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Duros de incluir en el proceso de paz

Los uribistas hicieron todo este ruido olvidando que Uribe había impugnado airadamente la designación de Mora y Naranjo en el equipo negociador en septiembre de 2012.

León Valencia, León Valencia
4 de abril de 2015

Aprovechando los avances en las negociaciones de La Habana y atendiendo algunas voces de la oposición uribista que parecían inclinarse a participar en el proceso de paz, Santos hizo algunos movimientos para buscar que el expresidente y sus huestes, sin perder su actitud crítica, se avinieran a colaborar en esta etapa crucial de las conversaciones. No fue posible. Otra vez el ala más dura del uribismo se impuso y cerró las puertas.

Las negociaciones habían dado un gran salto con la decisión de las FARC de realizar un cese el fuego indefinido y cumplirlo; con el compromiso de no reclutar menores de 17 años; con el acuerdo para empezar el desminado en algunas zonas del país; con la llegada de un grupo de militares en servicio activo para iniciar la discusión del cese bilateral de hostilidades, y convenir los protocolos de la desmovilización y el desarme una vez se firme el acuerdo final; con la iniciativa de la comunidad internacional, encabezada por España, de establecer un fondo fiduciario para apoyar el posconflicto en Colombia.

Algunas de estas iniciativas habían sido reclamos de Óscar Iván Zuluaga y de Marta Lucía Ramírez a lo largo de la pasada campaña presidencial, y ellos seguramente comprendían que con sus críticas habían ayudado a perfilar un final del conflicto con mayores exigencias para las guerrillas. De ahí que el procurador Alejandro Ordóñez empezara a hablar de un “Pacto para la paz” y que Luis Carlos Restrepo, Carlos Holmes Trujillo y Marta Lucía empezaran a vislumbrar algún respaldo al acuerdo final.

Entonces, Santos decidió la conformación de una Comisión Asesora de la Paz e invitó a Zuluaga, a Holmes Trujillo y a la excandidata Ramírez a participar en ella. También se reunió con Ordóñez para intercambiar ideas sobre las negociaciones y saber en qué consistía el pacto de paz. Marta Lucía aceptó la vinculación a la comisión, y el Centro Democrático no descartó de plano su participación y conformó un grupo de trabajo para elaborar un documento donde fijarían su posición sobre el momento que vive el proceso.

La sorpresa vino después. A mediados de marzo otra vez los uribistas dedicaron largas horas a meter cizaña entre las Fuerzas Militares, y el Centro Democrático hizo público el documento producto de sus deliberaciones internas con una posición que no deja lugar para ningún tipo de acercamiento a las negociaciones de La Habana.

Se aprovecharon de algunas disensiones en la delegación del gobierno en La Habana, y del desconcierto que generó la dedicación de los generales Mora y Naranjo a una labor pedagógica entre la fuerza pública, orientada a explicar los acuerdos y a disipar los grandes temores que suscita el final del conflicto entre los militares.

Difundieron por todos los medios la versión de que habían sacado a la fuerza a los generales de las negociaciones, señalaron que esto significaba otra afrenta a la fuerza pública. Protestaron en declaraciones y columnas. Tres militares retirados designados por Acore para hacerle sugerencias a Mora renunciaron a la actividad, y lo hicieron ante Santos que no había tenido nada que ver en su designación.

Hicieron todo este ruido olvidando que Uribe había impugnado airadamente la designación de Mora y Naranjo en el equipo negociador en septiembre de 2012. En ese entonces dijo en Washington: “Los generales, cuando estaban sirviendo, daban órdenes a la tropa para combatir a los terroristas, mientras ahora se sentarán a la Mesa con ellos”. Olvidando también que, recientemente, cuando designaron a los oficiales en servicio, dijeron que era un acto ilegal del presidente.

Pero la carga mayor contra el proceso de La Habana vino en un texto leído por Alfredo Rangel, otrora militante de la izquierda radical, en el que, contrario a toda evidencia, señala que las negociaciones de paz han servido para incrementar el conflicto y la inseguridad, para fortalecer militarmente a las FARC y entregarle grandes porciones del territorio nacional.

Un documento de cuatro puntos en el que, al final, hace la descabellada propuesta de empezar de nuevo el proceso exigiéndole a la guerrilla que entregue las armas, se concentre en un sitio y se disponga a revisar los acuerdos alcanzados en el punto agrario, el narcotráfico, la participación política y las víctimas. Retroceder todo y prolongar la negociación, hasta que la guerrilla concentrada en un lugar y sin armas declare su rendición y vaya a la cárcel. Gran aporte del sector más intransigente del uribismo que deja sin aire a Zuluaga, Restrepo y Holmes Trujillo.

Nota: Los ‘elenos’ son otros duros de incluir en la paz. Un sector empeñado en lo militar ganó la mayoría en el quinto congreso y se apoderó de la Mesa de negociación, y ahora se niega a establecer en la agenda que, de lograrse un acuerdo final, la consecuencia lógica es la dejación de las armas.

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