Home

Opinión

Artículo

LOS MIL DIAS

Semana
9 de junio de 1997

Hay algo que acompaña siempre a los gobernantes débiles cuando se encuentran en el vértigo de una crisis y su país se les desbarata entre las manos: la frivolidad y el derroche. Era el rasgo que animaba las noches de Versalles antes de la revolución francesa y las del palacio de los zares antes de que estallara en Rusia la revolución. Como el alcohol para un hombre arruinado, ésta debe ser una forma de aliviar tensiones o de evadirlas. A ella parece acudir ahora el presidente Samper cuando se cumplen los mil días de su tormentoso gobierno. Frivolidad y derroche son las dos palabras que mejor definen su gira por el Africa y el Medio Oriente al frente de una copiosa comitiva de turistas oficiales, y las incidencias pintorescas que rodean este costoso e inútil safari. Iniciada con el vistoso desaire de Mandela, que se limitó a hablar con Samper por teléfono, la gira ha sido, no obstante, muy alegre, salpicada de risas y de bailes tribales. Sólo en Jerusalén, frente al Muro de las Lamentaciones, el Presidente debió disponer de un minuto de recogimiento para recordar la suerte de sus compatriotas. De resto todo fue una fiesta. La deslumbrante visión de las nativas zulúes bailando delante suyo con el busto descubierto provocó en él uno de sus típicos apuntes de humor: "Lástima que no trajimos a un fabricante colombiano de brasieres, pues se haría rico". Y a un periodista que tuvo la idea elemental de preguntarle cuál era el interés comercial de aquella gira, le respondió con otro chiste, suscitando también la risa de sus acompañantes: "Yo no vine al Africa a hacer mercado".¿A qué fue entonces? Ministros y periodistas de la corte se devanan los sesos inventando razones justificativas. Nuestra bonita Canciller se acordó de pronto que el 14 por ciento de la población colombiana provenía del Africa. ¿Se trataba entonces de un viaje a la semilla, es decir, de una excursión antropológica? No parece evidente. ¿Era sólo una referencia sentimental? Dudoso que ella conmueva a un dictador africano. Algún comentarista sostuvo que el presidente Samper se proponía confrontar experiencias con países cuyos problemas son parecidos a los nuestros: guerrillas, inseguridad, corrupción. Cierto, pero ¿se cura un enfermo visitando a otros que padecen del mismo mal? En este caso, más le habría valido a Samper atender el consejo de mi amigo Montaner: ir a Nueva Zelanda, país ejemplar, en vez del Africa.Para sortear preguntas incómodas, se nos dijo que esta ha sido la gira del presidente de los No Alineados. Pero éste es sólo un título llamativo, un penacho sin funciones concretas. Nadie sabe para qué sirven los No Alineados ni qué sentido tiene hoy esta anacrónica organización. "Sirve _ según el mismo Montaner_ para practicar el arte de la declamación, para ensayar gestos demagógicos y para buscar chivos expiatorios con los cuales explicar nuestros desastres". En realidad, en este caso, es sólo un pasaporte para irse de paseo y olvidar por unos días la catastrófica situación de Colombia. Pues catastrófica lo es desde todo punto de vista. A los mil días de este gobierno el país avanza hacia una especie de guerra civil que enfrenta a guerrilleros y autodefensas ante la pasmosa impotencia del Estado, que sólo sabe recitar letanías de paz mientras fuerzas irregulares se reparten el territorio nacional y el control político y administrativo de los municipios. Las armas decidirán la elección de muchos alcaldes. Otro Zaire, pues, pero con un Mobutu chistoso y viajero. Entre tanto, la inversión decae, el contrabando y las tasas de interés contribuyen a una recesión que muestra por primera vez la mala salud de nuestra economía, el desempleo llega al 13 por ciento, nivel nunca visto en las últimas décadas, y la capital se queda sin agua por irresponsabilidad e imprevisión de las autoridades distritales. (Y qué hay de extraño, si el alcalde elegido para resolver estos graves problemas renunció y anda ahora haciendo reportajes de televisión a fin de seguir, de esta manera, embrujando a pendejos).Frivolidad y despilfarro, sí. Por donde uno ponga el ojo. Cuando estaba en Roma, el ex presidente Turbay me contó que 20 alcaldes boyacenses andaban por allí, en misión oficial. ¿Cuál era el pretexto? Conocer la estructura administrativa de Roma y de Madrid para aprovecharla en Tibasosa, Viracachá o Cómbita. Estaban descontentos. Más bonita debió parecerles la plaza de toros de Ventaquemada que un Coliseo en ruinas. Todos ellos, salvo uno, se manifestaron, por cierto, muy samperistas y muy agradecidos con los fondos que reciben de la Red de Solidaridad. También ellos, como el Presidente, tienen fervor por los paseos. Viatican en nombre de la descentralización. De esta manera, no es extraño que hoy en día, como lo señala Gabriel Rosas, los ingresos de la Nación sólo financien el 57 por ciento del gasto público cuando en 1980 financiaban el 80 por ciento. Y por ello, mientras prosiguen los derroches, tenemos más impuestos, más endeudamiento, morosidad en los pagos y venta descarada de los activos de la Nación. Bueno, después de todo, es lo mismo que sucede en el Africa. Ya que tomamos por esa vía, la vía africana, la de Etiopía, Zaire y Kenya, que es exactamente la vía opuesta al desarrollo, no es de extrañar que el presidente Samper se haya sentido allí como en casa. Alineado.

Noticias Destacadas