OPINIÓN
¿De qué son capaces?
Mientras los millonarios de Estados Unidos como Warren Buffet le piden a Obama que les aumente los impuestos, aquí los ricos amenazan al gobierno cuando se los sube.
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La empresa privada ha impulsado una campaña para sensibilizar al país sobre lo que significaría para Colombia el fin de un conflicto de más de 60 años. Y aunque se nos invita a la reconciliación nacional, a ser capaces de ponernos en los zapatos del otro, a entender que es más lo que nos une que lo que nos separa, a la hora de proteger sus abultados bolsillos, la empresa privada está demostrando que solo es capaz de defender sus intereses y privilegios.
Toda esta carreta de ponerse en los zapatos del otro, de entender que todos tenemos que hacer un sacrificio para que este país salga adelante se les olvidó a los empresarios cuando el gobierno presentó la reforma tributaria y les aumentó los impuestos. La reacción más dura, fue la del diario El Tiempo de propiedad de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el empresario más rico que tiene el país. En un editorial sin precedentes en la historia de ese diario, el dueño del periódico sale en defensa propia y amenaza al gobierno y le dice que si sigue insistiendo en aumentarles los impuestos, se va del país.
Semejante actitud retadora, llama más a la confrontación que a la reconciliación nacional y pone de presente lo poco dispuesta que está la empresa privada a cumplir los preceptos sobre los cuales ha erigido la campaña de Soy capaz. El editorial deja en claro de qué son realmente capaces los grandes empresarios como Luis Carlos Sarmiento: son capaces de no meterse la mano al bolsillo para contribuir a sufragar el hueco de 12,5 billones y si de contera se viene el posconflicto pues que se las arregle el país como pueda. Ah y eso de ponerse en los zapatos del otro, que lo hagan los de a pie, los que no tienen tierra, los desplazados o los independientes como nosotros que sí nos toca pagar los impuestos sin parpadear porque no tenemos un periódico para amenazar al gobierno cuando nos los suben.
Por eso mientras los millonarios en Estados Unidos como Warren Buffet le piden a Obama que les aumente los impuestos, aquí los ricos amenazan al gobierno cuando este se los sube. Aquí ni siquiera les da vergüenza decir que no quieren pagar ningún impuesto. A los empresarios no les gusta el impuesto al patrimonio y menos la fórmula propuesta por el gobierno de que este sea desmontado en los próximos cuatro años. Les gusta el Cre pero solo si es por un año y tampoco quieren el impuesto a los dividendos porque lo consideran una doble tributación. Tampoco les gusta el impuesto a la tierra y cada tanto que algún ministro osa plantearlo los empresarios del campo salen a señalarlo como si se tratara del anticristo.
Y los gestos que hace el gobierno para congraciarse con ellos no sirven sino para elevar sus pedidos. El gobierno en la reforma del año pasado les quitó el pago de los parafiscales del Sena y del ICBF pero la empresa privada lo consideró como un mea culpa del Estado.
Los empresarios en Colombia se las han ingeniado para crecer económicamente en medio del conflicto en estas tres últimas décadas. Han sobrevivido a la extorsión del narcotráfico y de la guerrilla y mientras en el país se sucedían las masacres que acabaron con pueblos enteros y los desplazados inundaban las grandes ciudades creando un problema social de increíbles proporciones, la empresa privada se fortaleció. En pocas palabras, y como lo recordaba siempre en sus clases mi profesor de Ciencia Política, Fernando Cepeda, la empresa privada en Colombia ha aprendido a funcionar desarrollando una extraña cohabitación con la inequidad que produce la guerra. Por eso empresas que tienen una muy buena imagen en el país y que han generado empleo para mucha gente, terminaron comprando baldíos o tierras que fueron escenario de masacres, sin que les temblara la mano. Es como si el conflicto no tuviera que ver con ellos y no fuera su culpa el que hubieran terminado beneficiándose de la guerra.
Tal vez por esa relación tan incestuosa, es que este sector es el más reacio a que las cosas cambien, a que sean más equitativas y el menos dispuesto por decirlo en sus términos a “ponerse en los zapatos del otro”. Hasta cierto punto se han acostumbrado a crecer en medio del conflicto y la posibilidad de un cambio hacia la paz es un universo nuevo al que muchos le temen a la hora de pensar en sus ganancias.
Si no son capaces de salir de sus privilegios, ni de sus exenciones, ni de sus burbujas y su generosidad solo les alcanza para recordarnos el poder de sus privilegios, ¿de qué son capaces los dueños de las grandes fortunas en Colombia?