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Lecciones de las elecciones regionales en Colombia

En las principales capitales del país la juventud salió a votar en las elecciones regionales del 27 de octubre e inclinó la balanza a favor de la paz y la educación. Muy seguramente, estamos ante el surgimiento de un nuevo escenario político frente a las elecciones del año 2022.

Julián De, Julián De
4 de noviembre de 2019

En Colombia los adultos mayores de 40 años siempre han sido la fuerza electoral que ha decidido quien gana en todas las elecciones, tanto regionales como nacionales. Los jóvenes han participado de manera crítica y reflexiva en el debate de ideas, pero han permanecido muy alejados de los procesos electorales. Es así que, en una de las elecciones más importantes de la historia, realizada el 2 de octubre de 2016 y que tenía como finalidad determinar si el país aceptaba el proceso de paz con las FARC, tan sólo el 19% de los jóvenes entre 18 y 24 años, salió a votar. La abstención juvenil es gigantesca, si se tiene en cuenta que en Colombia 7,8 millones de personas tienen hoy entre 18 y 25 años de edad. Por grupos de edad, los mayores de 40 son los que más votan en todas las elecciones mientras los menores de 24 son los que menos participan.

También sobresalen históricamente en Colombia los votantes con bajo nivel educativo. El 41% ha llegado a la secundaria, seguido por los que cuentan con la primaria: 22%. Los que tienen título universitario, tan solo suman el 16% de los votantes. La población que ha elegido presidentes tiene en general, bajo nivel educativo y es bastante mayor de edad.

Todavía no conocemos los resultados de las elecciones regionales en 2019 por grupos de edad, pero todo indica que la primera lección es que los jóvenes comenzaron a participar más activamente en política y en el proceso electoral. Después del triunfo del NO, los jóvenes se volcaron a las calles para impedir que hicieran trizas los acuerdos de la paz y, desde ese momento, asumieron un rol supremamente activo en el debate político y en la defensa de una educación pública que ha enfrentado una sistemática campaña de desprestigio y de ahogo financiero. Las movilizaciones estudiantiles realizadas entre julio y diciembre del 2018 son las más grandes, reflexivas y pacíficas que haya conocido el país. Una prueba de su trascendencia es que lograron cambiar la política pública para la educación superior. Por primera vez, se sentaron con la ministra de educación a definir los recursos para las universidades oficiales y luego, lo hicieron con el presidente, para ratificar lo acordado. Las reuniones de los líderes estudiantiles con ministra y presidente a bordo evidenciaron que estábamos ante la presencia de un nuevo movimiento estudiantil, más reflexivo y argumentativo que los conocidos hasta aquel momento.

La votación aumentó al pasar de 20 a 22 millones los votantes y al reducirse al 39% la abstención. Sin conocerse la discriminación por edades de los votantes, podemos pensar que, muy seguramente, aumentó la participación de los jóvenes a nivel electoral. Esto explicaría, por lo menos en parte, por qué en las principales capitales del país la balanza electoral se inclinó a favor de la paz, la inclusión y la educación.
La segunda gran lección tiene que ver con el fortalecimiento del voto de opinión en las grandes capitales. Sin duda fue decisivo para elegir alcaldes en Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta, Manizales, Santa Marta y Villavicencio, entre otras. Aun así, los casos de Bogotá, Medellín y Cartagena serán emblemáticos, por la abrumadora derrota de las maquinarias, la elección de una valiente, muy formada y luchadora mujer en la capital y, la estruendosa derrota del partido de gobierno en Medellín, Bogotá, Antioquia, Cali y en los más importantes lugares a nivel nacional. No se equivocó el precandidato presidencial por el Centro Democrático Rafael Nieto, cuando calificó como “paliza” lo que recibió en las urnas el partido de gobierno.

En Medellín un candidato que no aceptó el aval de ningún partido, hijo de un mecánico y una costurera, y que, había sido vendedor ambulante en su juventud, terminó derrotando al partido de gobierno y al anterior alcalde de la ciudad. La ciudad eligió a un alcalde que, está convencido de que, si cambia la educación, lo cambiará todo. Será una alcaldía de la que esperamos una profunda reforma curricular en la educación básica y media, para garantizar mayor pertinencia de los contenidos abordados en la escuela.

La tolerancia, la escucha y la decencia, virtudes por lo general ausentes en el debate político colombiano, comienzan a aparecer en los candidatos elegidos y aun en algunos de los perdedores, como es el caso de Carlos Fernando Galán, quien, sin duda, en muy poco tiempo hizo una excelente campaña defendiendo estas actitudes. La alcaldesa de Bogotá va en la misma dirección.

La tercera gran lección es el nuevo papel de las redes en la política. Todos los candidatos exitosos en las grandes ciudades tuvieron un rol protagónico en redes. Fue especialmente claro en los casos de Claudia López en Bogotá y Daniel Quintero en Medellín. En Cartagena, la exitosa campaña de William Dau fue adelantada con megáfono y en Facebook.

La cuarta y última lección por destacar, tiene que ver con la esperanza y la paz. Daniel Quintero lo dijo de manera profunda en un trino que se viralizó al conocerse los resultados: “La esperanza derrotó al miedo”. Sin duda, en las principales ciudades del país triunfaron candidatos favorables a la consolidación del proceso de paz. En Bogotá, por ejemplo, los cuatro aspirantes, habían votado favorablemente al plebiscito del 2 de octubre de 2016 (¡incluyendo el candidato avalado por el Centro Democrático!), y en las principales ciudades se eligieron alcaldes abiertamente partidarios del proceso de paz con las Farc.

En las elecciones regionales de 2019 los electores castigaron los extremos políticos y rechazaron los discursos que invitaban a la descalificación del oponente, a la sed de venganza, a la ira y a la manipulación. Se fortalecieron los discursos que invitaban a transformar la educación, luchar contra la corrupción, tomar medidas ante el cambio climático y consolidar la paz. Al fin de cuentas, los nuevos gobernantes elegidos en las principales ciudades provienen de una nueva clase política con mayor nivel de formación y que ha padecido por décadas y en carne propia, una guerra que beneficia política y económicamente a unos pocos. No hay duda: estamos ante la emergencia de una nueva clase política, ideológicamente ubicada al centro y a la izquierda, más culta, más moderna y con doctorados de verdad en universidades de renombre internacional y no con cursos de una semana presentados como si lo fueran.

La paradoja colombiana es que, hasta el momento, habíamos carecido de opciones de centro y de izquierda con posibilidades reales de acceder al poder, por la presencia simultánea de las FARC y los diversos grupos paramilitares, en abierta confrontación armada. El triunfo electoral de la centro-izquierda, abre un nuevo escenario político nacional de cara a las elecciones presidenciales futuras.

El agudo y extenso conflicto armado en el país había sido responsable del histórico triunfo de la derecha y la extrema derecha en el país. El proceso de paz con las FARC, pese a sus enormes dificultades, comenzó a abrir el escenario a nuevas fuerzas políticas. Eso lo sabía el partido de gobierno y por eso se opuso a las negociaciones y mintió reiteradamente al decir que se le estaba entregando el país a la guerrilla. Estas elecciones son una excelente demostración de las falacias que fueron levantadas por el Centro Democrático para hacer trizas los acuerdos de paz: las Farc volvieron a recibir una nueva y estruendosa derrota política. El Centro Democrático mintió cínicamente al afirmar en campaña que el proceso de paz conduciría al país a la entrega del poder a las Farc.

El partido de gobierno ha sido fiel discípulo de Orwell y de él aprendió que “quien controla el presente controla el pasado y que quien controla el pasado, controlará el futuro”. De allí que ha estado muy interesado en reescribir la historia para hacerle creer a la población que nunca tuvimos en Colombia conflicto, ni desaparecidos, ni falsos positivos, ni protesta social, y que, no existen los grupos paramilitares. La pregunta que uno tiene que hacerse es ¿por qué quieren ocultar la verdad? Los resultados de las elecciones regionales dan parte de la respuesta: el Centro Democrático pierde cualquier vigencia si el conflicto armado desaparece en Colombia.

Lo que muestran las elecciones regionales de 2019, es que el proceso de paz tuvo un impacto sensible pero tardío a nivel electoral, al fortalecer las opciones de centro izquierda. Los votos que quedaron faltando para ganar el plebiscito por la paz, se hicieron presentes el 27 de octubre de 2019.

Al mismo tiempo con este nuevo país que se abre paso a nivel urbano, subsisten los viejos clanes electorales y los más claros vicios de una democracia muy restringida, con un pueblo temeroso y manipulado en la mayor parte del espacio rural colombiano, muy especialmente en las costas y en los territorios nacionales. El trasteo de votantes y la compra de votos siguen siendo una cruda realidad en buena parte del territorio nacional.

Los jóvenes emergen como un nuevo actor político en el escenario colombiano por eso la educación, la inclusión, el medio ambiente y la paz, adquieren predominancia y las redes se proyectan como un nuevo escenario del debate nacional. Veinte años después los jóvenes parecen escuchar el mensaje que Jaime Garzón les dedicaba años atrás. “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlo. ¡Nadie!”. Hoy Garzón estaría emocionado al ver que sus palabras comenzaron a mover a sus interlocutores.

Todos seguimos pendientes de que se escuche su último mensaje en el que invitaba a la vieja clase política a descansar y a dedicarse a sus nietos, para que permitieran a los jóvenes construir la esperanza y un nuevo país en el que puedan vivir todos, incluyendo a los nietos de esa vieja clase política.

*Director del Instituto Alberto Merani y Consultor en Educación (@juliandezubiria)

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