Los buenistas

En Colombia se invirtieron los valores. Llamar narcoterrorista a un criminal de las Farc, es un acto de intolerancia; pedir que los criminales de lesa humanidad vayan a la cárcel y no al Congreso es ser “guerrerista”; reclamar que las protestas en el Cauca sean pacíficas, rechazando que asesinen policías y bloqueen vías, es estigmatizar a los indígenas y vulnerar su derecho a la protesta; pedir que FECODE, en lugar de exigir más beneficios a través de las vías de hecho, dé clases y respete el derecho de los niños a la educación, es ser fascista; defender la voluntad del pueblo colombiano y el derecho de la mayoría a decidir en democracia, es polarizar.

Lo “políticamente correcto”, poco a poco, ha ido haciendo inviable al país. Atreverse a cuestionar lo que dicen los “buenistas”, con su falsa modestia y su indiscutible autoridad, amparados en ser los dueños de la verdad revelada y tras la autodenominación de “independientes”, “académicos e intelectuales”, “analistas”, “activistas”, “sectores alternativos y progresistas”, “tibios” y “defensores de derechos humanos”, es un absoluto suicidio.

Sus sentencias son incuestionables. Estos nuevos jueces de la moral, seres superiores a todos los demás mortales, están investidos de un fuero que los autoriza a pontificar sobre lo divino y lo humano sin lugar a ser cuestionados. Ellos, esa dominante minoría, los “tolerantes” reaccionan como fieras, cargadas de odio, cuando alguien se atreve a contrariarlos. Son implacables con quienes se oponen a sus intereses. Señalan y linchan. Los otros siempre somos los culpables.

Bien han sabido ubicarse en parasitas organizaciones no gubernamentales, en universidades públicas y privadas, en medios de comunicación, en colectivos y partidos políticos. Son el nuevo “establishment” aunque aparenten pelear contra él, son un poder organizado, hábiles en el litigio estratégico, han alcanzado posiciones en las cortes, atacan al Estado, pero también viven de él, justifican cualquier cosa con sofisticadas teorías, poderosos grupos económicos emergentes los financian.

Son los defensores de las “causas nobles”. Quieren Estado de Bienestar, pero se oponen al desarrollo económico, minero energético y agro industrial, constantemente nos ponen a escoger entre el agua o el petróleo. Defienden con agresividad el derecho de los animales a ser tratados como humanos, y quieren convertir el aborto en un método anticonceptivo. Algunos, llegan al extremo de sostener que la genitalidad es prácticamente una arbitraria imposición social.

Ellos, a diferencia de todos los demás, son los “pacifistas”. Creen que la seguridad, el orden y la justicia son expresiones del autoritarismo, en lugar de garantías de la libertad. Y así, la lista es larga, han ido remplazado a la religión -la que tanto se esfuerzan en demostrar que rechazan- por nuevos cultos, nuevos y sofisticados fanatismos.

Defiendo el derecho de cada quien a hacer de su capa un sayo, a creer y defender lo que cada uno quiera. Pero los buenistas nos tienen sometidos a la dictadura de las minorías, nos han hecho sentir culpables de ser la mayoría. En Colombia somos una mayoría vergonzante, es hora de expresarnos, sin atropellos, pero sin complejos. Bien que se objete la JEP, bien que se le diga asesinos a los asesinos, ojalá declaren ilegal los paros de maestros y de jueces, bien que no se negocie con quien acude a la violencia y a las vías de hecho, bien que las victimas le reclamen duro a sus victimarios. No importa que los buenistas pataleen, ellos nunca estarán conformes.

@SamuelHoyosM