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LAS TRAVESURAS DE KADHAFI

Semana
30 de mayo de 1983

Independientemente de la consideración de los móviles que pueda tener el M-19 al intentar restablecer la República del Caquetá, la llegada a Brasil de las armas del Coronel Kadhafi ha servido para despertar nuevamente el temperamento reaccionario del país, siempre dispuesto, como todos los fenómenos de opinión, a saltar a conclusiones rápidas y radicales. Con sorprendente unanimismo, la gente se ha dedicado a criticar las prudentes declaraciones del Canciller, a fustigar ex post facto el ingreso de Colombia a los No-Alineados, a lamentar el otorgamiento de la amnistía a los guerrilleros y a proponer un nuevo ostracismo continental contra los sistemas comunistas. Demasiado fáciles las soluciones, piensa uno, pero sobre todo, carentes de efectividad.
MANTENER EL CURSO: como lo ha sostenido el Canciller, el ingreso a los no-alineados tiene poco que ver con las travesuras de Kadhafi o con las del M-19. La intención del gobierno era la de participar en un proceso de desovietización de los No-Alineados que ha quedado debidamente registrado por la opinión mundial, aun por las publicaciones más displicentes sobre el heterogéneo grupo tercermundista. La agresión de Kadhafi difícilmente podría convertirse en elemento definitorio de una nueva política internacional reaccionaria y resentida. Y la amnistía, por otro lado, poco tiene que ver con el fenómeno guerrillero. Desde el cuartel de la Picota, una cárcel de minima seguridad, el comando de los guerrilleros podía sin inconveniente alguno dirigir cerebralmente las operaciones más audaces, como el secuestro de Bishop por ejemplo. Con el agravante de que 500 presos de un mismo grupo son,-para qué negarlo- un partido político. Discrepo de quienes creen que la amnistía "había que darla" por el prurito de aparecer liberales pero con la intención de que, cuando fracasara, se pudiera recrudecer la represión. Esa es una postura inauténtica. La amnistía cumplió amplios propósitos de menor envergadura aunque no haya logrado la entrega masiva de los grupos guerrilleros. Se convirtió, por ejemplo, en instrumento apto para el desarrollo de una nueva política internacional, modificando la imagen externa de nuestro país y reconciliándola con la estructura democrática. Tanto así, que el M-19 ha tenido que buscar su apoyo externo en Kadhafi en lugar de obtenerlo abiertamente de Cuba o de la Unión Soviética. En cierto modo, eso aísla internacionalmente al grupo guerrillero y fortalece, ante el mundo, la posición de derecho del Estado colombiano. Esa ventaja táctica, obtenida por medio de la nueva diplomacia de Betancur, hay que preservarla como un valioso activo de nuestro establecimiento.
Aunque no figuro entre quienes creen que la guerrilla tiene causas socio-económicas que justifican, por lo tanto, moralmente, la violencia revolucionaria, tampoco creo que ésta pueda ser combatida, en nuestro tiempo, solamente con las armas de la guerra. En los países más avanzados, como Alemania y Japón, han surgido los grupos terroristas más espantosos, mientras en los países más pobres, como Haití y Uganda, el orden social es casi perfecto aunque injusto. Sin embargo, hay que intentar satisfacer las apetencias de desarrollo de nuestro pueblo, y ningún orden social -como lo advirtió hace tiempos el general Landazábal se puede sostener únicamente sobre la fuerza de las bayonetas. La política social del nuevo gobierno es, en todo el sentido de la palabra, una política de paz. Las frustraciones coyunturales a las que se somete la acción de todo gobierno no deben conducir al abandono del camino trazado cuando éste resulta benévolo y humanitario. Hay que intentar, sí, que las políticas sociales se reconcilien con la economía, en lugar de contradecir sus postulados. Pero perseverar en ellas parece indispensable.
EL FRENTE EXTERNO
¿relaciones con Cuba, o con Kadhafi? ¿Por qué no? El momento puede no ser propicio, pero el objetivo ciertamente es conveniente. Las relaciones diplomáticas se inventaron para entenderse principalmente con los enemigos y, en todo caso, dos países pueden tener buenas o malas relaciones, pero mantener canales de protesta y de comunicación. El M-19 buscó a Kadhafi porque con Libia no tenemos relaciones, y no obtuvo el apoyo de Cuba porque allí hay una medio amistad en camino... Sin dogmatismos, ni posiciones reaccionarias, debe el país adaptarse a las condiciones modernas de la interacción entre naciones, lo cual le permitirá seguir aislando internacionalmente a los grupos alzados en armas, paso preliminar para su derrota definitiva en el interior. Fue esta dimensión de la lucha antiguerrillera -el frente externo- el que abandonó, en forma improvidente, el gobierno de Turbay. Teniendo a los guerrilleros cercados, perdimos la batalla de la opinión pública, como le sucedió a los Estados Unidos en Vietnam. Ojalá el mismo error de táctica no se vuelva a cometer ahora, cuando Colombia esta comenzando a ser, por primera vez en mucho tiempo, un miembro respetado de la comunidad internacional.