OPINIÓN
La impotente lucha contra la corrupción
Los colombianos, decepcionados, nos preguntamos de qué sirven esas campañas si la fechoría está a la orden del día y los ejemplos cunden.
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La corrupción campea por todos los rincones de Colombia. No hay día en que los medios de comunicación no registren cómo se tumban el erario público. Los órganos de control están atiborrados de denuncias, pero muchas de esas investigaciones lamentablemente no prosperan.
No estoy diciendo nada nuevo y cada que ocurren hechos escandalosos nos volvemos a dar golpes de pecho, entonces nos remitimos a las leyes o cruzadas contra la corrupción, pero desfallecemos en el intento. De qué sirven “Urnas de Cristal” o “Bolsillos de Cristal” si en las mismas barbas del Fiscal General de la Nación su funcionario anticorrupción se pasó por la galleta, incluso, el tal polígrafo para urdir un complot judicial en beneficio de los corruptos.
No necesita usted, señor lector, remitirse meses o años atrás para corroborar la dimensión del daño que los corruptos le hacen al país. En los últimos tres días, este fin de semana, me encontré con las siguientes perlas en la prensa: “Así se robaron más de 6 mil millones de las FF.MM. en Cartagena”; “Delincuentes pagaban entre 60 y 80 millones por beneficios penales”; “El ‘dossier’ del político que hundió al fiscal anticorrupción”; “El exgobernador de Córdoba –quien huye por ladrón- pieza clave para capturar a Gustavo Moreno”; “Tres senadores estarían implicados en desfalco de regalías en Córdoba”; pero más triste aún: “por corrupción miles de niños indígenas mueren en La Guajira”, etc. etc.
Y entonces se lanzan campañas, los medios de comunicación realizan informes especiales y los órganos de control –Fiscalía, Procuraduría y Contraloría- hacen un frente común para erradicar dicho flagelo; la estructura criminal, sin embargo, los desborda, sus tentáculos son tan potentes y arraigados que remover esos cimientos es casi imposible.
Los colombianos, decepcionados, nos preguntamos de qué sirven esas campañas si la fechoría está a la orden del día y los ejemplos cunden. Recientemente, una importante cadena radial divulgó que la empresa MARKETMEDIOS facturó del año 2002 al 2016 cerca de 600 mil millones de pesos, sin duda una actividad operacional exitosa y legal. “Es una empresa privada y eso está bien”, dirán muchos. Pero la pregunta es: ¿cuánto de ese monto se contrató con entidades del Estado? Fuentes muy cercanas a la investigación sobre la financiación de la campaña del presidente Santos aseguran que muchos de esos contratos son con dependencias estatales. Es más, esas mismas fuentes aseguran que la mayoría de los contratos han sido asignados a través de “procesos de selección breve o en forma directa y sin concurso”. Roberto Prieto, socio mayoritario de MERKETMEDIOS y gerente de la campaña Santos presidente, es como todos los contratistas de este país: detestan al Estado, pero dependen de ese Estado en toda su dimensión para prosperar. Un historiador inglés describe esta contradicción como el “socialismo para los ricos”.
El concurrente favorecimiento también es corrupción, es el común denominador en la contratación estatal. Esas prácticas son deleznables; así como es deleznable que familias enteras vivan de la teta del Estado, familias que gravitan en todas las esferas del poder en forma simultánea y son parte integral del establecimiento colombiano que todo lo inscribe para su provecho egoísta. Esta práctica profundiza la desigualdad y cercena la posibilidad del ascenso social. “Proletariza a la clase media”, como alguna vez lo dijera el expresidente Carlos Lleras.
Por todos los flancos se embiste la cosa pública y se cierran las oportunidades. A manera de anécdota, pero que ilustra muy bien nuestra tragedia nacional, un día un experimentado parlamentario me decía: “el próximo periodo no regreso al Congreso, le voy a ceder el turno a mi hermanita, ella se lo merece. También ha trabajado mucho”. Claro, eso es normal y se dice sin rubor alguno, como es normal que los congresistas hoy tras las rejas hereden a sus familiares la curul. En el Senado cunden los ejemplos. Por eso las Reformas Política y electoral que hoy hacen tránsito en el Congreso no prosperarán.
La lucha por el poder en Colombia nada tiene de sofisticada, es previsible y las intenciones del establecimiento no son las de procurar cambio alguno. La única manera de atravesarle la estaca a ese vagón de la corrupción es que el ciudadano en las próximas elecciones vote, pero mirando bien por quien lo hace.
@jairotevig