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Marcha estudiantil: selfi o política

Los estudiantes en la calle tienen la razón, pero es la senadora Paloma Valencia la que decide qué hacer con la educación pública.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
18 de octubre de 2018

Bogotá, 17 octubre de 2018. Un policía asalariado observa en los monitores del Palacio de Gobierno dos realidades que guardan intereses opuestos. En una pantalla contempla a decenas de miles de estudiantes ocupando la Plaza de Bolívar y vociferando a todo pulmón contra la política educativa del gobierno. En la otra observa los plenos de Senado y Cámara aprobando el presupuesto general de la nación. Lo aprobado por los congresistas no tiene en cuenta los reclamos de los estudiantes. El poli se rasca la cabeza: afuera está su hija protestando y dentro está el político que le palanqueó el puesto.

Los estudiantes colombianos tienen una asignatura que aprender: las instituciones resuelven -para bien o para mal- los reclamos de los movimientos. Si los movimientos no consiguen hacerse con las instituciones quedan a merced de estas. Instituciones que no dudan en legislar, ejecutar y juzgar en contra de las demandas de los movimientos. Lo ocurrido el pasado 17 de octubre es una instantánea que se repite una y otra vez en Colombia: la dirigencia política legisla en contra de la mayoría social del país que se manifiesta en las calles.

El entusiasmo que percibe un estudiante cuando protesta en la calle solo es comparable con el que siente en un concierto con su banda favorita o en la grada de un estadio de fútbol. El entusiasmo de los activistas más aguerridos alcanza cotas desenfrenadas. A veces orgásmica. A veces violenta. El entusiasmo hay que transformarlo en política para que se vuelva eficaz. La política por lo general es aburrida, pero hay que hacerla. Si no la haces, Viejo Topo, políticos marrulleros como el senador Ernesto Macías te arrebatarán el micrófono o echarán toda su mierda sobre tus bellísimos y nobles sueños.  

Los estudiantes tienen que aprender o desaprender de sus antecesores y de los movimientos sociales que se han jugado la piel en las protestas. La MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil), sedujo a la sociedad colombiana pero no dejó una impronta política real, como sí lo hicieron sus pares de Chile y con creces el 15-M de España. En los paros agrarios y las mingas, los campesinos e indígenas colombianos han pagado hasta con la vida para conseguir limosnas. ¿Cuántos líderes estudiantiles, campesinos e indígenas de los movimientos recientes han llegado al Congreso de Colombia? ¿Cuántos lideres estudiantiles, campesinos e indígenas de los movimientos recientes son alcaldes? Se pueden contar con los dedos de una mano. Los estudiantes se olvidaron del cuento, los campesinos volvieron con sus puercos y gallinas y los indigenas siguieron masticando la hoja.   

Entre los comentaristas colombianos está de moda decir que la protesta estudiantil no debe ser politizada. Lo siento amigos comentaristas pero yerran al tratar a los estudiantes universitarios como si fueran de kindergarten. Todo lo contrario. Politización. Más politización. La política es indispensable para que los estudiantes comprendan a fondo la realidad del sistema político colombiano. La política es indispensable para descubrir los nombres de los políticos que han diseñado la vergonzosa trama educativa que llevó a la bancarrota a las universidad pública. La política es indispensable para combatir la desafección política de los estudiantes.

En la W radio los líderes estudiantiles debatieron con Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático sobre la educación pública. Los argumentos y la retórica de los estudiantes fueron lógicos y ampliamente superiores a los expuestos por la senadora. Los estudiantes en la calle tienen la razón, pero es Paloma -desde su sitio parlamentario- la que decide qué hacer con la educación pública. Para que Paloma y compañía no sigan legislando en contra de la educación pública hay que ganarle las curules. Las luchas callejeras tienen fecha de caducidad. Lo saben los operadores políticos tradicionales como Paloma. No les hacen caso a las multitudinarias protestas. Esperan a que caduquen y todo vuelva a la “normalidad”.  

Desde lo estético las luchas callejeras son espléndidas. Hay miles de fotografías en el mundo que lo confirman. Son la más dinámica escuela de rebeldía. El movimiento estudiantil colombiano de 2108 puede acabar de dos maneras: como una inocente sumatoria de selfies guardadas en la base de datos del joven multimillonario Mark Zuckerberg o…(dejo el complemento como tarea luego de las marchas).  

Yezid Arteta Dávila

* Escritor y analista político

En Twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: En el puente: a las seis es la cita

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