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LO QUE VI

Son sorprendentes las coincidencias entre las posibilidades de Marion Barry para la alcaldía de Washington, y las de Antanas Mockus para la de Bogotá.

Semana
17 de octubre de 1994

LO QUE VI

ERA VERDAD LO QUE DECIAN SOBRE EL avión presidencial. No habían pasado 10 minutos de vuelo, cuando la tapa que cierra el compartimiento de las máscaras de oxígeno se abrió, y tres de ellas quedaron bailando sobre mi cabeza. "Es la descompresión", me dijo amablemente un asesor militar. Y con toda naturalidad, se dedicó durante el siguiente cuarto de hora a volverlas a colocar en su sitio.
Al Presidente también le sucedió lo mismo, pero la tapa de su compartimiento tuvo que ser asegurada con cinta pegante. Mi perplejidad me impidió automáticamente hacerme la pregunta del caso: ¿si las máscaras de oxígeno habían sido liberadas por la descompresión, qué explica que hubieran caído solamente sobre las sillas de dos pasajeros?
Sobrevivimos al vuelo. Ni un solo renglón del Washington Post registraba, a la mañana siguiente, ló que a los colombianos nos llenaba de orgullo: un colombiAno al frente de la OEA, organización que por inoperante que sea, podría convertirse, en manos de Gaviria, como lo demostró en su discurso inaugural, en un foro de insospechada importancia continental, en lugar del foso de lagartos que clásicamente ha sido la OEA.
Pero si a la prensa de Washington no la conmovió la posesión del ex presidente colombiano, en cambio no se hablaba de otra cosa que de la resurrección de Marion Barry. Su nominación y muy posible triunfo en las próximas elecciones para alcalde de Washington tiene muchas similitudes con lo que está a punto de pasarnos en Bogotá. En ambas ciudades, Barry y Antanas Mockus son el símbolo del descontento popular. En Bogotá, un candidato que se bajó los calzones se ha convertido en el ídolo del rechazo hacia la clase política. En Washington, un candidato que cuando era alcalde, fue filmado por el FBI consumiendo droga en compañía de una prostituta, es el desahogo de las divisiones de clase, de la tensión racial y del desdeño por el Congreso.
Y así como muchos bogotanos todavía no entendemos (a algunos hasta les aterroriza) que el excéntrico Mockus vaya a asumir las riendas de la ciudad, a muchos habitantes de Washington les resulta incomprensible que un convicto consumidor de drogas, mentiroso, mujeriego, repita alcaldía.
Tuve oportunidad de verlo y escuchar su carreta barata. "Movimos la maquinaria política", dijo. Y literalmente lo hizo. Registró miles de nuevos votantes en los vecindarios más pobres de la ciudad. Los conmovió con sus propósitos de redención, con su tono de apasionado predicador que asegura estar de regreso del "valle de la droga", y con sus promesas de un futuro mejor para todos. El día de las primarias recogió a sus votantes en buses, camionetas y hasta taxis, y los llevó a votar.
A ninguno de sus votantes le conmovió el video de su pasado. Una señora le dijo a un periódico que "estoy con Barry porque desafió un sistema que lo llevó hasta el ridículo. Estoy segura de que muchos otros políticos también son adictos a las drogas, pero ¿por qué tenían que ponerlo a él en un video que luego circularon por todo el planeta? "
Washington tiene 606.900 habitantes, de los cuales aproximadamente dos tercios (65.9 por ciento) son negros. Ese es un elemento político que diferencia las posibilidades de Barry de las de Mockus. Pero nuevamente el caso de ambos se parece en lo que tendrán que hacer y muy seguramente no podrán.
Al frente de Barry están la crisis de la vivienda, la corrupción de la Policía y el desorden fiscal. Tendrá que cumplir con el mandato del Congreso de cortar 140 millones de dólares del presupuesto de la ciudad, y eliminar 2.000 empleos públicos. Eso terminará "sabiéndoles a cacho" tarde o temprano a sus votantes, acostumbrados a su anterior alcaldía, cuando Barry convirtió a la ciudad en un banco de empleos.
Al frente de Antanas Mockus están la inseguridad, la desesperante deficiencia de vías, el desastre de los servicios públicos, pero hay que reconocerle a la actual alcaldía, y es justo que se haga desde esta columna donde se le ha combatido tanto, que Jaime Castro le deja a Mockus la casa muy bien ordenada en materia de las finanzas del Distrito. Claro que, más peligroso que un buen alcalde de Bogotá sin plata, sería un mal alcalde de Bogotá con plata, y eso es lo que muy seguramente nos espera...
Lástima de Peñalosa. Pero como en Bogotá, donde se da por seguro a Mockus, en Washington también se da por seguro a Marion Barry. El problema consiste, como lo explica el editorial del USA Today, en que los nuevos votantes (de los que Mockus muy seguramente tendrá a rodos entre los estudiantes) pueden ser votantes inmaduros, y los votantes frustrados (que Mockus ya tiene reclutados entre los bogotanos de todas las clases sociales) pueden ser votantes que carecen por absoluto de la capacidad de discernir. -

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