus tiene que permanecer fiel a su convicción de hacer una política sin clientelismo, pero sin cerrar los canales de comunicación y entendimiento con la corporación. Tan grave es para la ciudad un Alcalde prisionero del chantaje de los concejales, como un alcalde que sea incapaz de generar con éstos los consensos necesarios para poner en marcha su proyecto de ciudad.

El trámite del Plan de Desarrollo y de la reforma tributaria va a ser un buen escenario para que él muestre que eso es posible.



En lo que tiene que ver con la situación económica, a Mockus le tocó bailar con la más fea. No es claro aún de dónde va a sacar Mockus los 13 billones de pesos que necesita para llevar a cabo su Plan de Desarrollo. En primer lugar, porque la recesión que se vive en el país va a hacer bastante compleja la posibilidad de crear nuevos tributos y aumentar los ya existentes. En segundo lugar, porque es bastante probable que como consecuencia del proyecto que cursa en el Congreso, se recorten drásticamente las transferencias que el Distrito recibe de la Nación. En tercer lugar, porque las posibilidad de endeudamiento en las actuales circunstancias son bastante limitadas.



Ante este panorama, el Alcalde tendrá la nada despreciable tarea de ser un buen pedagogo para explicarle a la ciudad la necesidad de la reforma y el costo de no asumirla. Tendrá también que ser un buen gerente para administrar con la mayor eficiencia posible los recursos que posee y adicionalmente tendrá que ser un buen político para lograr entendimientos con las circunstancias distritales y nacionales en cuyas manos está el futuro económico de la ciudad.



Tirios y troyanos tienen que reconocerle a Antanas Mockus que es un gobernante responsable que es capaz de sacrificar su popularidad en aras de medidas que la ciudad necesita. Esta condición es necesaria pero no suficiente para garantizar una gestión exitosa. Por eso, de la manera como sortee los obstáculos que se avecinan dependerá que Bogotá siga siendo testigo de la revolución que ha presenciado en los últimos años.



* Abogado y politólogo. Ex edil.

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