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¿Las nuevas reglas del juego?

Semana
7 de mayo de 2001

Las tensiones entre Colombia y Estados Unidos suscitadas a raíz de la votación de Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU a favor de una fuerza de observación para Gaza y Cisjordania nos muestra, por un lado, los problemas que enfrenta la política norteamericana frente al conflicto del Medio Oriente, y por otro lado, el regreso a un énfasis unilateral, típico de la guerra fría, en la política exterior del presidente George W. Bush. Para Colombia, y el resto de los países latinoamericanos, la reacción de Estados Unidos ante el voto en la ONU es un ejemplo de los costos de una mayor dependencia política y económica de Estados Unidos y a la falta de un contrapeso al poder norteamericano en el nuevo orden mundial.

La propuesta de los países No-Alineados en el Consejo consistía, entre otras cosas, en promover la formación de un grupo de observación en los territorios ocupados por Israel, e insistía en que Israel desista de construir nuevas colonias en los territorios y que termine con su bloqueo al comercio y al transporte en la zona. La resolución fue presentada por los siete países No-Alineados del Consejo (Bangladesh, Colombia, Jamaica, Mali, Mauritius, Singapore y Tunisia) y también recibió el apoyo de Rusia y China. La oposición de Estados Unidos a la resolución se basa en su larga historia de compartir la posición israelí, de oponerse a la presencia de la ONU en los territorios ocupados. Además Estados Unidos se opuso a la resolución por considerar que no condenaba en lo suficiente la violencia proveniente del lado palestino. Los países europeos en el Consejo (Francia, Irlanda, Gran Bretaña y Noruega) habían tratado de negociar una propuesta aceptable para Estados Unidos y para los países No-Alineados, pero al final sus esfuerzos fueron infructuosos, y decidieron abstenerse de votar. Con nueve votos a favor, cuatro abstenciones, y la no-participación de Ucrania, Estados Unidos tuvo que usar su veto para rechazar la resolución.

La ira expresada por el subsecretario de ESTADO, Edward Walker y por el vocero del Departamento de Estado, Richard Boucher, hacia la votación de Colombia refleja el hecho de que, sin el "sí" de Colombia, la resolución no hubiera alcanzado los votos necesarios y así Estados Unidos hubiera podido evitar el uso del veto, el cual pone a Estados Unidos en una situación muy incómoda con sus aliados del Medio Oriente, particularmente con Egipto, Jordania y Arabia Saudita, y con la población de esa región, donde Estados Unidos aparece otra vez defendiendo los intereses de Israel. Será mucho más difícil ahora asegurar la cooperación de esos gobiernos en asuntos como el bloqueo a Iraq, terrorismo o política petrolera. Además, dificulta la posibilidad de que Estados Unidos aparezca como un intermediario en las negociaciones entre palestinos e Israel, limitando así la influencia norteamericana en el conflicto. Junto con la falta de una diplomacia norteamericana activa y mediadora dirigida a acabar con las olas de violencia entre palestinos e israelíes, (lo cual fue pedido recientemente por el presidente Mubarak de Egipto en su viaje a Washington y rechazado por la administración Bush), el veto en el Consejo es una señal del creciente aislamiento norteamericano en el Medio Oriente.

Sin embargo, la vehemencia con la que se expresó el rechazo al voto de Colombia y la amenaza de que habría "consecuencias" para Colombia, refleja el nuevo tono de la política exterior de Washington bajo George W. Bush. El equipo diplomático de la nueva administración está compuesto por oficiales cuya formación y experiencia tomaron lugar en la época de la guerra fría, es decir durante las administraciones Reagan y Bush (1981-92). En ese sentido, enfocan los problemas internacionales con una mentalidad de "nosotros versus los enemigos", de acuerdo con la cual se espera que los aliados y los países amigos sigan la política desarrollada en Washington. Con esa óptica, las consultas y la concertación pasan a un segundo plano, y hay poca tolerancia con países, particularmente del movimiento No-Alineado, que abiertamente desafían las prioridades definidas por Estados Unidos. Al igual que la mayoría republicana en el Congreso, la nueva administración tiene una enorme desconfianza de los organismos internacionales, incluyendo la ONU, y prefieren soluciones unilaterales a políticas concertadas o multilaterales. Las políticas de Bush durante su primer trimestre frente a Rusia, China, el Tratado de Kyoto, y el Tratado de Roma, además del Medio Oriente así lo demuestran.

¿Qué implicancias tienen las tensiones sobre la votación en el Consejo para Colombia? ¿Habrá retaliaciones? Más que nada, la reacción dura de Washington sirve como una amenaza para el futuro, enviando el mensaje de que Estados Unidos espera que Colombia y los demás países de América Latina apoyen la política de Washington en foros internacionales. Aunque es posible que haya recortes en la ayuda económica del Plan Colombia, es importante tener en cuenta que este responde a intereses norteamericanos (la lucha contra el narcotráfico), y por lo tanto, aunque habrá criticas en el Congreso norteamericano por la votación de Colombia, a la hora de votar es poco probable que los congresistas tomen una acción contra el Plan. A diferencia de la época de la guerra fría, los vínculos entre países hoy en día se basen mucho más en una compleja red de intereses mutuos, involucrando lo económico, político y social, además de intereses militares, lo cual aumenta los costos de acciones unilaterales. Igualmente, cualquier intento de imponer una retaliación diplomática podría ser contraproducente, ya que provocaría reacciones de solidaridad con Colombia y fortalecería actitudes antinorteamericanas en América Latina. Al fin y al cabo, el mundo globalizado del siglo XXI es diferente al de la guerra fría. Queda pendiente cómo y cuándo (y a qué costo) la administración Bush vaya a captar esa realidad.

* Profesor Fulbright en el Departamento de ciencias políticas, Universidad de los Andes y Pontificia Universidad Javeriana.