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La importancia de las vías para la calidad de vida

El cemento no ha llegado a los barrios marginados por la delincuencia, dónde no hay servicios públicos formales y están olvidados por el Estado.

Lucía Bastidas, Lucía Bastidas
19 de julio de 2016

El cemento tiene sentido cuando pensamos en 900.000 personas que a diario tienen que lidiar con el polvo de vías sin pavimentar. Cuando hablamos de 200.000 niños que en invierno tienen que caminar entre el barro para ir de sus casas al colegio.

El cemento tiene sentido cuando pensamos en 900 barrios de la ciudad, ubicados en las zonas marginadas, que no han conocido el pavimento, y donde sus habitantes padecen enfermedades respiratorias y problemas en la piel por tener que respirar la tierra de vías destapadas.

Son barrios ubicados en zonas de montaña o en zonas planas. Son barrios donde impera el transporte ilegal porque los buses formales no entran por el mal estado de las vías. Son zonas donde las personas en condiciones de discapacidad no tienen andenes o vías que les faciliten su desplazamiento. Nadie se acuerda de ellos, nadie los tiene en cuenta.

De esos 900, 120 barrios no tienen pavimento porque han vivido en la ilegalidad y a ellos no han llegado las redes formales de servicios públicos, que esta administración ha prometido solucionar en los próximos tres años y medio. Entonces, con las tuberías instaladas, podrán tener el pavimento que facilite el tránsito de los peatones, de los niños a sus colegios y de los usuarios de las bicicletas que hoy en día se zarandean entre huecos y piedras.

Otros cientos de barrios, a pesar de estar legalizados, no tienen pavimento, porque por décadas han sido ignorados por las administraciones de turno que han creído que el cemento no tiene nada que ver con la calidad de vida y con la inversión social. Se les olvidó que las vías destapadas afectan la calidad del aire y la salud, y que esos son derechos fundamentales de las personas.

Otros barrios conocieron alguna vez el cemento y el pavimento en sus vías. Pero hace tantos años que no reciben mantenimiento, que sus huellas se borraron y hoy sus vías parecen trochas.

En las cuentas del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), los 8.286 kilómetros de vías barriales (en la ciudad hay 15.557 kilómetros de malla vial arterial, intermedia y local) con las que cuenta la ciudad, las pavimentadas o alguna vez pavimentadas, representan el 53 por ciento de lo que llamamos la malla vial.

El 49 por ciento está en mal estado, lo que significa que hay que reconstruir, el 28 por ciento está regular, es decir acepta mantenimiento, sin tener que volver a hacer la vía y solo el 23 por ciento está en buen estado. Hablamos de las vías de 5.550 barrios que tiene Bogotá, según Planeación Distrital.

Que el 77 por ciento de las vías locales o barriales esté en mal o regular estado habla mucho de la negligencia de los gobiernos que han pasado por el poder sin mirar la necesidad de los barrios, la necesidad de cemento para mejorar la movilidad peatonal y vehicular y para garantizar un aire libre de partículas contaminantes.

Por eso en medio de este panorama es un alivio saber que en los primeros cinco meses del actual gobierno la Unidad de Mantenimiento Vial ha tapado más de 9.491 huecos de la malla vial, muchos de ellos en las vías de los barrios. Se han arreglado 604 segmentos viales que generan impacto positivo en 243,78 kilómetros carril.

La entidad espera invertir 386.662 millones de pesos en rehabilitación y mantenimiento vial entre el 2016 y el 2020 para dejar la mitad de la malla vial en buen estado. La que más atención necesita es la barrial que, como señalé anteriormente, representa el 53 por ciento de las vías de la ciudad.

El cemento no es un embeleco. Hugo Quintero, del barrio El Amparo en Kennedy, cuenta que espero 20 años con sus vecinos a que llegara el pavimento. En su barrio se arreglaron cinco cuadras que fueron suficientes para alejar los eternos malos olores que llegaban en invierno y el polvo que padecían en verano.

Una residente del barrio Santa Rita en Suba, contó que antes del pavimento de las vías de su barrio, pululaban las basuras, los moscos, los ratones y la indigencia, los niños no podían jugar frente a sus casas y los carros y las ambulancias no podían llegar por el mal estado de las vías.

Estos son solo dos de los barrios que se han beneficiado en los últimos cinco meses del arreglo de las vías.

Así, señores, el cemento tiene sentido cuando hablamos de la calidad de vida de las personas. Devolver un aire sin polvo, un barrio sin malos olores por la dejadez de las trochas es, sin duda alguna, inversión social.

*Concejal de Bogotá

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