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Alberto Donadio  Columna

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Las orquídeas del gordo Fernández

El ejemplo es fácil de imitar: sembrar los árboles adecuados en un terreno aun de 1.000 metros cuadrados y dejar que la naturaleza haga el resto. Se crearían miles de puntos de bosques.

Alberto Donadio
4 de febrero de 2023

Él vive a 2.320 metros de altura acompañado por muchísimos seres vivos de singular y exótica belleza. Son las 300 especies de orquídeas de un bosque que el gordo Fernández regeneró en una finca a dos horas de Medellín. La tarea empezó hace 37 años cuando Jorge Mario Fernández Gómez consiguió 100 robles en bolsitas de vivero. Diez los cambió por la cadena del ancla de un barco, que hoy está a la entrada de la finca. Sembró los 90 robles restantes en lo que antes era un potrero de una gran lechería y hoy es una parcelación campestre de muchas fincas. Le dijeron que los robles eran los árboles que mejor recuperaban el suelo.

El roble colombiano, Quercus humboldtii, lleva el nombre de Alejandro von Humboldt, el sabio alemán considerado el descubridor científico de Colombia. La exuberancia del bosque que hoy existe en esa parcela de unos 7.000 metros cuadrados hace pensar que ese santuario ha estado allí desde siempre, pero en realidad es la prueba de cómo la naturaleza se regenera sola.

El gordo Fernández, con dos trabajadores, lazos y una escalera, se dedicó durante años a recoger orquídeas nativas en bosques de la zona entre La Ceja, La Unión y Sonsón, al oriente de Medellín. La naturaleza hizo el trabajo. Algunas de las fotografías de las orquídeas aparecen en la cuenta de Instagram Jorge.m.fernandez1, aunque nada reemplaza el asombro que produce el recorrido por un bosque donde desde hace 37 años no se recogen las hojas que caen al suelo, ni los troncos, ni las ramas.

Muchas orquídeas de esta reserva privada son más pequeñas que las catleyas y otras especies más conocidas, pues en general las orquídeas de tierra fría son pequeñas y algunas son diminutas y hay que verlas con lupa. Fernández también sembró yarumos y amarrabollos. Esta parcelación a la salida de La Ceja perteneció a Félix Correa Maya, el financista antioqueño que pagaba altísimos intereses y que se quebró en 1982 arrastrando a la ruina a miles de clientes de Financiera Furatena. Tras la quiebra, el gordo Fernández compró un lote. Empezó a crear su propio jardín botánico, pero en noviembre de 1990 tuvo que esconderse y después salir del país cuando Pablo Escobar anunció que los ricos de Medellín tenían que financiar la guerra que él le había declarado al Gobierno. Escobar empezó a secuestrar personas acaudaladas para cobrar el rescate. Jorge Mario Fernández tenía un próspero negocio textil.

Él vivía en un edificio en la Loma de los Parra y sabía que el último piso de esa torre lo ocupaban siete u ocho muchachos que no tenían oficio conocido. Sospechaba que eran sicarios al servicio de Escobar. Llamó a un amigo que era amigo del primo de Pablo Escobar, Gustavo Gaviria. Se citaron en un baño turco y le pidió averiguar si él corría peligro. Horas después, el amigo lo llamó de un teléfono público y le dijo que lo que hablaron en el turco, sí. El gordo Fernández se fue disfrazado de mujer hacia el hotel del aeropuerto José María Córdova, pero antes de entrar al hotel se cambió el disfraz por el de piloto, con ayuda de unos cuñados que eran pilotos. Estos lo acompañaron al aeropuerto para abordar un vuelo a Cartagena. Allá llegó al hotel Caribe, pero no se registró, luego al hotel Hilton y de ahí salió a una casa donde se escondió un tiempo. Luego viajó a Miami, donde estuvo 15 años. “Yo me le volé a Pablo Escobar”, dice ahora. Mientras tanto, el bosque a la salida de La Ceja seguía regenerándose.

Hace cinco años Jorge Mario Fernández se fue a vivir al lado de sus orquídeas. Su casa tiene un cuarto, un baño, una cocina y una sala donde él se sienta a ver series de Netflix. ¿De dónde surgió su pasión por las orquídeas? Bertha Hernández Fernández de Ospina Pérez, la primera dama entre 1946 y 1950, fue apasionada de las orquídeas, como lo fueron su hijo Mariano Ospina Hernández y su nuera Helena Baraya. Por el lado Fernández, doña Bertha, fallecida en 1993, era prima hermana de Darío Fernández Lalinde, el papá del gordo Fernández.

El ejemplo es fácil de imitar: sembrar los árboles adecuados en un terreno aun de 1.000 metros cuadrados y dejar que la naturaleza haga el resto. Se crearían miles de puntos de bosques. En 1868 un viajero extranjero que pasó por Sonsón y Rionegro y descubrió muchas orquídeas dejó este relato: “Entre las miles de flores no hay una sola a la cual la naturaleza no haya dado una fisonomía propia, una expresión característica: sus rasgos reflejan vitalidad como si se tratara de graciosos duendes unas veces risueños, otras serios, ocultos discretamente entre el follaje, y que parecen decir al viajero: ¡Alguna vez has visto tanta belleza! Admíranos en nuestras galas virginales”.

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