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Luchando contra las malasombras (II)

El ministro "gafe" está causando que con su mala influencia esotérica, nada de lo que puede salirle bien al país, le esté saliendo bien.

Semana
18 de octubre de 1993

VENIAMOS PLANTEANDOLO DESDE LA semana pasada: ¿Qué hacer con un país al que sistemáticamente todo le sale mal? No nos está quedando sino echarle la culpa a la mala suerte. A la superstición, si se quiere. Al embrujamiento, si se quiere ir más allá. En algún lugar, en algún momento de la historia reciente de nuestro pais, tuvimos que cruzarnos con una equivocada conjunción de astros, o con un gato negro, o con un fetiche coreano cuyo nivel de protección llegó a su límite, o con una sortija cabalistica "chiviada", o con una pata de cabra que perdió su efectividad la última vez que el ministro de Hacienda Rudolf Hommes la llevó al Congreso, para hacerle contrafómeque a las amenazas mágicas de la honorable senadora Regina 11.
Me ha dicho una astróloga que comparte conmigo la sensación de que lo que le pasa a nuestro país es el castigo que nos envía algún diosecillo ofendido que antes que nada hay que descartar la posibilidad de que sea alguien, en el seno del propio Gobierno, el que nos esté atrayendo esta racha de mala suerte.
Para comenzar, el presidente Gaviria tendrá que proponerse buscar, y encontrar, la identidad del ministro "gafe" (*) de su gabinete, y salir de él, cuanto antes, provocando una crisis ministerial bajo el primer pretexto que encuentre. El más fácil sería el de que ya va siendo hora.
El "gafe" va por la vida sembrando malas patas, cosechando malos resultados, dando pie a que se desaten aventuras grandes o pequeñas, sin que a él le afecten. Su paso es una sucesión de patadones ajenos en espinillas también ajenas. Es un ave de mal agüero que provoca oleadas de mala suerte y sale de ellas sin despeinarse, sin un rasguño. El ministro "gafe", entonces, es aquel que sin él saberlo, y sin quererlo, ha causado con su influencia esotérica que nada de lo que pueda salirnos bien nos esté saliendo bien, y por eso ha llegado la hora de identificarlo.
¿Será el Ministro de Hacienda, que como por cosa de magia llevaba tres años invicto, hasta que se le rebelaron los cafeteros y perdió el primer episodio de su carrera ministerial, a tal punto que por fin parece un ministro de carne y hueso? ¿Será el Ministro de Gobierno, cuya discreción parece tener hechizada a la opinión? ¿O será el de Defensa, que misteriosamente ha provocado una dicotomía por parte de los colombianos, que no lo identificamos para nada con el empeoramiento del orden público, como si estuviera protegido por los astros de Géminis? ¿O será el de Obras, que la única vez que el país lo ha oído mencionar fue cuando el Presidente le devolvió el Estatuto de Contratación Administrativa? (Dicen que existen pócimas que pueden volverlo a uno invisible...) ¿O el de Salud, tan enredado con esa epidemia que parece venir de otro mundo, bajo el nombre de sida? ¿O la de Educación, que manejó tan bien el paro de maestros pero de la cual, después de eso, no ha vuelto a saberse nada, como si hubiera arrancado protegida por un amuleto que se desgastó repentinamente? También puede ser el de Minas, que terminó con el apagón, y se encontró con Cusiana, pero no por su culpa sino por pura y legítima buena suerte. O la Canciller, que, como si no tuviera suficiente imagen como Ministra, ahora también la tiene como enfermera. (El otro día le vi colgando al cuello un jacinto circón, piedra fina de color amarillo rojizo que aviva el ingenio, protege al caminante y provoca tempestades). O el de Desarrollo, que ha logrado manejar las vacas flacas de la apertura con tanto acierto, que puso a los gremios al lado del Gobierno, como con imán. O el de Trabajo, que se las está arreglando para llenarse de gloria sacando adelante más fácilmente de lo que se pensaba un proyecto que parece haber nacido con estrella, el de la Seguridad Social. O el de Agricultura, que a pesar de ser un poco "desangelado", le ha devuelto la esperanza a los agricultores.
O el de Justicia, que con su "nadadito de perro" tiene por fin al poder Judicial funcionando de manera armónica, como si todos estuvieran tomando del mismo filtro. El que sí parece estar fuera de sospecha es el Ministro de Comercio Exterior, porque tiene tanta buena suerte que le alcanza para él y le sobra para los demás. Nos queda solamente el Ministro de Comunicaciones, de quien se puede decir lo mismo que del de Comercio Exterior, pero al revés.
Mi astróloga dice que, descubriendo y sacando del gabinete al ministro "gafe", lo demás correría por cuenta de todos los colombianos. Está confirmado que tocar madera trae buena suerte, aunque no se sepa muy bien por qué. Dicen que porque los árboles y el bosque tienen esa fama de hechiceros y misteriosos, de escondite para duendes, brujas y divinidades, malvadas o juguetonas. Una mancia, la xilomancia, se practica con madera. Pero yo creo que es porque de madera es el primer acomodo del cuerpo, la cuna, y el último también.
En fin. Se me ocurre que en el uso de la madera como talismán, los colombianos deberíamos ir al extremo. No es suficiente que la toquemos sólo cuando nos acordemos. Propongámonos, de ahora en adelante, pasar el día con un palillo de madera entre la boca, así se vea feo y ordinario. Imposible que si 25 millones de colombianos tocan madera las 24 horas del día Colombia no sea capaz de salir de su mal de ojo, su "gafancia", sus maleficios y los múltiples conjuros que la agobian.
(*) Basado en el libro "Supersticiones", del español Angel Palomino.

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