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Llamarse Antanas

El principal disfraz de Mockus sigue siendo el de antipolítico, cuando lleva veinte años haciendo política. Ese es el secreto de su incomprensible éxito.

Antonio Caballero
2 de julio de 2011

Otra vez se lanza Antanas Mockus a la alcaldía de Bogotá. Miren cómo lo anuncia en una entrevista de prensa, con claridad y modestia:

-Esta entrevista ha sido un acceso privilegiado a un momento de reflexión, y si yo tuviera que tomar la decisión hoy, pues usted habría adivinado en qué dirección la tomaría.

¿Y por qué se lanza Mockus una vez más a la alcaldía de Bogotá? Lo explica así:

-Siento el deber de seguir siendo una persona que no rehuye el espacio político. Lo que pasó está lleno de lecciones, y hay un desafío fuerte, que es dejar bien claro para mí y para la gente qué aprendí y qué no aprendí.

Cantinflas no lo sabría decir mejor. Y a la pregunta de si es esta su última oportunidad de gobernar a Bogotá, responde de esta manera:

-Sí, yo creo que Bogotá merece posiblemente una tercera... bueno, no. Lo que está en juego tal vez es una tercera oportunidad.

¿Por qué vota la gente por semejante payaso? Por desesperación. Porque se presenta bajo la pretensión de ser distinto de los demás políticos. Yo mismo llegué a pensarlo, movido por la desesperación, cuando hace un año, puesto en la tesitura de escoger para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales entre él y Juan Manuel Santos, escribí en esta columna, bajo el título 'Es peor Santos', que, por lo menos, Mockus era distinto. Me equivocaba. El distinto de lo que unos temíamos y otros esperaban resultó ser Santos. En cambio Mockus es exactamente igual. Pero se disfraza de distinto.

El disfraz. Ese es el secreto de su incomprensible éxito. Su principal disfraz sigue siendo el de antipolítico, cuando lleva veinte años haciendo política. Una vez se disfrazó de superhéroe de cómics. Otra vez se disfrazó de visionario, con un extraño gorro que simulaba ser el tercer ojo de los lamas tibetanos. Para su más reciente candidatura presidencial se disfrazó de verde (y todavía usa una corbata de ese color), sin haber sido nunca 'verde' en el sentido político que tiene en el mundo esa palabra, que es el de preocupado por el medio ambiente. Y ahora, cuando debe cumplir su compromiso de apoyar al candidato oficial de los verdes, da una nueva voltereta. Anda en conversaciones con las Autoridades Indígenas de Colombia (AICO) para que le den su aval para su propia nueva candidatura: esta vez va a lanzarse disfrazado de indio.

Hace un año escribí aquí que había descubierto por casualidad, consultando diccionarios, una expresión curiosa: "llamarse antana". El Diccionario Ideológico de Julio Casares la daba por sinónimo de "retractarse", y el de María Moliner ampliaba la definición: "llamarse antana" tiene el significado de "hacerse el desentendido, no atenerse a una promesa u obligación cuando llega el momento de cumplirlas". Sigo: volverse atrás, no cumplir la palabra empeñada, desdecirse o retractarse de lo prometido, esquivar el cumplimiento de obligaciones o castigos. Y otra acepción más, que parece dirigida particularmente a Mockus, tan amigo de recurrir al concepto de lo sagrado (la vida es sagrada, los dineros públicos son sagrados): "acogerse a sagrado para gozar del derecho de asilo".

Alguien podrá observar que Mockus no se llama Antana, sino Antanas, en plural. Es porque lo suyo no es un solo incumplimiento, sino muchos incumplimientos repetidos.

Va para otro.

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